Historia

Cataluña

Los amigos catalanes de Antonio Machado

El gran autor de «Campos de Castilla» fue admirado por intelectuales y artistas como Carles Riba, Pau Casals o Joaquim Xirau

El poeta Antonio Machado retratado por Joaquín Sorolla
El poeta Antonio Machado retratado por Joaquín Sorollalarazon

Sigue resonando la polémica por el controvertido informe encargado por el Ayuntamiento de Sabadell a un historiador que proponía eliminar el nombre de Antonio Machado de una plaza de esta ciudad.

Sigue resonando la polémica por el controvertido informe encargado por el Ayuntamiento de Sabadell a un historiador que proponía eliminar el nombre de Antonio Machado de una plaza de esta ciudad. El documento no ha tenido en cuenta algunos de los lazos que unen al gran poeta con Cataluña, algo que incluso podemos encontrar en sus últimos textos, como los publicados en el diario «La Vanguardia» en su sección «Desde el mirador de la guerra».

En abril de 1938, Machado y su familia se trasladaron a Barcelona huyendo del avance de las tropas sublevadas contra la República. Su llegada a la capital catalana coincide con su colaboración en «La Vanguardia». El 6 de octubre de ese año publica en su sección un texto que es toda una declaración de principios sobre lo que piensa de Cataluña: «En esta egregia Barcelona —hubiera dicho Mairena en nuestros días—, perla del mar latino, y en los campos que la rodean, y que yo me atrevo a llamar virgilianos, porque, en ellos se da un perfecto equilibrio entre la obra de la Naturaleza y la del hombre, gusto de releer a Juan Maragall, a Mosén Cinto, a Ausias March, grandes poetas de ayer, y otros, grandes también, de nuestros días. Como a través de un cristal coloreado y no del todo transparente para mí, la lengua catalana, donde yo creo sentir la montaña, la campiña y el mar, me deja ver algo de estas mentes iluminadas, de estos corazones, ardientes de nuestra Iberia. Y recuerdo al gigantesco Lulio, el gran mallorquín». En el mismo artículo, Machado añade «¡qué bien nos entendemos en lenguas maternas diferentes, cuantos decimos, de este lado del Ebro, bajo un diluvio de iniquidades: “Nosotros no hemos vendido nuestra España!” Y el que esto se diga en catalán o en castellano en nada amengua ni acrecienta su verdad».

Vivir en Barcelona

Durante su breve estancia residiendo en Barcelona, Machado pudo contactar con algunos intelectuales catalanes que fueron a verlo en la Torre Castanyer, cerca de la plaza de la Bonanova, y donde estuvo viviendo. En sus memorias, José Machado, hermano de Antonio, recuerda entre esos asistentes a «un filósofo catalán que tocaba con gran personalidad algunas sardanas». Era Joaquim Xirau quien fue uno de los nombres fundamentales en el paso de los Machado hacia el exilio. De ello dejaría testimonio, por ejemplo en una carta al presidente de la República, Manuel Azaña, fechada el 6 de febrero de 1939. Allí explicó las duras condiciones en las que se había iniciado el destierro: «Una muchacha, discípula mía, encargada de curso, pudo prestarnos 300 francos que le prestaron unos amigos. Gracias a ellos pude pagar la comida de los señores Machado y la nuestra. Dormimos en un tren de refugiados. Al día siguiente –domingo– tuve la fortuna de hallar en la estación a nuestro buen amigo D. José Giral que me dio 300 francos para los señores Machado y gracias a ellos, y a algún dinero que me mandó Levy-Bruhl, pudieron los Sres. Machado ir a Collioure y llegar yo aquí».

Antes de pasar a Collioure, el pequeño pueblo donde murió el poeta, pasó su última noche, la del 26 al 27 de enero, en el Mas Faixat, en Viladesens. Xirau fue uno de los presentes en esa velada triste, en la que también Carles Riba. Este último, probablemente instado por Machado, compuso un poema que dedicó «con admiración y afecto, en la común esperanza que aún nos alienta. A Don Antonio Machado, de su fiel amigo Carles Riba». Esos versos dicen así: «Tristes banderes/ del crepuscle! Contre elles/ sóc porpra viva./ Seré un cor dins la fosca;/ porpra de nou amb l’alba».

Machado y su madre murieron en Collioure siendo enterrados por separados y provisionalmente en tumbas cedidas por vecinos del pueblo. En 1957, Josep Maria Corredor i Pomés, secretario de Pau Casals, avisó en las páginas de «Le Figaro Littéraire» que Machado esperaba tumba definitiva, iniciándose una subscripción popular. Casals quiso pagarlo todo, pero finalmente fueron los muchos los que quisieron participar en aquella iniciativa, contándose con mecenas anónimos o tan conocidos como René Char o Albert Camus. Poco después del traslado definitivo de los restos a lo que es hoy su definitivo descanso, Casals quiso visitarlo acompañado de su violonchelo. Allí, sin ningún tipo de cámaras y en soledad, interpretó ante la tumba de Antonio Machado y su madre Ana Ruiz «El cant dels ocells».

Un poco más tarde, en febrero de 1959, un grupo de escritores subió hasta el pueblo marinero para rendir su particular homenaje al autor de «Soledades» y «Campos de Castilla». Ellos eran Carlos Barral, Caballero Bonald, Luis Marquesán, Gil de Biedma, Ángel González y Joan Ferraté. Eran los nuevos poetas, los que tomaban el relevo al maestro.