Cataluña

Un nuevo fiasco de JxSí y la CUP impulsa a ERC

Junqueras da el pistoletazo de salida para unas elecciones en las que pretende poner punto y final al liderazgo de Mas. Hoy continúan las conversaciones porque el límite es el domingo a medianoche

Oriol Junqueras, de Junts pel Sí, espera al presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas, ayer, tras una de las sesiones más breves de la historia del Parlamento catalán
Oriol Junqueras, de Junts pel Sí, espera al presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas, ayer, tras una de las sesiones más breves de la historia del Parlamento catalánlarazon

Junqueras da el pistoletazo de salida para unas elecciones en las que pretende poner punto y final al liderazgo de Mas. Hoy continúan las conversaciones porque el límite es el domingo a medianoche

En «Sopa de Ganso», Groucho Marx es el presidente de un país –Libertonia– que pasa por situaciones hilarantes. Nada que ver con Cataluña, pero lo que sucedió ayer fue un cúmulo de situaciones que nada tienen que envidiar a la película de los Marx. Por la mañana, después de un pleno que duró ocho minutos para nombrar los senadores por designación autonómica –que lo serán por cuatro días si el lunes se convocan elecciones– empezaron las reuniones. Junts pel Sí y la CUP lo hicieron primero por separado.

Artur Mas estuvo en la reunión de los 62 diputados de su coalición. También estuvo presente Oriol Junqueras. Las caras eran largas. Durante más de dos horas el presidente en funciones intentó convencer a la ensaladilla de sensibilidades de su formación de que era necesario formar un gobierno de coalición entre CDC y ERC hasta las elecciones si finalmente la CUP los dejaba en la estacada. La sorpresa en ERC fue mayúscula y el rechazo fue contundente. Un sin contemplaciones «sería un fraude democrático» y un «no serviría para nada» fueron toda la respuesta de los republicanos que, unos minutos más allá, contraatacaban. La organización independentista Súmate –que agrupa a los separatistas castellanoparlantes y está situada en la órbita de ERC– se reunió con la CUP para poner una propuesta que dejaba a Mas con los pantalones en los tobillos. Súmate propuso a la actual vicepresidenta, Neus Munté, como presidenta de un nuevo gobierno y a Artur Mas como consejero jefe de ese Gobierno. O sea, ERC contestaba a Mas que se echara a un lado en una nueva versión de lo planteado el pasado lunes por el diputado Joan Tardà. Por su parte, Munté ha negado tal posibilidad.

Artur Mas quemó todas sus naves el martes pasado cuando criticó con dureza a la CUP. Antes, su número dos, Josep Rull, dijo incluso que la CUP eran «agentes del Estado». En los últimos días, las redes echaban humo agitadas por el mundo convergente y se dedicaban todo tipo de epítetos a la organización independentista de la izquierda anticapitalista. Además, Mas dejó bien claro que la presidencia de la Generalitat no era «una subasta de pescado». El lunes ERC empezó su propia campaña distanciándose de Mas y pidiendo un acuerdo con la CUP pero insinuando que para evitar las elecciones la solución pasaba por que Mas diera un paso al lado. La tensión entre ambos partidos es evidente, porque ERC no tiene ninguna intención de salvar a Mas, más bien al contrario. Junqueras ha dado el pistoletazo de salida para unas elecciones en las que pretende poner punto y final al liderazgo de Mas y de la derecha nacionalista, en el mundo independentista. La posición de la CUP le ha venido de perlas. Mas está enrocado en mantener la presidencia de la Generalitat y ERC no piensa perder un minuto en darle apoyo aunque de puertas hacia afuera clama por un acuerdo.

Como en las películas de los Hermanos Marx, las reuniones y contrarreuniones se multiplicaban. La CUP reunía a sus diputados antes de encontrarse con los de Súmate. Antonio Baños, el dimitido líder de la organización, no acudió a la sede ni tampoco al pleno exprés que eligió los senadores. Tampoco lo hizo Julià de Jodar, partidario también de investir a Mas aunque no están claros los motivos de su ausencia. La CUP se reunió en su sede con el presidente de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, y el secretario de la entidad, Jordi Bosch. A la vista de cómo se planteaban los acontecimientos, la CUP retrasó primero su rueda de prensa. Luego la suspendió.

Después de estos movimientos matutinos llegaba la gran reunión. La CUP exigió que se hiciera sin luz ni taquígrafos, lo que desembocó en persecuciones a los diputados que previsiblemente iban a ser los interlocutores. Motos persiguiendo coches por las calles de Barcelona, cámaras persiguiendo diputados, en un espectáculo realmente grotesco y disparatado. Raül Romeva, el cabeza de lista de Junts pel Sí, ha hecho el agosto de un taxista que lo ha llevado por Barcelona con paradas de 10 minutos mientras era seguido por medios de comunicación. Al final, volvió al Parlament. En un hotel de Barcelona consiguieron refugiarse los negociadores. Después de más de tres horas de reunión, el huevo sigue estando en el pico de la montaña. La reunión sólo ha servido para evidenciar que nadie ha dado su brazo a torcer. Todo sigue igual, pero en esta historia sin sentido se han emplazado para seguir negociando. Los negociadores de la CUP han informado del contenido de la reunión al Secretariado de la Formación. Si han existido movimientos se desconocen por el fuerte hermetismo, pero algo ha debido de moverse porque los dirigentes de la CUP dijeron antes de empezar que si Mas seguía como candidato el acuerdo era imposible. Hoy continuarán las conversaciones porque el límite es el domingo a medianoche.

Mientras los partidos independentistas mantenían la tensión Xavier Doménech, cabeza de lista de En Comú Podem –la marca que agrupa a Ada Colau, Pablo Iglesias e Iniciativa per Catalunya– ponía el dedo en el ojo ofreciendo a la CUP entablar conversaciones para explorar las posibilidades de establecer una convergencia electoral para las próximas elecciones. Una propuesta que provocaba más ruido en el día del «juicio final», como calificaba un dirigente de la CUP a la frenética jornada de ayer. Sin embargo, la propuesta no es nueva. Es un secreto a voces que la CUP y los grupos cercanos a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, han mantenido conversaciones después de la celebración de las elecciones generales que fueron ganadas por la marca catalana de la formación morada, aunque los morados sólo tienen dos diputados de doce.

Por la noche, el presidente de la Generalitat en funciones, Artur Mas, se manifestó dispuesto a reeditar la alianza Junts pel Sí (CDC y ERC) en unas eventuales elecciones el 6 de marzo y enmarcó en la normalidad que pueda ser candidato en unas nuevas catalanas, aunque pidió esperar a que se convoquen. En una entrevista en TV3, Mas criticó que la CUP vete su investidura y advirtió de que «apartando» a personas del camino soberanista lo hacen «más estrecho».

Después de un día de Sopa de Ganso catalana, hoy continuará. Como en todo «thriller», todos los escenarios están abiertos.

Podemos corteja a la CUP para marzo

En Comú Podem –el sello electoral con el que Podemos se presentó en Cataluña en las pasadas elecciones generales– desea una reunión con la CUP para explorar la posibilidad de configurar una alianza de izquierdas ante la perspectiva de que, finalmente, se celebren elecciones catalanas en marzo. En declaraciones a Catalunya Ràdio, el dirigente de En Comú Podem, Xavier Domènech, explicó que han solicitado una reunión con la CUP para estudiar la posibilidad de sumar las izquierdas ante unos nuevos comicios. Domènech descartó, en todo caso, que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, vaya a ser candidata a la presidencia de la Generalitat, si bien admitió que su partido, Barcelona en Comú, podría implicarse en una futura alianza de las izquierdas, como sucedió en las municipales y en las generales, pero no en las catalanas. La experiencia de las catalanas, de hecho, fue muy decepcionante puesto que el auge de Podemos quedó en la mínima expresión con Lluís Rabell y la marca Catalunya Sí que es Pot.