Sevilla

Novilleros

La Razón
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Son héroes que luchan por un sueño. Aquellos que intentan abrirse camino en una profesión que hoy parece que no es políticamente correcta. Y sin embargo, exponen su vida para tratar de alcanzar la cima de la gloria. Siempre se dijo en los círculos taurinos que «ser figura del toreo es más difícil que ser Papa». Un camino difícil, de sacrificio y superación. Jóvenes que ofrecen femorales a cambio de los aplausos de la plaza en una vuelta al ruedo. Como alumnos de la escuela de Alejandría, están llamados a salvaguardar los valores más íntimos de la Tauromaquia: el valor, la decisión, el compromiso, el compañerismo o la responsabilidad. No se estila ser torero, en un país donde se equipara el derecho de los animales con los de los propios seres humanos. Sin embargo, parece que en ciertos círculos ser novillero está de moda. Ahí están los casos de Rafa Serna y Alfonso Cadaval, hijos de los artistas Rafael González Serna y César de Los Morancos, respectivamente. O Toñete, hijo de uno de los grandes empresarios de hostelería. Los novilleros de hoy son supervivientes de un sistema hostil. La falta de oportunidades hace que se jueguen todo a una carta en las plazas importantes. En cosos como Madrid, son ya más de una docena de novilleros heridos desde la pasada temporada. A cara o cruz. Es el precio de la fama. No hay otra. Pero aún nos quedan atisbos de torería. En el temple de Rodrigo Molina, que ayer toreó en la Maestranza de Sevilla. O en el arte sevillano de Daniel de la Fuente «Liqui». Las figuras del mañana buscan su sitio en el oasis del toreo. Todo por un sueño. Por encima de modas. La grandeza de la fiesta más auténtica y española.