Málaga

Un lance misterioso

“Un lance en la plaza de toros”, de José Jiménez Aranda
“Un lance en la plaza de toros”, de José Jiménez Arandalarazon

Ante algunas obras de arte el espectador se siente como un cotilla. Son esas imágenes en las que se le deja ver una parte y se le oculta otra, que sin duda resulta más atractiva que la mostrada. Ésa es la impresión primera del observador ante “Un lance en la plaza de toros”, lienzo realizado en 1870 por el sevillano José Jiménez Aranda, uno de los más destacados pintores andaluces del siglo XIX. La escena muestra un palco de la Maestranza de Sevilla, a través de cuyas arcadas se distinguen con claridad la magnífica silueta de la Catedral y la Giralda, referencias inevitables en la pintura costumbrista de temática sevillana. En él, una docena de espectadores asiste a un momento dramático en una corrida de toros. Se intuye que algo ha ocurrido por las reacciones de los personajes, que se han levantado de golpe, tirando unas sillas, intentado subirse a otras para ver mejor, cogiendo sus prismáticos, estirando el cuello al máximo o que, en el caso de algunas mujeres, se cubren el rostro, giran la cabeza o se van, espantadas por lo acaecido. En el ruedo, un caballo corre sin jinete y otro yace en la arena y... no se nos permite ver nada más. La pintura está llena de detalles anecdóticos, basados en una extraordinaria observación del natural en rostros y gestos y tiene una estudiada composición, con el marco creado por la arquería para la vista de la Catedral, pero, sí, nos quedamos con ganas de saber qué ha ocurrido. Este lienzo, que hoy resulta tan llamativo e interesante en la colección del Museo Carmen Thyssen Málaga, fue también reconocido en su tiempo, como prueba la medalla de tercera clase que el artista recibió por ella en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1871. Un importante premio público en el certamen artístico por excelencia en la España del siglo XIX. El artista incluso hizo una réplica, con los espectadores vestidos «de casacón», una moda en desuso en su tiempo, pero que tenía un amplio comercio entre los coleccionistas. Amigo de Fortuny, Madrazo y Sorolla, viajero en Roma y París, Jiménez Aranda fue un muy destacado autor de escenas costumbristas que gozó de éxito comercial. Tuvo también ocasión de ilustrar El Quijote en el tercer centenario de la publicación de su primera parte.