Literatura

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«El ser humano vive atemorizado ante un futuro que ve catastrófico»

José vicente pascual. «ISLA DE LOBOS» es la obra ganadora del Premio Valencia Alfons el Magnànim de novela 2016, en la que el madrileño, de alma valenciana, presenta un mundo ficticio de una época imaginaria con grandes lecturas filosóficas y humor.

«El ser humano vive atemorizado ante un futuro que ve catastrófico»
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-¿Qué supone para usted haber ganado el Alfons el Magnànim?

-Lo he dicho siempre sin ningún pudor. Me apetecía mucho presentarme al premio Valencia de Novela. Y me apetecía mucho ganarlo por mi relación y vínculo con esta ciudad. Yo soy hijo, nieto y bisnieto de valenciano. Nací en Madrid circunstancialmente. Pero todos mis vínculos familiares, y los grandes vínculos de mis padres están en Valencia. Nunca he vivido aquí, y siempre ha sido una ciudad añorada. Mi pertenencia es sentimental. He recibido otros premios literarios, pero desde el punto de vista sentimental para mí es el premio que más he agradecido y el más importante de todos.

-¿Dentro de qué género encasilla ría esta novela?

-Aunque el galardón que me han concedido es valenciano, la novela está escrita en castellano. Por tanto, yo la encasillaría dentro del género de la novela narrativa española, sin más.

-Fuensanta Niñirola dice que su obra es un «No lugar» y un «No tiempo». ¿Qué quiere decir?

-La novela está situada en una isla muy pequeñita e imaginaria y en un tiempo sin concretar. Estaría ambientada, en todo caso, en un hipotético fabulario imaginario siglo XVIII, bajo unas coordenadas políticas históricas que nunca han existido y con unos personajes, evidentemente, que nunca han sido. Precisamente porque nunca han existido, yo los he querido hacer muy verosímiles desde el punto de vista humano. Más que la ubicación espacio temporal de la novela, me interesaba el trasfondo de la misma, su tema. Trata de los universales de la literatura clásica de los albores de nuestra civilización. El ser y la conciencia humana y el sentido de estos, la conciencia individual, el tiempo, el amor, la muerte. Eso sí, he intentado adornarlo con mucho sentido del humor, en un tono lo más amable posible, ágil y ameno posible. Es un no tiempo y un no lugar, un comentario sobre la condición del ser humano.

-Aunque la isla sea un lugar ficticio, ¿rondaba en su cabeza algún lugar real para inspirarse?

-Sí. Yo vivo en Tenerife y la isla y las Canarias en general son un volcán todas ellas. La parte más visible del volcán está en Tenerife, en el Teide. Además, hay una isla entre Lanzarote y Fuerteventura que se llama Isla de Lobos. Es muy pequeñita, puedes recorrerla andando en apenas dos horas. A mí me parecía fantástico el nombre, que procede de los lobos marinos que habitaban en aquella zona y que ahora los pescadores han exterminado por la cantidad de pescado que consumían al día. Me pareció un sitio con un nombre espectacular y un título muy bueno para la novela.

-Isla de Lobos es una lugar en el que pesa una ineludible maldición. ¿En qué consiste?

-Es la maldición que tenemos todos: se llega, pero no se sale. Encima, la mayoría de gente no sabe cómo ha llegado allí, ni tampoco cómo salir y sospechan que ni vivos ni muertos saldrán de Isla de Lobos. No es una maldición, es una vehemente sospecha de que las cosas van a funcionar pero no se sabe bien por qué ni para qué.

-¿Qué lecturas o paralelismo con la actualidad pueden extraerse en la obra?

-La actualidad que vivimos ahora mismo es un poco prosaica, y bastante anodina y, desde mi punto de vista, aburridísima. En realidad, la novela intenta ser constituida como una obra bella, y lo bello es una verdad en sí misma, y esta siempre tiene una proyección en la contemporaneidad. Esa es mi reivindicación en un tiempo de hiperinformación, mucho ruido y ya no digamos sensacionalismo, sino directamente alarmismo. Como cuando se dice, «dentro de un año no se van a poder pagar las pensiones» y en eso se va nuestra vida. El ser humano contemporáneo no vive indignado, vive atemorizado ante un futuro inmediato que todo el mundo ve catastrófico, o incluso apocalíptico. Es también una invitación a reflexionar. Vivimos obnubilados por el brillo de la cotidianidad y somos incapaces por un momento de callarnos, vernos a nosotros mismo, reflexionarnos, y estamos olvidando cosas muy importantes. Tan importantes como el ser, quiénes somos y para qué y por qué estamos en este mundo, que será para algo más que para preocuparnos de si las pensiones se van a acabar dentro de un año. Por mi edad, la cuestión debería de preocuparme, pero si se acaban, seguiré escribiendo novelas y veré si así puedo sobrevivir. Si no, al menos siempre tendré para dormir, que eso es gratis.

-Puede encontrarse obras suyas firmadas bajo el pseudónimo de José Ferrer. ¿Por qué lo utiliza en ciertas ocasiones?

-En realidad no es un pseudónimo, sino mi nombre. Me bautizaron como José Vicente Ferrer y mis apellidos son Pascual y González. Tampoco lo he utilizado mucho, y cuando lo he hecho, ha sido simplemente porque me ha apetecido reivindicar estos nombres. Creo que cuando uno lleva tantos años en esto y ha publicado un montón de obras, acaba editando los libros como le da la gana.

-¿Trabaja en nuevos proyectos?

-Acabo de terminar una novela. Es una continuación para cerrar la novela anterior a «Tierra de Lobos», «Interregno», de la que quedaban varios temas abiertos. Se titula «En pie sobre las ruinas». Viene de una cita de Julius Evola, que en su obra «Rebelión contra el mundo moderno» tiene un párrafo que termina con un interrogante que dice: «¿Pero realmente queda alguien en pie sobre este mundo en ruinas?». También es una declaración de cariño, amistad y gratitud a un buen amigo mío que está pasando un mal momento, un magnífico poeta argentino, Juan Pablo Vitali, que tiene una obra titulada «De pie sobre las ruinas», a quien le pedí permiso para calcar el título. Yo decidí que tenía que ser «en pie», porque estar de pie en una circunstancia, pero estar en pie es un acto de voluntad.