El desafío independentista

La CUP pone en vilo el inicio de la legislatura tras no dar garantías a Puigdemont

Los anticapitalistas no descartan que pueda acabar en la «papelera de la historia» como Artur Mas si no se pliega a sus exigencias

Imagen de Artur Mas y Carles Puigdemont, en enero de 2016
Imagen de Artur Mas y Carles Puigdemont, en enero de 2016larazon

Los anticapitalistas no descartan que pueda acabar en la «papelera de la historia» como Artur Mas si no se pliega a sus exigencias.

Aunque hoy los focos se posarán sobre el presidente del Parlament, Roger Torrent, y cómo anuncia la propuesta de investidura de Carles Puigdemont, a partir mañana se deberán desplazar hacia el cuartel general de la CUP, en la calle Casp. Los resultados de los comicios del 21-D devolvieron a los anticapitalistas la capacidad de decidir el rumbo de la legislatura y del independentismo, y por ahora, los primeros instantes parecen ser un calco de los inicios del pasado mandato. Y es que más allá del debate excepcional sobre la modalidad en que el líder de JxCat deba ser investido, la CUP volverá a dejar en manos de sus bases la decisión de apoyar al candidato y su líder, Carles Riera, no tiene complejo en no descartar que Puigdemont pueda «acabar en la papelera de la historia» como Artur Mas.

Para evitarlo, tanto el ex president como cualquier otro que se postule –Elsa Artadi como alternativa a una investidura suspendida por el Tribunal Constitucional– deberán someterse a las exigencias de los anticapitalistas. Por el momento, tanto la CUP como JxCat no niegan que los contactos han sido mínimos, pero esta semana se tendrán que poner manos a la obra para intentar acercar posturas, muy «lejanas» ahora, según admiten. Lo único en que confluyen ambas fuerzas es en la necesidad de no acatar una suspensión de la investidura de Puigdemont.

Los cuperos, desde la campaña electoral, no han aflojado en su discurso por seguir en la senda de la confrontación abierta con el Estado, exigiendo aplicar los resultados del simulacro de referéndum del 1 de octubre y materializar la república, derroteros que tanto ERC como JxCat se han propuesto evitar. Los republicanos, que han mutado a un discurso tendente a distender los ánimos y buscar el entendimiento, y JxCat, que se ha marcado objetivos poco ambiciosos en términos independentistas y se ha limitado a prometer la supresión del 155 y la liberación de los presos, han empezado a irritar a la CUP, su único potencial aliado.

Asimismo, la CUP, que solo exige pasos adelante en la construcción de la república catalana y pone el grito en el cielo ante cualquier señal de JxCat y ERC por regresar a escenarios autonomistas, también insta a cualquier candidato a la presidencia de la Generalitat a comprometerse a desplegar los decretos de la «dignidad» que favorezcan un «salto adelante en los derechos sociales». Esta última idea, también se podría encontrar con las pegas en la eventualidad de que un perfil como Elsa Artadi, de corte liberal, sea la candidata alternativa.

Más allá de la CUP, solo podrían acudir al rescate los «comunes», pero ya han reiterado que no facilitarán una investidura de ningún candidato adherido a las siglas de JxCat ni a ningún candidato de ERC que forme gobierno con figuras de JxCat. De esta manera, el panorama que se abre es muy asimilable al posterior de las elecciones del 27 de septiembre de 2015. Si no hubiese consenso, la especulación con la repetición de elecciones volverá a sonar con fuerza como tras aquellos comicios, y en esta ocasión las urgencias por que no descarrile el «procés» ya no serán una condición para presionar a la CUP.