Política

Susana Díaz aboga por la «estabilidad» frente a los que «confunden»

Aprovecha el discurso institucional con motivo del 28 de febrero para presentarse como garante del «progreso social»

Los premiados, con Díaz, en el Teatro de la Maestranza
Los premiados, con Díaz, en el Teatro de la Maestranzalarazon

Ayer supuestamente tocaba Andalucía. Susana Díaz tenía claro desde hace meses cuando se le preguntaba sobre cuándo anunciaría su decisión de presentarse –o no– a las primarias para liderar el PSOE Federal que no daría un paso hasta la celebración institucional del 28 de febrero. El acto de ayer se centró en la comunidad, no hubo referencias –como es lógico– a la cuestión interna del PSOE aunque la intervención de la presidenta de la Junta estuvo salpicado por varios debates nacionales.

En realidad, tras las referencias de Díaz a la postura que debe asumir Andalucía dentro del debate territorial se encuentran los postulados que la propia presidenta de la Junta abandera en el seno de su partido y que aprovechó para reiterar ayer en el Teatro de la Maestranza durante el cierre del acto de entrega de medallas y títulos de hijos predilectos de la comunidad. La jefa del Ejecutivo andaluz abogó por «anudar algunos consensos básicos que ya existen en nuestra tierra», exportables a nivel nacional. Detalló que el primero de ellos está relacionado con «la estabilidad de nuestra sociedad, con la solidez de nuestro sistema democrático y con el respaldo a nuestras instituciones». Parecían palabras para justificar la abstención del PSOE en la investidura de Rajoy y evitar así unas terceras elecciones, cuestión que le ha provocado un serio desgaste entre la militancia de su propio partido: «La inestabilidad es un factor incompatible con el avance social. Debemos ser conscientes de ello, no engañarnos ni confundir a la gente, no poner en riesgo lo mucho que hemos avanzado, en Andalucía y en España, bajo el paraguas del Estatuto de Autonomía y de la Constitución de 1978». Esa apuesta por la «estabilidad» y ese reproche a quienes quieren «engañar» y «confundir» a la gente parecía tener un destinatario claro: Pedro Sánchez y los defensores del «no es no» –casualmente, hace menos de un mes, Juan Cornejo, «número dos» del PSOE-A acusó a Sánchez de «engañar» a los militantes–, así como Podemos, partido al que tilda de populista.

El «segundo consenso básico», según la terminología utilizada por Díaz, afecta directamente al debate territorial en España. Frente a las reivindicaciones nacionalistas y las propuestas dentro del seno de su propio partido que abandera Pedro Sánchez –como la consolidación de una España plurinacional–, advirtió de que «el reconocimiento de la diversidad de nuestro país no es, ni remotamente, incompatible con el reconocimiento de la igualdad de todos los ciudadanos y de todos los territorios de España». El encaje territorial y el papel de Andalucía pasa por una premisa: la región «puede y debe ejercer una influencia benefactora en los cambios que se acometan en España, ahuyentando la tentación de asimetrías y discriminaciones». «El mundo del futuro no va a transitar por nacionalismos de vía estrecha», dijo en otro pasaje.

En clave interna, Díaz presentó una imagen de Andalucía que no se compadece con las estadísticas oficiales. Las protestas por los recortes sanitarios de los últimos meses han dañado la credibilidad como garante de los servicios públicos que se atribuye el Gobierno andaluz. En menor medida, el descontento en el sector educativo también ha afectado al relato oficial del Ejecutivo. La propuesta de Díaz en esta materia fue sorprendente: sacar del debate público estas cuestiones. En concreto, tras insistir en que la sanidad pública es la «joya de la corona», aseguró que «una cosa es criticar, denunciar, proponer para mejorar y otra bien distinta es olvidar que en nuestra sociedad hay quien preferiría que este auténtico derecho a la vida que garantiza la sanidad pública no existiera, con el único propósito de hacer más negocio costa del sufrimiento de la gente». Por eso, a su juicio, «mantener la igualdad de todos los seres humanos ante el derecho a seguir viviendo y a hacerlo con calidad, es también un consenso básico de esos que necesita nuestra sociedad y que no deberíamos enturbiar». Unas palabras que no se alejan de lo defendido por la Junta durante el periodo más cruento de las protestas sanitarias: que en Andalucía no ha habido recortes en este sentido y que los manifestantes estaban siendo manipulados por el PP y Podemos.

«Raro es el día de Andalucía que no hacemos reconocimiento a la educación pública», comentó. La educación –otro de los colectivos que protestaba en la calle– ocupó parte de su discurso porque «al igual que ocurre con la sanidad, ofrecer un servicio público de calidad, adaptado a las necesidades de la población supone un reto económico y social de gran envergadura». Las críticas, como en la sanidad, deben quedar al margen porque se trata de «otro de los grandes acuerdos que caracterizan a nuestra comunidad» y que constituyen una «bandera común que no podemos arriar».

Pese a que Díaz aseguró que «sin autocrítica no se progresa y nada se ganaría desconociendo aquello que falla», su discurso pasó de puntillas por varios de los problemas que afectan a Andalucía «porque vienen del pasado» y otros han «surgido como fruto de las circunstancias». Calificó la tasa de desempleo de «insoportable» pero «la hemos reducido en casi ocho puntos en los últimos tres años» y apuntó que combatir el paro es «un reto colectivo» aunque su Gobierno «no va a eludir su responsabilidad».

En el relato que ofreció Díaz, Andalucía ha sufrido un «cambio estructural» desde 1980, está «más cohesionada social y territorialmente», asentada en «las corrientes de modernidad de Europa» y, entre otras cosas, «empresas de todo el mundo vienen a Andalucía a disputarse a nuestros ingenieros e ingenieras». El reto ahora es no que tengan que marchar.

Los reproches al Gobierno central también formaron parte de su discurso. Reivindicó una mejor financiación y lamentó que Granada esté incomunicada por vía férrea desde hace dos años, las carencias que tiene Almería en infraestructuras ferroviarias o los problemas de conexión del Puerto de Algeciras.