Elecciones

España, capital: Caracas

Aunque no dé votos, había que ir. Por dignidad política y personal

El líder de Ciudadanos (liberal), Albert Rivera (c) camina junto a la esposa del dirigente opositor venezolano Leopoldo López, Lilian Tintori, en las inmediaciones de la cárcel Ramo Verde
El líder de Ciudadanos (liberal), Albert Rivera (c) camina junto a la esposa del dirigente opositor venezolano Leopoldo López, Lilian Tintori, en las inmediaciones de la cárcel Ramo Verdelarazon

Aunque no dé votos, había que ir. Por dignidad política y personal. Así lo han entendido en el cuartel electoral de Ciudadanos, y así lo asumen de igual forma en PP y PSOE.

En un alarde de jocosidad, Iñigo Errejón y Pablo Iglesias calificaron el viaje de Albert Rivera a Venezuela de "oportunismo político". Como si cada acción en campaña no buscara una oportunidad y no fuera política. Y es tan electoralista ir a Venezuela como lo fue ir a Grecia a abrazarse a Tsipras. O a Bruselas a ver a Juncker, o si vas la próxima semana a Italia a que te reciba Renzi. Todos buscan la foto del aliado que más le conviene en cada momento. Tacticismo puro. Control de las expectativas.

Lo notorio del caso es la profusión de titulares en las últimas semanas sobre el país en cuestión: 'Maduro encarcela a líderes de la oposición'. 'La Asamblea Nacional pide investigar si el Gobierno de Chávez financió a Podemos', 'Zapatero viaja a Caracas para mediar con el régimen', etc. Venezuela, Venezuela, Venezuela. Como si fuera un trasunto de la campaña norteamericana, hemos creado nuestra propia mantis religiosa, en versión caribeña. España, capital: Caracas.

Lo que nos preguntamos cuando vemos de nuevo a Venezuela entrar en la campaña electoral española, como hace unos meses, es: cui prodest? ¿Quién sale beneficiado de tanta información sobre un país que hasta hace dos telediarios apenas si nos importaba como sociedad? Mi conclusión es clara: A Podemos. El análisis parte del antecedente más reciente que tenemos, con evidencias que retrataban a la formación morada como un partido con aliados internacionales peligrosos, que en poco o nada convenían a España. El resultado del 20D reforzó sin embargo la tesis de que, a pesar de dichos ejemplos y apoyos, apenas si afectó e influyó en la intención de voto de quienes ya creían en el asalto a los cielos.

En el último focus group que hicimos en La Fábrica de Discursos, una de las preguntas que hacíamos a los participantes era '¿Cuánto le preocupa/interesa lo que sucede en Venezuela?' De cincuenta asistentes, la mitad confesaron ideología liberal-conservadora (cercana por tanto al PP). El resultado de la muestra arrojó el resultado que ejemplifica la percepción anterior. Apenas un 15% del total mostraron preocupación e interés por las cuitas de nuestros candidatos con el régimen de Maduro. La misma atención, o menos, que cuando le preguntamos si estarían a favor o en contra de que Reino Unido abandone la Unión Europea. Y es un asunto que nos debería preocupar incluso más porque nos afecta directamente.

¿Por qué entonces Rivera (como antes Felipe González) viaja a Caracas y no a Londres a persuadir a los políticos británicos de que les conviene permanecer en el euro? Sencillamente porque en Inglaterra no hay causa moral alguna que defender (tan elevada como en Venezuela), ni está en peligro las libertades más fundamentales del hombre, ni hay una crisis humanitaria, ni una sociedad dividida, ni un protototalitarismo en vías de perpetuarse en cada espacio institucional.

Aunque no dé votos, había que ir. Por dignidad política y personal. Así lo han entendido en el cuartel electoral de Ciudadanos, y así lo asumen de igual forma en PP y PSOE. No alcanzo a comprender empero el mecanismo intelectual que les lleva a algunos defensores de confluencias y mareas a defender que la lucha contra el dictador Franco era una defensa de la libertad mientras que luchar contra el régimen de Maduro es "provocar golpes de Estado"(Alberto Garzón dixit). Entra dentro de ese doble baremo moral que cierta izquierda se arroga y presupone como normal, tomando por idiotas (desapegados de la política) a los ciudadanos. Todo parte de ese paternalismo de la vieja Europa intelectualoide y revolucionaria, que condenaría el derribo de una democracia a tiros y botas militares pero que ve con ternura a criminales caribeños y matones petrolíferos. Hay que comprender que, para muchos, en política, lo importante no es la verdad, sino que suene verosímil. Y en campaña, este axioma no escrito se transforma en verdad absoluta, sobre todo por aquellos que no ven fronteras entre la ley y los prejuicios.

Venezuela es un territorio gobernado con las botas. pero que no da votos en España. No mientras el contribuyente español perciba que lo que allí ocurre afecta a su bolsillo, que una decisión en Caracas influye en la brumosa cotidianeidad de Madrid. De ahí que Podemos se esfuerce en cada mensaje por imponer el relato de "nos importa lo que pasa en nuestro país". Esa estrategia de, si te incómoda el foco social y mediático impuesto, crea tú mismo otro de igual impacto y polémica con el que distraer a la opinión pública, es poderosa y siempre ha dado resultados. Así, a través de la propaganda, lo negro es blanco y lo blanco, negro. Pero funciona. El objetivo es que el ciudadano no identifique la falta de credenciales democráticas del gobierno venezolano, la situación de hartazgo social y la pobreza humillante y televisada con el apoyo que tú le prestas como formación política a ese gobierno de afinidad hormonal e ideológica.

Y no lo identificará. Porque Caracas bien vale un viaje, pero no un voto. La libertad importa solo cuando la perdemos. Y aquí aún no vemos ese peligro. Por eso Venezuela, por mucho que entre en campaña en las teles españolas, saldrá por donde ha venido.