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«¿Existen los extraterrestres? Probablemente en abundancia»

En «Todos estos mundos son vuestros», el astrónomo Jon Willis rastrea la vida más allá de la tierra y cómo la ciencia la estudia.

La vida más allá de la tierra puede tener mil formas, no sólo antropomorfas, aunque de momento sólo se puede comparar con la vida tal cual es aquí.
La vida más allá de la tierra puede tener mil formas, no sólo antropomorfas, aunque de momento sólo se puede comparar con la vida tal cual es aquí.larazon

En «Todos estos mundos son vuestros», el astrónomo Jon Willis rastrea la vida más allá de la tierra y cómo la ciencia la estudia.

Galileo Galilei era muy sensible al frío, desde pequeño. Le acartonaba las manos, agarrotaba sus nervios, con pinzamientos en el lumbago, y encima se le secaba la garganta hasta raspar, con lo que no podía ni gritar para quejarse. Aquella mañana, en lo alto del campanario de la basílica de San Marcos de Venecia, hacía un frío de mil demonios. El invierno de 1609 tenía que ser el más frío de la historia, pensaba Galileo, pues no recordaba otro igual. Había subido al campanario a primera hora de la mañana, y tenía hasta los ojos entelados por culpa del aire gélido. «Esto no ha sido una buena idea», pensaba, pero no estaba allí por gusto. Tenía que hacer una demostración de su último invento, el perspicillum, a unos mercaderes.

¿Qué era el perspicillum? No era más que un artefacto de dos lentes fijadas a ambos extremos de un tubo de madera, así que funcionaba como cualquier telescopio. La idea de Galileo era mostrar que con su invento se podía ver los barcos que se acercaban a la ciudad hasta un día antes de que atracasen en el puerto. Esta información podía ser de gran utilidad para los mercaderes, que podían prepararse mejor para recibir a los nuevos visitantes.

Galileo cruzaba los dedos para que todo saliese bien, porque de verdad necesitaba que saliese bien, aunque tenía los dedos tan acartonados que le era imposible cruzarlos. A las once de la mañana, cuando estaba más que seguro de la fiabilidad de su invento, los mercaderes subieron al campanario. Eran tres ancianos de barba blanca y ojos hundidos, que cuando probaron el invento y vieron aquellos barcos a distancia tan enormes, y encima descubriendo con toda claridad sus banderas y gallardetes, se les petrificó una siniestra sonrisa en el rostro. «Cómo llamáis a esto», preguntaron enaltecidos.

Galileo intentó hablar, pero tenía la lengua tan entumecida que sólo pudo fruncir el ceño y poner cara de «esa pregunta es estúpida». Los mercaderes insistieron. «¿Qué más puede hacer?»”, preguntaron. Galileo se acercó a su perspicillum, miró por la mirilla, pero con las manos acartonadas, se desequilibró y empujó el prototelescopio hacia el cielo. Lo que llegó a ver, no se lo confesó nunca a nadie, pero de pronto soltó un grito sordo que nadie oyó, sólo se vio en su rostro, con los ojos muy abiertos y la boca a punto de tragarse la cabeza de un carnero.

Los mercaderes se sobresaltaron. «¿Qué le ocurre?», preguntaron, creyendo que quizá el castigo de Dios estaba cerca. «Nada, nada», mintió Galileo, con mucho esfuerzo, con una tos seca y desagradable.

Los mercaderes acabaron por comprar el perispicillum a aquel hombre tan extraño, pero Galileo ya tenía la cabeza en otra parte. Quién quería ver barcos en el mar cuando en el firmamento había nuevos mundos y planetas por descubrir, incluso divertidos marcianos muy sensibles al frío que gritaban sin hacer ruido, con los ojos octogonales muy abiertos y la boca a punto de tragarse el casco. «Quizá allí no hará tanto frío», pensó.

Desde tiempos de Galileo, incluso mucho antes, la idea de vida más allá de la tierra ha sido una obsesión que ha perseguido a filósofos, escritores, y ahora a científicos, que incluso acaban de inventar unos estudios para darle validez y encanto a dicha obsesión. Es la llamada astrobiología, es decir, biología en los astros o más allá de la tierra. No se limita a buscar contacto o cuminicación con seres inteligentes, sino ver y descubrir nuevas formas de vida y cómo se producen. Como dijo Joan Didion, «La idea de que la vida extraterrestre es, por definición, de un orden más elevado que la nuestra sólo sirve para calmar a los niños y a muchos escritores». Porque la vida puede tener muchas formas y todas merecen el mismo asombro.

El profesor en astronomía Jon Willis es un auténtico especialista en la materia y acaba de publicar «Todos estos mundos son vuestros. La búsqueda científica de vida extraterrestre» (Alpha Decay), un recorrido didáctico y exhaustivo por cómo está hoy día esta búsqueda de vida y qué podemos esperar en los próximos años. «¿Existen los extraterrestres? ¿Hay vida más allá de la Tierra? Bueno, sí que la hay, y probablemente en abundancia. El universo, tal y como lo vemos, es un lugar enorme, muy posiblemente de tamaño infinito. Lo bastante grande par que, aunque la posibilidad de que algo ocurra, la vida, sin ir más lejos, sea pequeña, tiene que producirse en alguna parte», comenta.

El libro no engaña a nadie y comienza con la certeza de que hay vida más allá de la tierra, pero que de momento no se ha encontrado ninguna sola prueba al respecto, a parte de los mares helados de Marte. «Existen dos posibilidades: O estamos solos en el universo o no lo estamos. En cualquier caso, las dos posibilidades son terroríficas», comentaba Arthur C. Clarke, cuyas novelas dan título a este apasionado y deslumbrante ensayo.

Las opiniones al respecto de la vida inteligente son múltiples. El propio Papa Francisco ha asegurado que si los aliens bajaran a la tierra, él no tendría ninguna objección a bautizarlos. Otra autoridad moral, el científico Stephen Hawkins, asegura que no hay duda de que existe vida inteligente en el universo, pero que los humanos harían bien en no intentar encontrarla, pues lo más seguro es que fuese más evolucionada y acabásemos a su merced. Para alguien que también teme a la inteligencia artifical, está claro que lo que teme es bajar en su estatus de hombre más inteligente del mundo.

El libro descubre las últimas misiones de exploración espacial; se pregunta si la vida sería como es en la tierra o podría tener otras características; nos insta a preguntarnos qué hay debajo del subsuelo helado de Marte; incluso nos presenta de forma exhaustiva todos esos exoplanetas que dicen podrían albergar vida y qué hay de verdad en todo ello. Incluso llama a los gobiernos a invertir recursos en esta búsqueda «El futuro vendrá cargado de sorpresas», comenta Willis. Quizá Galileo ya lo vio en 1609 y hemos estado perdiendo el tiempo