Cambios climáticos

De repente, moscas

La Razón
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Arrancó el mes octavo en esta costa de entre dos mares con la siempre molesta presencia de bandadas de pseudolynchia canariensis, la vulgarmente conocida como mosca cojonera o mosca de las palomas, ese insecto que envenena los septiembres pero que este año se ha adelantado ante la repentina bajada de las temperaturas. En materia natural, no hay alivio que carezca de coste y a cambio de este respiro del mercurio, debemos soportar el merodeo de estos dípteros. Sigue en suspenso la afirmación de que este verano batirá plusmarcas de calor, a pesar del complacido catastrofismo de los ecologistas de guardia. ¿Por qué esa delectación en la alarma permanente? La bandera amarilla de precaución ondea en la playa y la piscina permanece intacta ante un viento norteño que invita más al resguardo que al baño. La familia alemana de al lado, por ejemplo, consume cerveza en el improvisado bar en que han convertido su terraza; y así, todo el paisanaje que hasta ayer atestaba las tumbonas. Es el momento de recordar la sentencia mil veces escuchadas a los hombres del campo, incluso cuando tal día como hoy amanecía tórrido: «Primero de agosto, primero de invierno». Es exagerado, de acuerdo, pero hagan la prueba al empezar el telediario vespertino asomarse a la ventana con gafas de sol, imprescindibles a esa hora hace cuatro semanas, siquiera para evitar la mueca achinada, y caerá la penumbra como un alud montaña abajo a la hora del deshielo. Pero volverá a hacer calor, mucho, antes del otoño. El ciclo de las estaciones es pertinaz, más incluso que el entusiasmo que el homo verde enuncia sus profecías con vocación de autocumplidas.