Patrimonio

1620, el año en que de verdad brilló

Las recreaciones sobre las fachadas de la Plaza Mayor recuerdan desde su incendio a la beatificación de San Isidro
Las recreaciones sobre las fachadas de la Plaza Mayor recuerdan desde su incendio a la beatificación de San Isidrolarazon

Escenario emblemático de Madrid, en él se han producido a lo largo de cuatros siglos hechos populares, lúdicos, corridas de toros, autos de fe, ejecuciones públicas, mercados, revueltas, motines, proclamaciones y otros episodios históricos. La inauguración oficial de la Plaza Mayor, en 1620, contrasta con la discreta conmemoración de su cuarto centenario que comenzó ayer. Sabemos lo que la alcaldesa, Manuela Carmena, ha preparado; sepamos lo que 397 años antes, el alcalde Villariz organizó para inaugurar la nueva plaza. Su construcción comenzó en 1617 y las obras se terminaron en 1619, con un coste de más de 200.000 ducados. El Concejo pretendía que la inauguración oficial de la obra se llevara a cabo lo antes posible, pero el propio rey Felipe III, le manifestó al entonces regidor de la villa que habría de encontrarse una ocasión propicia para que el acto revistiera la solemnidad exigida por la grandiosidad de la obra, una celebración como nunca se había conocida otra en la villa. El monarca ya tenía en mente el acto central para la inauguración, y es que el 14 de junio de 1619, el Papa Pablo V, había firmado el decreto de beatificación de Isidro, llamado a ser el patrón de Madrid. La celebración de tan grandioso acontecimiento se haría coincidir con la inauguración oficial de la nueva Plaza Mayor.

Retraso por mandato real

Aunque la intención era celebrar el evento ese mismo año de 1619, tuvo que retrasarse. El motivo fue, que a la vuelta de un largo viaje a Lisboa, Felipe III se sintió enfermo. Dado el empeoramiento del rey, le fue llevado hasta su lecho el arca con el cuerpo incorrupto del santo. Al poco, recobró la salud, regresó a la corte, y en colaboración con el Concejo, se diseñaron los actos de inauguración oficial de la Plaza Mayor, fijando la fecha para los mismos, el viernes 15 de mayo de 1620.

La nueva plaza se convirtió en el escenario principal de las celebraciones por la beatificación del que desde ese momento se convertiría en el patrón de Madrid. A los actos principales asistió Felipe III, toda la Corte, el Concejo y unas 50.000 personas. A las diez de la mañana de ese 15 de mayo, se reunieron los pendones, cruces, cofradías, clerecías, alcaldes, regidores y alguaciles de 47 villas y lugares. Llegaron los Reyes desde Aranjuez. En la plaza se había montado un castillo de fuegos artificiales, que por error, se quemó antes de tiempo. Por la tarde, hubo procesión con el cuerpo incorrupto del beato, en un arca de plata construida y costeada por el gremio de plateros. La orden de los dominicos instaló un altar en la Plaza Mayor, adornado con abundantes joyas de oro y plata. Durante tres noches se pusieron luminarias y faroles en las ventanas de la Casa de la Panadería y de la Carnicería. Hubo danzas, máscaras, juegos de cañas y encamisados.

En medio de la plaza se levantó un Castillo de Perfección, para llevar a cabo representaciones en las que se escenificaron milagros del santo, a cargo de Mira de Amescua, y entre ellas, la obra que Lope de Vega había escrito en 1617, titulada: «Comedia famosa de san Isidro Labrador». Después se quemaron fuegos artificiales; uno de ellos cayó dentro del castillo, quemándolo todo y a punto de producir un gran incendio en toda la Plaza, que no fue extinguido hasta las dos de la madrugada. Los festejos duraron ocho días y costaron más de 4.000 ducados. Alguien dijo que «fueron las fiestas de mayor solemnidad que se han visto en Madrid jamás».

Entre los actos programados hubo unas justas poéticas. Se convocó un concurso al efecto, en el que Lope de Vega incluso participó con dos seudónimos. Ganó dos premios.