Literatura

Literatura

Sánchez Dragó: «A mis 80 años hago mejor el amor que a los 20»

Ya octogenario asegura que se siente en plena juventud, pues el penoso trabajo de envejecer no va con él

Fernándo Sánchez Dragó, autor de «Shangri-La» o «El camino para alcanzar la felicidad»
Fernándo Sánchez Dragó, autor de «Shangri-La» o «El camino para alcanzar la felicidad»larazon

Ya octogenario asegura que se siente en plena juventud, pues el penoso trabajo de envejecer no va con él, que trabaja todo el día y aborrece la palabra jubilación.

Ya octogenario asegura que se siente en plena juventud, pues el penoso trabajo de envejecer no va con él, que trabaja todo el día y aborrece la palabra jubilación. Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) controla bien los artificios de la polémica y sabe cuándo es el momento adecuado para encender la mecha para que todo explote en la cara de los paniaguados y meapilas que pueblan este país que ama y detesta. «Shangri-La. El elixir de la eterna juventud» (Planeta) llega cuando las librerías están llenas de textos denominados de autoayuda, libros salidos para vender y no de la mente creativa de un escritor. Éste no es eso, quizás sea un amplio recetario, sí un texto autobiográfico, tampoco una novela.

–Es una «dragonada» más...

–Como debe ser, no es un libro menor, porque se trata de una obra muy autobiográfica, como lo es toda la mía. Todo es narrativa, incluso los ensayos, toda mi obra quiere ser filosófica, no de grandes sistemas, pero sí de la vida cotidiana y eso está en el libro. También la transgresión, la denuncia, mil aventuras e incluso una historia de amor que lo envuelve en el primer y último capítulo.

–También es un golpe en la mesa para criticar lo que pasa en este país.

–Sí, eso también es una constante. Pues hay dos precedentes, «El sendero de la mano izquierda» y «Kokoro-A vida o muerte», que tienen también además del interés narrativo el interés terapéutico. Jodorowsky dice que vivimos en una sociedad enferma y que en un momento como éste el arte y el pensamiento, además de ser lo que siempre ha sido, debe tener una voluntad de sanación para los lectores. Eso es éste, porque quiero ayudar a la gente a hacer algo, lo que en definitiva es una vocación. La edad cronológica no tiene nada que ver con la edad mental de una persona, la juventud es una vocación, o naces joven o viejo, bueno pues yo pretendo trazar uno de los caminos que permiten mantener la juventud, la energía, las ganas de vivir. Creo que soy un buen ejemplo porque hago lo mismo ahora con 80 que cuando tenía 20, yo no me canso nunca, nunca he tenido vacaciones, sigo escribiendo, haciendo televisión, ahora queremos ir a Siria. Incluso en el libro hay mucho sexo y no es una fanfarronada porque a mi edad un señor que fanfarronea es un idiota. Esto no lo digo yo, sino la propia Anna (se refiere a la periodista Anna Grau, presente en la entrevista y que sonríe) y hay más testimonios, pero yo a mis 80 años hago mejor el amor que a los 20, más veces, más tiempo e incluso más a menudo. No solo cantidad, sino calidad.

–Pero tenemos claro que no es un libro de autoayuda.

–No, porque esos libros están escritos para ganar dinero y por gente que no son escritores. No vendo libros, los escribo, aunque me alegro si se venden, fundamentalmente, porque me da algo de dinero para poder escribir otro. No busco el dinero. Esto es tan absurdo como la gente que se enfada. Conmigo sucede muy a menudo, por las opiniones que defiendes. ¿Qué quiere que piense, diga o haga lo que usted crea adecuado? Un escritor debe escribir lo que piensa él, no los lectores. Pues se enfadan, este país es absolutamente deicida.

–Vamos, un coñazo, y Michi Panero decía que en esta vida se podía ser de todo menos eso. «Shangri-La» es una rebelión contra el coñazo en el que nos han metido.

–Es verdad, ante todo no hay que ser coñazo. La música, el cine o la literatura tienen que empezar por eso, como mínimo, por captar la atención y a partir de ahí le puedes suministrar la reflexión que quieras. Hay que divertirse siempre, si yo estoy joven es porque me divierto.

–Venga, dígame cuál es el elixir.

–Pues eso, «mens sana in corpore sano».

–¿Y el alma?

–Bueno, sobre eso llevamos siglos con escritores, pintores y artistas, intentando saber qué es lo que realmente hay. Creo que hasta que uno no se muere no se conoce, en el caso de que después de la muerte haya algo, que me parece una suposición lógica pero no probada, a lo mejor no hay nada. El momento de la muerte es el del supremo conocimiento, pero entre tanto podemos ir acercándonos un poco mediante situaciones límites como el ayuno, la soledad, el silencio o la ingesta de determinadas sustancias, que llevan a procesos iniciáticos como se hacía en Eleusis, que no es otra cosaque volver a la vida de los muertos y renacer, algo que se recoge en el propio mito de Jesucristo. Bueno, también está el sexo, de ahí que tanto me interese, porque practicado de una determinada manera conduce, no a la «petite morte» sino a la «grand morte», el orgasmo cósmico que te aseguro que se puede alcanzar.

–Ojo que Anna Grau escribe en el libro sobre eso y dice que es usted muy exagerado...

–Con toda la razón, porque un escritor debe ser exagerado. No soy mala persona, no soy mezquino pero sí soy exagerado, pero es que escribir es muy exagerado. El escritor debe hacer tres cosas siempre: citar a otros autores, luego generalizar y exagerar.

–«Nada importa nada».

–Bueno, es una de mis frases favoritas y pertenece a uno de los filósofos presocráticos, siempre está en una ficha colgada en un corcho sobre mi cabeza cuando escribo. Eso es verdad, es que nada importa nada. Santa Teresa decía: «No pasa nada, y si pasa, ¿qué importa?, y si importa, ¿qué importa?». En realidad todo está bien, pues hay que darle una larga cambiada a la vida, como se hace en el toreo, después de parar, templar y mandar.

–¿Sabe ya quién es Fernando Sánchez Dragó?

–Sí, lo sé, pero me ha costado trabajo. Desde que comienzo a ser escritor a los tres años, he sido implacablemente fiel en todos los momentos de mi vida a esa vocación de escribir, que te obliga a saber quién eres, si no lo haces no se pueden contar cosas.