Pintura

Una pincelada impresionista

Los paisajes de Regoyos tienen un hueco muy especial en el Museo Thyssen.

Regoyos, Los almendros en flor, 1905
Regoyos, Los almendros en flor, 1905larazon

Los paisajes de Regoyos tienen un hueco muy especial en el Museo Thyssen.

«Asturiano, vasco de adopción y en pintura, francesista», como le definiera Pío Baroja, Darío de Regoyos fue uno de los más destacados representantes españoles del impresionismo, movimiento que conoció de primera mano junto a grandes maestros franceses como Camille Pisarro.

Su calidad pictórica, apenas reconocida en una vida marcada por el fracaso comercial, está hoy fuera de duda. Viajero incansable, apasionado de la música y la pintura, su búsqueda creativa le llevó a visitar numerosos lugares en España y Europa, en pos de temas nuevos, de la luz del norte, del levante o del sur, de escenarios para una obra que, buscando siempre lo mismo, obtenía resultados distintos cada vez, tantos como instantes diversos ofrece la naturaleza. De ello son excelentes muestras los cuatro lienzos del artista que expone el Museo Carmen Thyssen Málaga, de los que destacamos en esta ocasión Los almendros en flor, realizado durante una breve estancia en Castellón de la Plana, en 1905.

Como en tantas pinturas suyas, Regoyos muestra aquí cómo el progreso iba transformando el paisaje tradicional del país. La vida urbana y la modernización, sugerida por varias casas y una chimenea humeante al fondo, contrastan con el hermoso campo mediterráneo que ocupa casi el resto del lienzo. Y todo ello bajo una luz solar cambiante, que a cada momento es diferente y que Regoyos intenta atrapar con su pincelada impresionista, con pequeños toques de color, «impresiones» de los reflejos de la luz, que a veces llegan a convertirse en simples puntos que tratan de engañar al ojo.