Pintura

Cuadernos perdidos de Joaquim Mir

Fernando Durán subasta unas libretas repletas de apuntes desconocidos de una de las figuras más destacadas del arte catalán

Una de las libretas subastadas
Una de las libretas subastadaslarazon

Fernando Durán subasta unas libretas repletas de apuntes desconocidos de una de las figuras más destacadas del arte catalán

Joaquim Mir está considera como una de las indiscutibles figuras de la pintura paisajista a medio camino entre el siglo XIX y el XX. Su producción plástica es de una indiscutible calidad, mereciendo el elogio de paladares artísticos tan finos como el del escritor Josep Pla que sería uno de sus primeros biógrafos.

Todo eso hace que la aparición de obras inéditas del maestro sea una buena noticia. El próximo 4 de abril, la casa de subastas Fernando Durán de Madrid pone en manos del mejor postor dos cuadernos hasta ahora desconocidos del pintor y que han estado guardados durante años en una colección prinvada. Cada uno de ellos sale con un muy respetable precio de salida de 12.000 euros.

«Son unas piezas impresionantes que deberían estar en un museo», aseguró a este diario Kristian Leahy de Fernando Durán. Las libretas, perfectamente conservadas, podrían ser de los años 20 y en ellas queda patente la capacidad del pintor para captar el momento, para atrapar con unos pocos trazos y con unas gotas de acuarela lo que había ante sus ojos, ya se tratara de un frondos prado, de un edificio románico o de un rostro anónimo conservado para siempre en las páginas ahora a subasta.

Leahy subraya que el trazo de Mir en estos documentos es «muy suelto, lo que demuestra que nos encontramos ante unas obras de madurez, probablemente bocetos para lo que posteriormente sería un cuadro».

Pero algunos de los dibujos no se tradujeron en óleos, como una escena en un café en la que Mir logra captar los grupos que se reúnen a hablar a media luz, entre ellos una pareja de guardias civiles. Hay también momentos de fiesta, de lo que parece una procesión religiosa en la que el pintor aplica un poco de cromatismo rojo para señalar los estandartes que llevan los devotos.

Pero es la naturaleza la que tiene una fuerza más especial. El campo es el terreno en el que mejor se mueve el lápiz de Joaquim Mir hasta lograr que nos llegue a nosotros todo lo que él ha visto. Pero Mir no se limita a árboles, a grandes campos que parecen cultivados con mimo esperando que llegue el momento de recoger el fruto. También dibuja el artista a los animales que están pastando, a los granjeros que cuidan a estas bestias.

Algunos de los dibujos incorporan algunas brevísimas notas manuscritas que nos ayudan a identificar mejor el escenario buscado por Mir, como sucede con la iglesia de Sant Pere de Reus. También pone, en la medida de sus posibilidades, también pone nombre y apellido o mote a alguno de sus retratados, como el anciano llamado Carles Sola y que parece mirar con paciencia al espectador o, mejor dicho, a Mir.