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Cádiz

«Cádiz es un puerto de mar con gitanería»

Presenta una novela negra en las tripas del carnaval a través de un detective golfo

«Cádiz es un puerto de mar con gitanería»
«Cádiz es un puerto de mar con gitanería»larazon

Presenta una novela negra en las tripas del carnaval a través de un detective golfo

Para entender «Carne de Carnaval» (El Paseo) no hace falta haber nacido en una de las casas de vecinos del barrio Santa María. De eso se ha encargado David Monthiel (Cádiz, 1976), que ha escrito una historia universal con desapariciones, muertes, detectives y humor ambientada durante los meses de preparación de una comparsa gaditana. Todo el mundo sabe que el carnaval es una cosa muy seria, y no sólo porque los autores se pongan estupendos hasta el lacrimeo cuando les viene en gana. Aunque la fiesta dure unas semanas, la ciudad vive para ese momento y el resto del año es nostalgia y critiqueo.

–¿A qué huelen las entrañas del carnaval?

–Bueno, la verdad es que cuando comencé a escribir la novela, me di cuenta de que había una perspectiva nueva sobre el humor, la crítica, la música. Se trata de un hecho muy potente al que yo durante muchos años de mi vida no le presté mucha atención. Desde que en 2012 decidí escribirla pensé que tenía dos niveles. Para dentro, es decir, para aquellos que tienen nociones de la fiesta, los que conocen las entrañas del carnaval, los que no podía defraudar y mostrarles un respeto solemne. Luego estaban los lectores de fuera, que no la conocen, porque es más que el concurso, esto empieza en noviembre y acaba en el Carnaval Chiquito, que es el ámbito en el que se mueve la novela.

–El famoso carnaval de los jartibles.

–Efectivamente, ésa es la idea, para que abarque personajes y ambientes distintos de la mano de un detective golfo y empobrecido que vuelve a Cádiz diez años después de su «exilio». Él es quien lleva a los lectores a un carnaval que tiene una trama interna, el asesinato de un virtuoso de la guitarra, un «punteao», que permite acercarse a aspectos que no son muy conocidos para el gran público.

–¿El carnaval es cárcel o libertad?

–Tiene esa ambivalencia, porque el concurso es el resultado de una necesidad de control de las autoridades para saber qué es lo que se canta en la calle. Eso ha devenido en un espectáculo que no existe en ninguna otra parte del mundo. Tiene esa potencia del repertorio que no se repite, de la creatividad durante el concurso, que se queda limitado por las restricciones mediáticas que tiene, pero que luego es libertad en el carnaval de la calle donde las comparsas pueden aparecer por cualquier sitio y en cualquier momento.

–Y tiene muchas claves que hay que conocer muy bien y que aparecen en la novela. ¿Cree que le van a entender?

–Claro, porque se trata de una novela de capas porque dentro de la gente que controla habrá cosas que no se comprenderán porque tiene mucho que ver con mi vivencia. Para escribirla he tirado mucho de mi educación sentimental y de mi memoria de lo que es el carnaval. El que sea de dentro cogerá cosas y el de fuera se pegará más a la trama. He querido que le interese a todo el mundo pero es verdad que hay guiños. Siempre digo que quien escribe sobre Brooklyn, desde el Brooklyn puro, desde el Brooklyn, Brooklyn, Brooklyn, utliza las mismas técnicas. Después de dos años de trabajo pienso que la idea es la misma porque tengo una vocación universal desde lo local.

–Vamos que la entienden los beduinos y los de «Cadi, cadi, cadi».

–(Risas) Es como si hubiera hecho un bilingüismo porque manejo muy bien la estructura de la novela negra y la he adaptado a estas circunstancias. Es decir, la novela está estructurada como el repertorio de una agrupacion: presentación, pasodoble, cuplé y popurrí. Incluso he adaptado toda la trama a los sucesos que pasan en el carnaval: los ensayos generales, las fiestas gastronómicas, el Falla y la calle, por supuesto. El carnaval y la Baja Andalucía, que es sobre la que escribo, se merecen una historia que sea amena, divertida y que a la vez tenga intriga. Un poco como una agrupación de carnaval...

–Venga, ¿chirigota o comparsa?

–He redescubierto la comparsa de forma poderosísima y me he dado cuenta de que esa música es única, la cosmovisión que tiene, los temas que trata, forman parte de mi vida y de la manera que tengo de entender el mundo, aunque yo luego sepa quién es Raymond Chandler. Una cosa no quita la otra y últimamente he estado muy pegado a la comparsa y a la forma de expresar que tienen. Es un pozo de cosas que la gente expresa a la vez que la calle.

–¿Cádiz es un género literario?

–Más que la ciudad, es Cádiz y su gente. La gente que se mueve alrededor del carnaval, de las cofradías, intento que mi narrativa apele al otro cercano, al que puedo ver cada día, mirarlo a la cara para que sean entendidas y leídas por gentes cercanas.

–Apareceran los derrotistas, ya verá.

–Es posible, es posible, porque Cádiz es una ciudad muy viva a la que le gusta mucho comentar y poner en liza lo que hay. Es esperable, hay un cierto morbo porque yo haya hecho reconocibles a mis personajes: autores, componentes, periodistas. Yo me baso mucho en la mitología del carnaval. Esas historias míticas del concurso, de la calle, me inspiran para tener una trama que sea respetuosa, pero es lógico que aparezca el derrotismo.

–Es que Cadíz es Cádiz...

–Cádiz es un puerto de mar con gitanería, por resumirlo. Es un puerto donde siempre ha llegado la novedad, donde hay un altísmo porcentaje de artistas y músicos, pero no creo que aqui los fenicios cuando llegaran pusieran algo, sino que es un lugar muy abierto y dispuesto a la novedad. Me gusta recordar que siempre se dijo que La Habana estaba más cerca que Madrid cuando allí se iba en carro. Su principal potencialidad está en la calle, porque cualquiera te puede decir cualquier maravilla.