Teatro

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Un «tocado y hundido» a la miseria del poder de Pinter

El Teatre Lliure acoge «Invernadero», obra de juventud del premio Nobel que retrata, con altas dosis de sarcasmo, la mendicidad de la burocracia y los abusos de la clase dirigente

El compacto elenco de la obra sobre el escenario
El compacto elenco de la obra sobre el escenariolarazon

Con los ojos desgarrados de las cuencas, así parecía mirar Harold Pinter al mundo. No es fácil ver nada hermoso, humano y cálido con los ojos arrancados, eso está claro, pero sí que permite ver un más allá, una farsa macabra en todo aquello que se mueve y respira. Para la mayoría pasa desapercibido, claro, pero para eso están los artistas, para apercibir. Cuando Harold Pinter vio la invasión soviética en Hungria en 1956, más allá de la hazaña o terror del gesto, el Premio Nobel vio en un eco la infamia del poder que se escucha por todas partes. Escribió entonces «Invernadero», obra que en 1958 guardó en un cajón y no estrenó hasta 22 años después. ¿Por qué lo guardaría tantos años? Las apuestas indican que, con Margaret Thatcher en el poder, el eco de la obra pasó a ser un grito de horror que era imposible silenciar. Pinter no dormía bien en esa época. Nada como soltar un grito para dormir por las noches.

El Teatre Lliure estrena esta noche «Invernadero», sátira cruel sobre la burocracia y el autoritarismo que dejó claro el gen crítico y la clarividencia de Pinter para analizar los males contemporáneos. El Premio Nobel nos sitúa en una especie de balneario regido por un siniestro doctor muerte y sus esbirros que utilizarán el asesinato de uno de los asistentes a este centro para crear una especie de regimen para escupir sobre los derechos humanos. El humor negro no esconde la potencia de lo que explica, sino que multiplica su efecto.

La obra, dirigida por Mario Gas y traducida por Eduardo Mendoza, cuenta con un elenco de relumbrón con Gonzalo de Castro, Tristán Ulloa, Jorge Usón, Isabelle Stoffel, Javivi Gil Valle, Carlos Martos y Ricardo Moya. «La obra es una metáfora de las relaciones humanas y de la acción de los estados aparentemente democráticos, pero con una vocación interior secuestradora y totalizadora. Sabemos de qué estamos hablando», comenta Gas.

Mendoza no duda en asegurar que «es una historia que me habría gustado escribir», por eso le ha fascinado traducirla ya que «como estaba escrita, me he ahorrado la parte más difícil». «Es una obra muy fresca y variopinta que, a medida que avanza la acción, puede descolocar un poco. Se va densificando hasta dar un poco de miedo», añade Gas.

Gonzalo de Castro es el director de la institución y Tristán Ulloa es su fiel mano derecha, ambos encantados de mantener el clima de terror que han creado en el centro para mantener el orden, su orden en particular. No interpretan a personajes malvados, sino personas inoperantes, que no saben hacerlo mejor.

El amor por el nobel continúa

En el último lustro, los montajes sobre textos de Harold Pinter no han dejado de sucederse. Lluís Pasqual dirigió «Celebració» en 2010; Josep Maria Pou «Terra de ningú» en 2013; Sergi Belbel apostó por «Vells temps» en 2014; y Xicu Masó dirigió «L’encarregat» en el mismo año, y sólo son una pequeña muestra de otros tantos.