Sevilla

Los pequeños milagros diarios de Pablo

José Manuel Roás y su hijo tras finalizar una carrera
José Manuel Roás y su hijo tras finalizar una carreralarazon

José Manuel Roás reconoce que no ha conseguido grandes gestas en el plano competitivo. Recibirá el Premio Imagen de Andalucía en la categoría deportiva no por sus marcas personales en las innumerables carreras en las que ha participado, sino por hacer visible una lucha incansable contra las limitaciones. Es habitual verle en el maratón, media maratón y carrera nocturna de Sevilla –también en varias pruebas fuera de la capital hispalense, como en Madrid e incluso Nueva York– junto a su hijo Pablo, que padece síndrome de West. Va tirando de su silla de ruedas provocando una «ola», tal y como señala, de buenos sentimientos, puesto que el público y los corredores ríen y lloran a su paso. Su hijo sufrió en el parto una anoxia perinatal muy grave que le produjo una muerte neuronal generalizada. Un síndrome convulsivo que se manifestó a los cuatro meses. «Para que nos entendamos, Pablo tiene una corteza cerebral mucho más estrecha que la tuya o la mía». Tiene grabados «a fuego» en su mente esos días en los que la vida de su hijo pendía de un hilo. Ahora «es un niño muy metido en sí mismo que necesita mucha estimulación y alegría a su alrededor».

Una sonrisa, una respuesta a un estímulo, un grito o el entusiasmo por acompañar a su padre en un entrenamiento o en una competición. Ésos son los pequeños milagros diarios de Pablo, que encarna «todas esas buenas cosas que buscamos en tanta gente». Roás asegura que «lo sorprendente de esta historia es que, dentro de este mundo de limitaciones que se nos presentan, y que son reales, han salido muchas alegrías y cosas grandes, como poder compartir una afición común. Eso entra dentro del rango de los milagros».

Salió a correr con su hijo por primera vez de manera fortuita. «Estábamos en el piso de la playa y todos habían hecho sus planes. Yo me disponía a salir a entrenar y mi mujer –ella sí que se merece este premio– propuso que me lo llevara». Desde entonces, hace ya casi diez años, empezó a contar con él en sus rutinas deportivas y ahora «es raro el día que salga sin él». La primera competición juntos fue la carrera nocturna del Guadalquivir, en torno al año 2006, y ya todas las afrontó en compañía de Pablo. «La última que hice solo fue en Madrid en 2015 porque llovía. Me vi al final de la Castellana, después de 8 kilómetros, y me preguntaba: ¿Qué hago yo aquí? Estoy tan acostumbrado a ir con él y a pasarlo tan bien...».

¿Hay recursos para atender a personas como Pablo? «La verdad es que no, ya que lo público llega hasta donde llega». El caso de su hijo cuenta con el hándicap de que «se necesita a una persona 24 horas con él y eso no hay Estado que lo pague». Además, «con las 1.000 incidencias que ocurren cada día no puedes estar en un trabajo».

Roás se ilusiona cuando habla del «ambientazo» que genera la presencia de su hijo en las carreras. «Termino más cansado de cantar que de correr». A Pablo le gusta más un entrenamiento con su padre a solas, sin gente. De lo contrario, «chilla, la gente chilla, yo también y se forma un bucle». Pese a todo, estar junto a su hijo le ha reafirmado en su fe porque «si no ahora estaría desesperado».

* Los galardones –que reconocen el rigor y el talento de varias personalidades y entidades de la región en las categorías de cultura, economía y empresa, deporte, excelencia, turismo y comunicación– se entregarán el próximo 22 de febrero en Almería.