El desafío independentista

Momentos de emociones

La Razón
La RazónLa Razón

Siempre en las peores circunstancias hay algo, en teoría, que agradecer a los causantes de esas malas situaciones. Estoy convencido de que el eterno problema catalán ha hecho que muchísimos españoles encontremos algo que teníamos olvidado, perdido: las emociones, pero ésas que salen a flor de piel. Hasta hace bien poco, sólo los grandes partidos de fútbol sacaban los sentimientos mayores de alegría colectiva, incluso, no digo yo que un plato, pero sí una tapa de patriotismo. El injusto, ilegal y persistente acoso catalán, mejor dicho, de los independentistas catalanes y sus huestes –que hay una mayoría en Cataluña que está sufriendo el mencionado acoso, el doble que el resto de los españoles – ha servido de revulsivo. Hemos superado esa especie de estigma de Caín, que venía del franquismo, y hemos empezado a recuperar nuestra bandera; nuestra democracia, conseguida con un ejemplo de entrega y de comprensión de todos; nuestra monarquía, casi milenaria, que fue factor decisivo para la recuperación de las libertades. Estos días hemos visto ese espíritu con la muerte de Chiquito de la Calzada. No se recuerda tal despliegue en todos los medios, el cariño y la emoción del público. Lo merecía, sin duda alguna, pero han muerto otros grandes artistas con una trayectoria mucho más amplia que apenas han tenido un recuadro informativo. Pero, afortunadamente, el espíritu imperante de agradecer, de querer, de reconocer el mérito ha estado presente. Sin contar que la vida de Chiquito es un poco la de muchos españoles de su generación, que no luchaban para vivir, sólo para sobrevivir y, así, pasó Chiquito más de 50 años de su vida, hasta que Tomás Summers, otro andaluz grande, lo descubre en un tablao y no se lo lleva a su programa televisivo por cómo cantaba las bulerías, lo hizo por las tres bromas que contaba entre números. De ahí, directo al éxito pero sin perder ninguna de sus grandes virtudes. Por eso, el cariño. Él era un andaluz con gracia natural, en un escenario y en cualquier parte. Contaba Bigote Arrocet que, en una reunión sobre una película, el director les dijo que iba a ser una parodia sobre Drácula. Chiquito dijo: «Has dicho sobre Brácula». Todos se partieron de risa y decidieron que la mejor parodia era titular «Brácula» a la película.