Discapacitados

Bronce en boccia por equipo, oro en sentir la vida y en superación

Los deportistas del Club Deportivo Aspace Sevilla obtuvieron el tercer puesto en el pasado campeonato nacional

El Club Deportivo Aspace Sevilla cumple un trienio y trabaja con deportistas con discapacidad
El Club Deportivo Aspace Sevilla cumple un trienio y trabaja con deportistas con discapacidadlarazon

Respiran la vida como el pez cautivo que, a borbotones, exprime el oxígeno de cada gota de agua. Pelean cada punto con la voluntad inquebrantable de un felino atrincherado. Mientras, el universo, ajeno, se plantea si Lionel Messi es en realidad un superdotado y le estudian expertos en Inteligencia Artificial, en una doble vertiente futbolística de Dustin Hoffman en tanto Rainman sobre un terreno de juego (ora introvertido, ora pensamiento ejecutado a la velocidad del pensamiento). Esta no es una historia de las megaestrellas multimillonarias que ganan millones de euros y alumbran las portadas, es una doble historia de superación y generosidad, ajena a los focos de la hoguera de las vanidades, del club de los humildes, desheredados mitocondriales; en términos estrictamente ajedrecísticos, seres que se sobreponen al movimiento zugzwanz: la posición forzada en la que cualquier respuesta posible sólo logra empeorar la situación y que, en última instancia, acaba conduciendo al jaque mate. En el pasado Campeonato Nacional de Boccia, celebrado en Sevilla este verano, los deportistas del Club Deportivo Aspace Sevilla ganaron la medalla de bronce por equipos en categoría BC1 y BC2. Aunque el triunfo no pasará a la historia del deporte universal, todos los presentes acabaron llorando de emoción. El año pasado quedaron cuartos. El matiz diferencial es que mientras que un simple resfriado frena al más arrojado, estos deportistas están afectados por parálisis cerebral. Personas a las que el gesto de sacar la lengua les puede costar cinco minutos de esfuerzo mental y físico; afectados por espasmos, rigidez en los músculos, movimientos involuntarios y problemas de movilidad. El barón de Coubertin se quedó corto. Lo importante, más que participar, es sentirse vivo.

Aunque a Miguel Ángel Sánchez Pino, Milagros Muñoz, Francisco Manuel Castillo y Rosana Oliver, campeones de la superación, no les gusta la comparación, «la boccia, es un juego parecido a la petanca», explica Francisco José Padilla, de 22 años, uno de los voluntarios de Aspace Sevilla que trabajan con afectados por parálisis cerebral y personas con discapacidad. Por un lado, está la boccia; por otro, estilo en silla de ruedas. Las categorías se dividen «según la afectación», señala Fran. Los voluntarios ayudan con el lanzamiento y se convierten en las manos y pies del deportista. «Algunos lanzan con canaleta. Otros utilizan un casco con puntero». En Aspace Sevilla trabajan con «personas de 25 a más de 50 años». En la era del síndrome de Forrest Gump, donde una legión de sujetos entiende su vida como una sucesión de hitos sin parangón que deben ser conocidos, vía Facebook, Twitter o Instagram, por el resto de la humanidad («postureo», se ha llamado siempre), desde el más absoluto anonimato, los voluntarios son estudiantes de la Universidad Pablo de Olavide, principalmente de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, que «se ocupan de la parte más competitiva, los aspectos más tácticos y técnicos»; y también de Trabajo Social, que se encargan «del aspecto lúdico». «Se trata de personas que no suelen hacer muchas cosas por sí mismos», explica Fran, que este año cursa el Máster de Deporte y Discapacidad de la Universidad Autónoma de Madrid. La boccia «requiere disciplina, compromiso para entrenar» y el objetivo, más allá de ganar, es «sentirse útiles». Durante la competición, «los auxiliares no influyen en nada. Los deportistas deciden todo», cuenta. «No suelen tener esa capacidad en sus vidas», por lo que consiguen sentirse «autónomos, útiles, con responsabilidad». Los voluntarios son sus manos, sus ojos. Se entienden «con gestos». «La gratificación es ver cómo se desarrollan, cómo mejoran», describe.

Aspace Sevilla entrena en el Pabellón Amate del Instituto Municipal de Deportes. El club cumple un trienio. La sede de la asociación está en Dos Hermanas. Entrenan dos horas por semana, y cuando hay competición, incrementan el tiempo. «Los partidos son lo más gratificante, que disfruten», explica Fran, quien apunta que «andan muy cortos de voluntarios» y que no siempre cuentan «con las mejores condiciones». El club busca voluntarios y patrocinadores, ya que «desde las instituciones no se les da mucho apoyo a deportes tan minoritarios y todo se lo tienen que costear los chavales». A pesar de competir «en precario», vencieron «a equipos que entrenan doce horas a la semana», lo que supone «la recompensa al esfuerzo y una gran superación». Todos acabaron «llorando de emoción», recalca. Y en estas victorias, y en las derrotas, hasta las lágrimas son más verdaderas porque, como casi todo sus vidas, reír o llorar, a estos deportistas también les cuesta más. Nadie les regala nada, bajo el signo de Leonid Rógozov, el aventurero que debió hacerse una apendicectomía a sí mismo al ser el único médico en la expedición de la Antártida de 1961. Punto de partida para un tratado en Inteligencia Emocional: en sentir, ahí no tienen rival y ganan por goleada.