Literatura

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Pilar Rahola: «Cuando hago literatura no hago opinión»

La autora recibió ayer el Premi Ramon Llull por su novela «Rosa de cendra» con la Barcelona de la Semana Trágica como marco

Pilar Rahola, ayer, durante el acto de entrega del Ramon Llull
Pilar Rahola, ayer, durante el acto de entrega del Ramon Llulllarazon

La autora recibió ayer el Premi Ramon Llull por su novela «Rosa de cendra» con la Barcelona de la Semana Trágica como marco.

La Barcelona de la Semana Trágica es el escenario principal de «Rosa de cendra», la obra con la que Pilar Rahola se ha alzado con el último Premi Ramon Llull que concede Planeta. Ayer la autora recibió el galardón en un acto celebrado en un hotel barcelonés y previamente habló con este diario sobre su última novela, una saga familiar que es a la par una mirada a la Barcelona de principios del siglo pasado y que puede ser también un guiño a la Cataluña actual.

Rahola reconoció que este era un premio deseado, pero antes quería estar preparada literariamente. «No quise presentarme con las otras dos novelas a ningún premio. La voluntad de hacer literatura me obligaba a picar piedra. “El carrer de l’embut” tuvo mucho éxito y “Mariona” lo dobló, algo que me dio el coraje suficiente como para ver que podía presentarme a un premio. Obviamente debía ser el Llull por dos motivos. Por un lado, está el hecho de que un premio es como un vestido de gala para un escritor: es un altavoz, te da fuerza, seguridad de traducción... Te da galones. Y, al mismo tiempo, tenía que ser el Llull porque es el premio más importante de la literatura catalana».

Historia vivida

Los hechos vividos en aquella lejana Barcelona durante la Semana Trágica se apoderan del relato narrado en «Rosa de cendra». Cuando se le pregunta a Pilar Rahola si cree que el gran público conoce bien ese episodio que tanto marcó a la ciudad, ella responde que «no porque sabemos poco de nuestra historia y porque a veces, de estos grandes episodios, solamente quedan los titulares. Evidentemente la gente sabe que se quemaron iglesias y que se ejecutó a Ferrer i Guardia, pero poca cosa más. Quienes han leído la novela me han agradecido que les haya descubierto la complejidad de la Semana Trágica, así como los personajes y el papel que tuvieron en esos acontecimientos. Siempre soy muy precisa en los datos y los hechos históricos que pongo en mis libros. Cada dato está contrastado por cuatro fuentes y esa precisión me permite el comportamiento de los personajes. Es una mirada caleidoscópica».

Barcelona no tiene solamente un papel de decorado en esta trama sino que surge como un personaje por sí mismo, con sus luces y sus sombras. La autora de «Rosa de cendra» reconoce que en todo ello hay un homenaje a la ciudad, así como a algunas de las lecturas que la han marcado. En este sentido recordó que «he incluido unos cuentos homenajes literarios personales que no tienen por qué ser conocidos y que me permito en el libro. Uno de ellos es Lawrence Durrell porque su “El cuarteto de Alejandría”, en especial “Justine”, la primera de las novelas de la serie, su personaje es Alejandría. Me enamoró esa capacidad de que la ciudad sea la protagonista, que puedas jugar con ella haciendo que las piedras, las construcciones, el alma de la ciudad esté viva. Eso es lo que he intentado con toda la humildad». Pero los referentes literarios no se acaban aquí y Rahola también nombra a Benito Pérez Galdós, «pese a que hay cosas de él que no me gustan y que creo que sus “Episodios Nacionales” descuidan mucho la complejidad catalana, lo leí mucho. Cuando escribí “Mariona” pensé mucho en él y ahora lo he vuelto a tener en cuenta en “Rosa de cendra”. También hay un homenaje a “Vida privada” de Josep Maria de Sagarra y, naturalmente Mercè Rodoreda, porque Rodoreda es los personajes pequeños que explican grandes hechos».

Es inevitable no pensar en la Cataluña de hoy cuando se lee la última novela de Pilar Rahola, con una realidad política, la de principios del siglo XX, que podría entenderse como un trasunto de lo que nos encontramos en la actualidad. La ganadora del Ramon Llull admite que no era su intención primera. «Cuando hago literatura no hago opinión. El escritor mira e intenta comprender los comportamientos humanos. El opinador juzga y analiza. Cuando hago literatura miro las pulsiones interiores. No quería hacer un retrato de la Cataluña actual, pero es que la novela me ha llevado porque los paralelismos entre ese XX y este XXI son inevitables».