Barcelona

Pepe Serra: «Barcelona no es una ciudad en la que poner franquicias de museos»

Es el responsable de uno de los principales museos catalanes. Pepe Serra hace balance de su gestión y señala en esta entrevista los retos de futuro, sobre todo pensando en 2029.

Pepe Serra, director del Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac).
Pepe Serra, director del Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac).larazon

Es el responsable de uno de los principales museos catalanes. Pepe Serra hace balance de su gestión y señala en esta entrevista los retos de futuro, sobre todo pensando en 2029.

–Me gustaría empezar preguntándole por su balance respecto a su labor al frente del Museu Nacional d’Art de Catalunya (Mnac).

–El balance es positivo y me gusta resumirlo diciendo que éste es un museo que está activado. ¿Hay limitaciones? Sí. ¿Los presupuestos debería crecer? Sí. ¿Hay que arreglar los accesos? Sí. Sin embargo, el museo en estos cinco años el museo ha activado las relaciones que le son propias en muchos niveles. Me gusta, por tanto, la idea de dimensión: un museo que va de la escuela al vecino, al experto, al crítico, al galerista, a los medios, al público. El museo ha diversificado su propia narrativa, su relato, sus posibilidades y hemos eliminado algunas urgencias, de manera que podemos hablar a medio y largo término. Por ejemplo, el museo ha pasado de 450.000 a 900.000 visitantes, pese a que no nos obsesiona el subir nuestros visitantes. Estamos ante un muy buen momento porque se han apagado los fuegos que teníamos en un primer momento, con una crisis que amenazaba a la propia estructura del museo. La programación, que estaba un poco abandonada, la tenemos cerrada hasta 2020. Ahora lo importante es dibujar los próximos cinco años, pero también pensando en 2029 cuando tenga lugar el centenario del edificio.

–Tomando esta imagen del futuro museo de 2029. ¿Formarán parte de él los pabellones que hay junto a la fuente de Montjuïc?

–Lo vamos a volver a intentar. Si la ciudad y el gobierno de la Generalitat tienen un plan para ordenar esta zona y que es intermitente, hasta el punto una carrera o el Salón del Automóvil te puede cerrar el acceso, si se soluciona este espacio a favor de los vecinos y del espacio público, entonces el museo puede participar. Sería entonces cuando nuestros espacios de exposiciones temporales estarían mejor abajo. Somos un museo con muy poco espacio expositivo: no se puede olvidar que nuesta sala oval y en el primer piso, bajo la cúpula, no se puede exponer. Así que nuestra misión expositiva, con el espacio que tenemos, es irrealizable. Si se hiciera una apuesta de este tipo, el museo podría jugar un papel muy importante de vertebración y cohesión.

–¿Qué le parece que se esté creando hoy un museo pensado en un tipo de turistas en Barcelona? Me refiero a la futura franquicia del Hermitage en la ciudad.

–No es mi modelo, ni creo que nos haga falta. Barcelona no es un lugar en el que poner franquicias porque no las necesitamos. Soy muy partidario de las iniciativas privadas, como están haciendo Vila Casas o Suñol, a los que deberíamos dedicar un monumento en la plaza Catalunya. Ahora bien, esto es una franquicia, un modelo colonial-imperialista, como el Guggenheim.

–Ese modelo de museo es el que se ha impuesto en algunas ciudades, por ejemplo, en Málaga.

–En una ciudad como Barcelona, con un monográfico sobre Picasso creado por Picasso, uno de Miró creado por Miró, otro de Tàpies por Tàpies y a hora y media uno de Dalí creado por Dalí, francamente, ¿no son estos agentes suficientemente potentes para interactuar con quien sea e intercambiar sus colecciones? Me encanta la circulación del patrimonio. Tal vez en una ciudad como Málaga tenga sentido que eso sea así, pero aquí no tiene lógica. No tenemos que hacer espectáculo y mucho menos de servicio turístico. Nuestra función es acoger a todo el mundo, pero con propuestas de interés y que generen preguntas. Nosotros con poco podemos crecer.

–Está en el aire el futuro de una colección como la Godia. ¿El Mnac intentará que acabe en sus salas?

–El museo debe hacer todo lo posible por esta colección que está en manos privadas, pero que tiene una historia, la de Francisco Godia, que forma parte de la del coleccionismo en nuestro país, como Plandiura o Cambó. Creo que es nuestra responsabilidad, y yo la asumo, intentar que si es posible parte de esta colección se integre en las colecciones públicas. Es un fondo muy bueno y nos explica cómo han pasado las cosas. Godia ya es memoria y es un coleccionismo muy bueno. No se lo voy a ocultar: hemos hablado con sus propietarios.

–¿Qué falla para que todavía no esté en el Mnac?

–Es una propiedad privada de gran valor. Hemos de trabajar con toda la imaginación posible para hacer el esfuerzo. Estamos en un museo que compra y que tiene sus fondos accesibles a todos. Así que debemos estar vivos y si no tenemos dinero, hemos de pedirles a las administraciones que nos dé herramientas de estímulo para la filantropía o para acuerdos.

–La inexistencia actual de una ley de mecenazgo, ¿ahoga al museo?

–Sí, totalmente, pero a este museo y a todos. Claro, el tema aquí es Hacienda. Dar una obra es pagar impuestos de otra manera, pero no esquivarlos. ¿Hemos de dejar perder fondos por este sentido? No sé si el sector ha sido lo suficientemente buena por no poner la cultura en el centro. Hay que hacer el esfuerzo. ¿La cultura catalana debe seguir siendo el 1 por ciento del presupuesto? No. Imagine que consiguiéramos, esperando que nadie se dé por aludido, una carretera menos y la Generalitat dispusiera de mil millones de euros más y no 200. Igual de esta manera podríamos homologar el sistema. ¿Es esto ingenuo? Puede ser, pero no me parece una barbaridad. Nos tenemos que comparar con los países con el máximo patrimonio. Tal vez no podamos estar en exposiciones que quisiéramos hacer por presupuestos, pero sí estamos en el circuito y en la mesa de discusiones de los grandes museos. Esto requiere políticas muy coherentes y muy bien pensadas. Lo que no puede ser es que cada cuatro años estemos inventando la pólvora.

–Volviendo a los pabellones de la Fira de Barcelona, ¿cómo ve su futuro?

–El museo planteará el futuro porque creeemos que hay una oportunidad que puede hacerse lentamente, sostenible con tres Administraciones. En el patronato de julio y a finales de año el documento estratégico que estamos elaborando y dónde hablamos de la remodelación del pabellón situado junto al Mies y CaixaForum. Con el calendario más útil y práctico haremos un plan. Con el espacio actual, el museo no puede hacer bien su trabajo.

–¿Con qué se debería llenar ese pabellón?

–Nuestra propuesta está escrita. Queremos que nuestras exposiciones temporales pasen allá. Lo que tenemos ahora es una caja de cerillas y una sala de columnas enorme. Pero es que podríamos hacer no una sino varias exposiciones porque las paredes serían móviles. Es que, desde un punto de vista ambiental, nuestra actual sala de exposiciones es de una ineficiencia muy grave. Proponemos la recuperación patrimonial de un edificio de 1929.

–¿Cómo se ve fuera de Cataluña al Mnac?

–Nos pasa una cosa muy curiosa y es que no tenemos público de fuera del Estado. Es algo gravísimo y que tiene que ver tal vez con el hecho de que nos vean como identitarios, pese a que nosotros no lo somos. Somos muy valientes con nuestras narrativas y en ella hemos puesto a Zuloaga y a Romero de Torres. El público de fuera del Estado es solamente un 4 por ciento.

–¿Cree que hay motivos políticos en ese desconocimiento limitado a un 4 por ciento? ¿La culpa es de la marca?

–Hemos anulado la marca Mnac que es incomprensible. En toda nuestra documentación, tarjetas, papeles, etc., aparece el nombre completo de Museu Nacional d’Art de Catalunya. Los museos del siglo XXI hablan del mundo por el mundo, como dice el British. Los museos nacionales han dejado de ser para las figuras ejemplares o las glorificaciones del poder. Son espacios públicos, lo más universal posible. Tenemos una colección muy catalana, pero desde allí se tiene que proyectar una visión del mundo. No debemos mirarnos el ombligo. Tenemos que explicarle a un ciudadano de Madrid o de Sevilla que si entra aquí se verá interpelado desde muchos de vista, pero no excluido.