Escritores

«No me gusta que se narren los sueños como algo lógico»

Entrevista a Rodrigo Fresán: «Un escritor necesita producir monstruos, soñar lo que sea»

El escritor Rodrigo Fresán
El escritor Rodrigo Fresánlarazon

Entrevista a Rodrigo Fresán: «Un escritor necesita producir monstruos, soñar lo que sea».

–Acaba de publicar el segundo volumen de su trilogía. ¿Tiene «La parte soñada», su nuevo libro publicado por Literatura Random House, «La parte soñada», dependencia de su anterior trabajo «La parte inventada»?

–Sí, es muy dependiente. Me gusta decir que no es una precuela o una secuela, pero sí una dura antecuela que transcurre en simultáneo antes o después. No, no era la idea original. Cuando escribí «La parte inventada» pensé que todo acababa allí, pero a la hora de sentarme a escribir el siguiente proyecto me di cuenta que todavía era muy prisionero de la voz y de los personajes. Me costaba mucho sacudírmelos de encima. Tras intentar resistirme a ellos, finalmente decidí rendirme. «La parte soñada», que es el que acaba de salir, lo escribí un poco en sincronía con «La parte recordada» que será el último. La idea es que los tres títulos reflejen un poco las tres maneras de abordar una historia: mediante la invención, el sueño y lo que se recuerda. Buena parte del libro pasa por la idea del insomnio y tuve una especie de brote de insomnio durante la escritura del libro. Una de las señas del insomnio es hacer listas, la enumeración de cosas. La gente normal cuenta ovejas, pero un escritor empieza a contar una cantidad de otras cosas. El libro está muy marcado por esta idea de la numeración, de contar y restar cosas.

–¿Padeció insomnio mientras escribía «La parte soñada»?

–Sí, cuando empecé a escribir el libro empecé a padecer un caso de insomnio bastante grave e, incluso, tuve que tratarlo, pero también me decían que correspondía con la edad y con el cambio del ciclo de sueño que se tiene a partir de los 50 años. En ese sentido, el libro está muy documentado en lo que se refiere al insomnio. Lo viví muy de cerca, si bien el personaje narrador tiene varios puntos en común conmigo, no soy yo, como tampoco era yo el personaje de «La parte inventada».

–Goya, todo un especialista en mundos oníricos, decía en uno de sus grabados más conocidos que el sueño de la razón produce monstruos. ¿Pasa lo mismo con los sueños del escritor?

–Seguramente, lo que pasa es que Goya lo señalaba como una especie de peligro. Un escritor necesita producir monstruos, necesita soñar lo que sea. Un escritor que no sueña corre un serio peligro de extinguirse.

–Cita a Henry James cuando decía que si no se quiere perder lectores, no se debe contar un sueño. ¿Está usted de acuerdo con esa afirmación?

–No, evidentemente. Me parece que está mal usado el sueño como un mecanismo revelador. Hay grandes escritores y artistas de lo onírico, como David Lynch, alguien que se ha dedicado a filmar y retratar de una manera muy personal, pero también muy convincente, el mundo de los sueños. La primera parte del libro funciona como una especie de historia de los sueños y era particularmente complicada porque lo más difícil de escribir y comunicar son los sueños y el sexo, dos lugares a los que te puedes ir al cuerno muy fácilmente o que sean una pesadilla. No me gusta cuando en la literatura se narran los sueños como algo más o menos lógico, del mismo modo que no me gusta la novela supuestamente realista que para mí es la más irreal de todas. No pensamos de un modo realistamente narrativo y novelado. Pensamos dando saltos de adelante a atrás.

–¿Qué paralelismo habría entre ese periodo de ensoñación del escritor y aquel casi onírico del espectador cuando se enfrenta a la pantalla de cine en una sala oscura?

–Bueno, eso ocurre cada vez menos porque se está perdiendo la experiencia mágica y sacramental del cine. Pero en ese sentido, el libro está construido en torno a tres movimientos: sueño, ensueño e insomnio o despertar, una suite de tres movimientos, de maneras de relacionarse con el acostarse o el despertarse. La oscuridad es un lugar muy interesante en el que ocurren muchas cosas aunque no se vean. En el libro hay un personaje que es una especie de terrorista fotofóbica que está reclamando el retorno de la oscuridad, que volvamos a vivir un poco a oscuras y que haya una diferencia clara entre la noche y el día. Ahora con los teléfonos móviles es muy difícil que haya oscuridad total en ninguna casa. Una de las cosas que me enteré documentándome para el libro es que hasta la llegada de la luz eléctrica, que planteó una diferencia muy clara entre el mundo de las luces y el de las sombras, la noche se dividía en dos partes. La gente se acostaba y se despertaba a las tres de la mañana, teniendo como tres o cuatro horas para irse de fiesta con amigos, dedicarse a escribir, componer música, hasta irse a dormir hasta la mañana. Eran como dos pequeñas noches con un momento de gran actividad en la oscuridad que era muy interesante. Todo eso se ha perdido, salvo para los que están tuiteando a las tres de la mañana.