Valladolid

«No me jubilo, ya que un cura nunca lo hace; sólo cambio de encomienda»

Jesús Mateo deja hoy de ser párroco de la patrona de Valladolid, tras quince años «muy dichosos» junto a la Virgen de San Lorenzo

Jesús Mateo mira con devoción a la Virgen de San Lorenzo, que preside su iglesia parroquial
Jesús Mateo mira con devoción a la Virgen de San Lorenzo, que preside su iglesia parroquiallarazon

A sus 81 años, y tras 57 como sacerdote, en los que «siempre me he sentido confortado por la gracia de Dios», Jesús Mateo deja de ser párroco de la Iglesia de San Lorenzo, patrona de Valladolid.

Se va después de quince años al frente de esta parroquia, «que se han pasado volando, pero en los que he sido muy feliz», insiste. Palentino de nacimiento, este sacerdote tiene claro que, «si naciera otra vez, volvería al seminario porque es lo que Dios me pide».

Jesús Mateo se «confiesa» a LA RAZÓN poco antes de «cambiar de ocupación», como le gusta decir. «No me jubilo, porque un sacerdote nunca lo hace, sino que cambio de encomienda», explica. El párroco de la patrona de Valladolid continuará su labor en el Santuario Nacional de la Gran Promesa, donde comenzó su vida religiosa en esta ciudad. Allí, cuenta que podrá dedicar más horas a confesar, predicar, y dirigir ejercicios espirituales, algo que no ha podido hacer con la intensidad que le hubiera gustado. «Siempre he estado cerca de aquellos que me han requerido, especialmente de los jóvenes, y mi próxima tarea me va a permitir mantener esa cercanía aún más si cabe», asegura.

Acoger a todos

«A lo largo de estos años -dice- he intentado tener la iglesia abierta de par en par, para que todos, sin distinción, fueran acogidos, y convertir la parroquia en un foco de espiritualidad en torno a la Virgen».

El todavía párroco de San Lorenzo también destaca el hecho de haber vuelto a sacar a la patrona de Valladolid por las calles de la ciudad. Algo que ya se realiza de forma ininterrumpida desde hace catorce años, después de haber estado 45 sin procesionar. Al respecto, Jesús Mateo recuerda aquél 8 de septiembre de 2003. «Nunca olvidaré ese día; fue muy emotivo, y los vallisoletanos respondieron magníficamente, con una devoción y un entusiasmo que en verdad no esperaba». Y le viene a la memoria que, «era tanta la gente la que acompañó a la Virgen en la Eucaristía aquél día, que muchos se quedaron sin comulgar».

De la misma forma, Jesús Mateo agradece la alfombra artística por la que pasa la patrona de Valladolid en la Plaza Mayor durante su festividad. Una iniciativa que ha impulsado junto a José Gerbolés y que ha calado en las vallisoletanas y los vallisoletanos.

También, la ofrenda floral que se realiza desde los días previos a su salida en procesión. «Algo a lo que me comprometí también a mi llegada a esta parroquia: convertir con el paso de los años a la Virgen de San Lorenzo en una devoción, no solo para los vallisoletanos sino para toda España como lo es la Virgen de El Pilar, en Zaragoza, o la Virgen de los Desamparados en Valencia. Y, aunque queda mucho por hacer, creo que estamos en el buen camino», señala.

El sacerdote lamenta no haber podido acercar a los jóvenes y adolescentes a la Virgen de San Lorenzo todo lo que hubiera querido. Aún así muestra su gratitud a la respuesta que ha tenido por parte de muchos padres que han participado con sus hijos en las catequesis y en las eucaristías de los domingos, así como al entusiasmo de los cofrades y de cientos de adolescentes que han contribuido con alegría en las numerosas iniciativas parroquiales que hemos puesto en marcha a lo largo de estos años.

Sed de dios

Si algo tiene claro Jesús Mateo, que ha logrado ser un referente de seriedad y entrega en la ciudad de Valladolid y un sacerdote queridísimo por todos, es que esta sociedad «tiene sed de Dios, y nuestra obligación como sacerdotes y como párrocos, está en escuchar y vivir la fe con los que vienen y acercar a los que no vienen». Además, Jesús Mateo apuesta por una catequésis constante que actualice, día tras día, la fuerza del Evangelio. Y en este sentido, insiste en algo que ha sido una constante durante estos años de párroco: «Tenemos que convencer a todos los que se consideran cristianos que vuelvan a ser apóstoles, cada uno en el lugar en que se encuentre, y testigos vivos de la presencia de Cristo entre nosotros». «A los católicos nos falta vibración apostólica», insiste. «No es de recibo que a un cristiano le de vergüenza hablar de Dios o que piense que eso es cosa de curas. Para nada, para nada. Todo lo contrario», repite. «No se trata de ir predicando por la calle sino de contagiar al resto con el ejemplo», concluye.