Gastronomía

Cocina sana y de calidad con mucho ambiente

El Tivoli 1940 apuesta por productos de cercanía, ecológicos y orgánicos. Por la noche ofrece música en vivo improvisada y amenizada por shows variados

El restaurante Tívoli 140 se convierte a partir de las cinco de la tarde en un local que ofrece música en vivo y un picoteo excepcional
El restaurante Tívoli 140 se convierte a partir de las cinco de la tarde en un local que ofrece música en vivo y un picoteo excepcionallarazon

El Tivoli 1940 apuesta por productos de cercanía, ecológicos y orgánicos. Por la noche ofrece música en vivo improvisada y amenizada por shows variados.

Hoy en día el comensal Barcelonés ya no sólo se conforma con salir y comer bien, sino que además va en busca de una cocina trabajada y saludable y una experiencia gastronómica completa y única. En este sentido, el restaurante Tivoli 1940 ha sabido adaptarse a la perfección a las exigencias de los clientes para convertirse en un referente de la zona.

El establecimiento reabrió sus puertas en junio de 2015 bajo la propiedad de la familia Figuerola y con aires totalmente reformados. Inicialmente, arrancó como una cafetería de día, pero en la actualidad es ya un lugar al que acudir a cualquier hora del día, ya sea para desayunar o tomar el vermut, comer, un after work o cenar. «Hemos apostado por una gastronomía saludable, en la que no hay nada frito, la cual tira hacia la cocina de antes, de la madre o la abuela, con cocciones lentas», señala Juan Pablo Cánovas, alma máter del proyecto. «Es una propuesta que está muy orientada al público femenino, con mucho salmón y aguacate, pero en realidad la oferta es muy amplia, porque es una cocina en la que todo cabe y convive en armonía: platos cercanos a la alta cocina, como la crema de alcachofas con huevo poché y ceps; otros tradicionales tipo la escudella barrejada y algunos únicos como caldo de puerro, apio y cebolla».

En cualquier caso, se trata siempre de platos elaborados a partir de un producto de excelente calidad, de cercanía y, a ser posible, ecológico y orgánico. «Damos a la materia primera un trato muy light», asegura Juan Pablo, quien además señala que «hacemos una cocina honesta y apostamos por una comida desnuda, en la que procuramos no enmascarar el producto, puesto que creemos que no hace falta abrigos si el producto es bueno». Esta cocina se presenta al comensal en una amplia carta, que ofrece tanto opciones de picoteo, como raciones completas de ensaladas y verduras, sopas y cremas, carnes, pescados, torillas, tostas y bocadillos y pastas y arroces. El Tivoli 1940 no ofrece un menú diario, pero tal y como destaca Juan Pablo «ofrecemos platos del día, que suelen ser de puchero». Además, la carta es muy dinámica y está en constante evolución para adaptarse a la demanda, pero sobre todo al producto de temporada. Y es que como indica Juan Pablo, «El padre del jefe de cocina es payés y nos suministra productos».

En el Tivoli todo está muy cuidado y nada se deja a la improvisación. En este sentido, hasta el pan es un elemento único e identitario. «Es un pan de masa madre que hemos diseñado para nosotros», asegura Juan Pablo, quien explica que «Se decidió hacerlo así cuando en sus orígenes el restaurante nació como una cafetería y se ha mantenido hasta el día de hoy». Así pues, «el pan es un elemento exclusivo», añade.

Y si la cocina y su particular carácter se mantienen inalterables todo el día y son ya una seña de identidad del restaurante, lo cierto es que el establecimiento ofrece dos caras diferentes a diario. Y es que a partir de las 17 horas, aproximadamente, se atenúa la luz del local y sube el volumen de la música para crear el ambiente propicio para un after work, con el vino y la coctelería como protagonistas, acompañados por una carta con propuestas para picotear como el hummus o las láminas de manzana con queso.

Además, tras la cena el Tivoli 1940 ofrece noches con un carácter diferente. De forma improvisada y espontánea, muchos fines de semana se llevan a cabo actuaciones musicales en vivo, la mayoría de ellas promovidas por el propio Juan Pablo, que con su guitarra en mano se arranca a cantar el «19 días y 500 noches» de Sabina para seguir con su repertorio de rumbas y flamenco o dar el relevo a cualquier comensal que se anime a ello, mientras los presentes animan la noche con sus palmas y algún baile.

Y todo ello en un escenario con una decoración sobria, donde predomina la madera y el hierro, como el del gran ventanal desde que se puede observar la cocina, y con mesas para todos los gustos: redonda, alta, con sofá...