Andalucía

No sólo de aceitunas y aceite

La Razón
La RazónLa Razón

De los 506.023 Km2 de superficie nacional, el 30% corresponde a tierras forestales. Después de su uso para la agricultura (40% del total), las masas forestales representan el principal uso del suelo patrio y a su importancia en el ecosistema y paisaje se une, más recientemente, su papel como sumidero de emisiones de CO2; algo estratégico en la lucha contra el cambio climático. Un sumidero de carbono o sumidero de CO2 es un depósito natural o artificial de carbono. Absorbe el carbono de la atmósfera y contribuye a reducir la cantidad de CO2 del aire. En este sentido, las superficies forestales son los principales sumideros naturales del planeta. Absorben CO2 de la atmósfera, almacenan una parte del carbono tomado y devuelven oxígeno a la atmósfera.

Los países que, como España, tienen una importante masa forestal, la incluyen en el Inventario de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero que remiten regularmente a la ONU, pero no todos lo hacen con el mismo énfasis. Veamos lo que hace España.

Como el papel de la superficie forestal es el de secuestrar en lugar de emitir CO2, su contribución al total de los gases emitidos debe ser negativa. Así ocurre. En concreto, y para el último año del que existen cifras oficiales disponibles –2015–, la contribución del sector forestal español fue de -37.668,57 miles de toneladas de CO2 equivalente. Esta cantidad, cuando se pone en el contexto general del inventario de emisiones, no resulta nada desdeñable.

Cuando España no incluye en su inventario el secuestro del CO2 por la superficie forestal, las emisiones de las que somos responsables ascienden para 2015 a 335.661,52 miles de toneladas, pero cuando se restan las del sector forestal, se reducirían a 297.992,95 miles de toneladas de CO2 equivalente. La diferencia es lo suficientemente importante como para que España dedique a potenciar la capacidad de secuestro de este sumidero natural esfuerzos similares a los que están orientados a reducir las emisiones de los sectores más contaminantes.

La realidad es bien diferente. En el resumen que España exhibe de los datos remitidos a la ONU se excluye al sector forestal (técnicamente incluido en el apartado que se denomina «usos del suelo, cambios de uso del suelo y silvicultura»). En línea con lo anterior, el documento «Información sobre acciones en el sector del uso del suelo, cambio de uso del suelo y selvicultura de España», publicado por el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente en 2015, permite comprobar el poco músculo presupuestario de las medidas orientadas al sector forestal.

Pero no sólo sorprende este hecho. También llama la atención la difusa presencia de la superficie forestal dedicada al cultivo en los cálculos de emisiones de CO2. Particularmente importante es en este caso el olivar, pues sumando la superficie dedicada a aceituna de almazara con la de aceituna de mesa resultan plantadas 2,4 millones de hectáreas (el 4,8% de la superficie nacional y el 16,2% de las tierras forestales totales). Indudablemente su contribución a las emisiones de gases de efecto invernadero no es inmediata de establecer, pues por una parte se ubica en el sector agrícola (emisor de 35.978,59 miles de toneladas de CO2 en 2015) y por otra actúa como sumidero.

Lo anterior respalda los esfuerzos que se hacen por parte de quienes trabajan en conseguir hacer de la agricultura un sector en el que el balance neto de las emisiones de CO2 sea nulo una vez que se compensan las actividades contaminantes (la mayor es la fermentación entérica) con el papel como sumidero de las plantaciones.

Por ejemplo, es interesante el estudio que realizó la Agencia de Gestión Agraria y Pesquera de Andalucía para las nuevas plantaciones de olivar en Andalucía. El resultado de este estudio es que para 2011 la tasa de fijación superficial anual neta del olivar era de 3,72t CO2/ha por año, lo que en cómputo nacional supondría un secuestro de 9.189 miles de toneladas de CO2, esto es, el 24,3% de lo que el total del sector forestal absorbe anualmente. Naturalmente, el cálculo es muy grueso porque considera que todas las hectáreas de olivo tienen la misma capacidad de fijación de CO2, lo que no es cierto, pero la cifra es suficientemente llamativa para trabajar sobre este resultado por parte de todos los agentes –privados y públicos– del sector.

* Profesor titular de Economía y director de la Cátedra de Economía de la Energía y Medio Ambiente de la Universidad de Sevilla, e investigador asociado Universidad Autónoma de Chile