Literatura

Sevilla

Carmen Posadas: «En España, una persona culta es un pedante»

Una novela redescubre a la hija negra de la Duquesa de Alba

Carmen Posadas: «En España, una persona culta es un pedante»
Carmen Posadas: «En España, una persona culta es un pedante»larazon

Una novela redescubre a la hija negra de la Duquesa de Alba

Hasta ahora sólo sabíamos del perrito blanco de lacito rojo que acompañaba a la Duquesa de Alba que pintó Goya, pero Carmen Posadas (Montevideo, 1953) rescata la historia de la niña negra que la aristócrata adoptó en su último libro. «La hija de Cayetana» (Espasa) es además una inmersión en los entresijos de la corte de Carlos IV, un periodo de tiempo al que muy poco escritores se han acercado.

–Así que la XIII Duquesa de Alba no sólo fue la musa de Goya, una mujer independiente, culta y libre, sino que también tenía una hija negra con los ojos verdes.

–Sí, porque en el siglo XVIII había la terrible costumbre de regalar niñitas esclavas como quien regala un juguete, una muñeca o un gatito. Lo que sucedió es que como ella no podía tener hijos se encariñó con Mariluz, la prohijó y al morir le dejó una considerable herencia.

–¿Y a ésta niña cómo llega?

–Es curioso porque yo había visto muchas veces un cuadro de Goya en el que aparece esta niña y siempre me había llamado la atención, porque es un cuadro muy bonito, ya que está el ama de la duquesa y dos niños que le están tirando de la falda. Uno es un niño rubio y otro esta niñita, que además va vestida igual que la duquesa en el famoso cuadro del vestido blanco con el lazo rojo. Siempre que era producto de la imaginación del pintor, nunca pensé que se tratase de una escena real. Muchos años más tarde, cuando estaba buscando personajes para una novela, una amiga me dijo eso, que si sabía que la duquesa tuvo una hija negra. Aquello me sorprendió mucho y me contó toda la historia de la niña.

–¿Qué tal era Tana?

–Para entender su carácter hay que saber que se trata de una de las pocas mujeres que ha pertenecido a una estirpe de mujeres libres que acabó con la llegada de Revolución Feminista. Antes las mujeres eran como un apéndice de un hombre y sólo eran libres las que eran muy poderosas o las muy ricas. Ella lo era a título personal, porque no le servía de nada tener un marido rico o un padre poderoso. Hereda una gran cantidad de títulos y una fortuna enorme, y se comporta como una mujer libre. Esto sucede en un siglo muy libre y muy feminista, porque el siglo XVIII es el siglo de las luces y de las mujeres.

–Sin embargo, no se han escrito muchas novelas históricas sobre el XVIII.

–Es un siglo apasionante que sirve para entender el presente. Lo que estaba pasando entonces se parece mucho a lo que sucede hoy, en el sentido de que en 1789 se acaba una era y comienza una nueva. Muere el Antiguo Régimen y empieza una clase política nueva con unos actores que se parecen muchos a los políticos emergentes de ahora. La Revolución Francesa, lo primero que hace es ser asamblearia hasta que se dan cuenta de que eso es inoperante y que necesitan un líder autoritario, que es Robespierre. El mismo modelo sucede en Rusia hasta que llega Lenin y luego Stalin. No digo que pase lo mismo, pero los de Podemos no han descubierto la pólvora con el movimiento asambleario.

–¿Y a quién le van a cortar la cabeza?

–(Risas) Como decía Mark Twain,, que la Historia no se repite pero rima.

–Hábleme del Madrid que describe.

–Lo que he hecho es leer mucho sobre ese periodo, sobre Galdós, que describe muy bien este momento en «La Corte de Carlos IV». Me ha servido mucho para retratar los distintos «madriles» que existían en ese momento. Por un lado la corte, por otro lado el majismo, como rechazo a la Ilustración y al que se suma la propia duquesa.

–Al final, los españoles siempre buscamos lo más popular contra todo lo que parezca progreso. Ante Haydn sacamos la navaja.

–A mí lo que me llama la atención como uruguaya es que en España una persona culta es un pedante. Te tachan de pretencioso, aburrido y entonces hay que ser lo más ramplón, tener un lenguaje cortísimo y entonces te admiten. Siempre ha sido así.

–Tampoco reconocemos que nos nutrimos de mano de obra esclava.

–Sí, y además no encontré ni una novela que hablara de la esclavitud en la Península ni en libros de Historia, porque todos hablan directamente de América. Cuando Cervantes habla de Sevilla en el siglo XVII la llama el damero de Europa porque tenía el 10% de población negra.

–¿Se lo ha pasado bien escribiendo?

–Para mí la literatura es como un mal amor. Por un lado me he divertido muchísimo, porque me ha permitido hacer de ratón de biblioteca, que es una de mis aficiones favoritas, he trabajado como un detective. Todo lo que trata de personajes históricos se ciñe a la realidad y es lo que está confirmado.