Málaga

Una de indios en Málaga

La exposición “La ilusión del Lejano Oeste” permanece abierta en el Museo Carmen Thyssen de Málaga hasta el próximo 19 de marzo

“Mató-Tope. Ataviado con sus atributos bélicos”, de Karl Bodmer
“Mató-Tope. Ataviado con sus atributos bélicos”, de Karl Bodmerlarazon

Estados Unidos nace como país a finales del siglo XVIII, cuando las trece colonias se proclamaron independientes de Gran Bretaña. Tras la guerra con la metrópoli, el Tratado de Versalles de 1783 reconocía los límites de su territorio: hasta el río Misisipi por el oeste, hasta los Grandes Lagos por el norte y hasta Florida por el sur. En los años siguientes, el crecimiento de la población y el deseo de ampliar sus dominios propiciaron una serie de campañas de reconocimiento del país financiadas por el gobierno. También hubo iniciativas de exploración privadas, como la del príncipe Maximilian zu Wied-Neuwied, un noble alemán y destacado naturalista que se embarcó en 1832 en un viaje exploratorio por el Oeste norteamericano con el joven pintor suizo Karl Bodmer. Aquella expedición científica y artística dio como resultado más de ochenta obras de temática indígena, que muestran un modo de vida y una naturaleza sin contaminar por la civilización. Con asombrosa meticulosidad, el pintor suizo capturó la esencia de la tribu mandan, sus vestimentas, objetos ceremoniales y costumbres, y todo ello dio como resultado la magnífica carpeta con los grabados propiedad de Carmen Thyssen Bornemisza que ahora se presentan en Málaga, en la exposición titulada “La ilusión del Lejano Oeste”. Y sólo por eso, merece la pena una visita.

Se trata de retratos de medio cuerpo, a menudo en parejas o grupos de tres; retratos de cuerpo entero, generalmente individuales, cuyo protagonista posa o participa alguna ceremonia; escenas tribales, de caza, juegos, danzas y rituales; y sugerentes paisajes. Todo ello resuelto con un extraordinario gusto por el detalle. Sabemos que algunos de los retratos exigieron todo un día de posado, a lo que muchos de los modelos accedían gustosamente, bien por vanidad o por simple curiosidad, y que el artista les entretenía con una caja de música. Y menos mal que Bodmer se tomó tantas molestias, porque al poco tiempo de realizar aquellos retratos una epidemia de viruela provocó la extinción de la tribu y su rastro habría desaparecido para siempre.