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Aluniceros: El trono de «El Niño Sáez» se queda vacío

► Su muerte trae el ocaso de la castiza técnica de los alunizajes.. ► Sólo quedan dos o tres de los grandes que aspiran a recoger el testigo del «rey». ► El resto se ha retirado o está en prisión

Aluniceros: El trono de «El Niño Sáez» se queda vacío
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«El Niño Sáez» era el más habilidoso alunicero, pero también era padre de un chico de 14 años, ex marido de Ana, novio –dicen– de varias exuberantes mujeres y «joven empresario».

Un paseo de poco más de 20 minutos bordeando el Manzanares separan la calle Juan Tornero del cementerio de San Isidro. El lugar donde cayó abatido a tiros hace hoy una semana el «rey» de los aluniceros está muy cerca del camposanto que su madre, vecina también de Puerta del Ángel, ha elegido para que su cuerpo descanse en paz. Francisco Javier Martín Sáez, «El Niño Sáez», era el más habilidoso alunicero, pero también era padre de un chico de 14 años, ex marido de Ana, novio –dicen– de varias exuberantes mujeres y «joven empresario», que habría recibido todas las ayudas que se ofrecen a los emprendedores menores de 35 años si no fuera porque sus exitosos negocios eran ilegales.

«El Niño» dio trabajo e hizo ganar muchísimo dinero de forma intermitente a medio centenar de personas con las que «colaboró» a lo largo de los últimos 15 años. Dicen que era una persona de palabra, que siempre pagaba, que respetaba los códigos de la calle y que «se portaba» con los suyos. Lo que él facturó fue desorbitado. Había invertido casi todo su patrimonio –se habla de cerca de 50 millones de euros– en pisos, siempre a nombre de testaferros –no todos familiares–, que ahora se quedarán con el dinero confiado al estar su verdadero dueño bajo tierra.

Fue de los mayores expertos de la historia en grandes robos con fuerza la mediante la técnica del alunizaje sin hacer uso nunca de la violencia. Prueba del respeto que se granjeó a lo largo de los años entre amigos y conocidos es la cantidad de allegados que acudieron a darle el último adiós el pasado miércoles por la mañana al cementerio de San Isidro. También se pudo ver allí el enorme vacío que deja su muerte: escenas de dolor y también de tensión: «El Giorgio» y «El Isma», dos de sus discípulos, llegaron a las manos en pleno camposanto y el primero se fue además con un golpe en el coche.

«Vuelcos»

Aunque eran conscientes de que desde que «El Niño» se inició en los «vuelcos» (robos de cocaína o dinero a narcos, muchas veces, haciéndose pasar por policías) añadió un plus de peligrosidad a su trabajo, su muerte ha dejado un vacío repentino no sólo a nivel familiar, sino también delincuencial. Ahora se abre un tenso periodo en el que se espera que alguno de sus «aprendices» tome el testigo y le suceda en el trono. Pero Sáez ha dejado el listón muy alto y parece que el mundo del alunizaje, modalidad delictiva madrileña –los «palos» que se hacen fuera llevan la firma de bandas de Madrid–, está en declive. Quienes en la actualidad siguen dedicándose a este aparatoso robo van contra objetivos más pequeños, según explican fuentes policiales.

Al lado de «El Niño» todos parecen amateurs. Ninguno ha alcanzado, por el momento, la profesionalidad y «grandeza» que consiguió Sáez. Esos robos de película: entrar en un depósito judicial de cocaína en Málaga y llevarse 120 kilos o una nave de tabaco en Martutene (Guipúzcoa), donde algo salió mal cuando estaba a punto de levantar un millón de euros en cajetillas.

En aquel momento fueron varios los chavales que, como Sáez, vieron los grandes beneficios que daba este delito que, al tratarse de un robo con fuerza sin violencia o intimidación, sale «más barato»: reventar la luna de una boutique de lujo en Serrano está menos penado y las ganancias son exponenciales. Y eso que el alunizaje suele entrañar tres delitos en uno: robo de vehículo (los coches: un todoterreno para empotrarlo y un BMW para huir), el propio robo de la mercancía y un delito contra la seguridad vial en la huida, ya que, a 200 kilómetros por hora y sin luces se pone en peligro la vida de otros conductores.

Coches «mordidos»

En el descampado de detrás de Las Torres de Villaverde primero, cerca de Plata y Castañar, y en solares de La Cañada Real más tarde o en extintos poblados como Las Mimbreras, quemaban los coches que creían «mordidos» por la Policía tras desguazarlos para revender las piezas o los dejaban «enfriar» antes de volver a usarlos. Eso sí, en una noche se daban tres o cuatro «palos». Hubo un tiempo en que empotrar una coche contra la luna de una boutique de la Milla de Oro era una tarea casi diaria y hubo muchos policías que tuvieron que especializarse en evitarlo. Era la primera década del 2000. «El auge del alunizaje y de toda esta gente ya pasó», explica un agente que los siguió bien.

Si hay que buscar un sucesor a «El Niño» hay que irse a Villaverde. Aunque Sáez se crió en Alto de Extremadura, este distrito es la tierra de los aluniceros. De allí han salido los mejores y, en muchas ocasiones, los nombres de famosos delincuentes van ligados a sagas. Comenzaron la familia de Los Lázaro y pronto cogieron el testigo los Bote Vargas y los Arriero Valcárcel. «El Isma» o «Troll» es uno de los Valcárcel más conocidos y aprendió de Sáez, así como sus hermanos David y Félix. Ahora, dicen, hay gente de la UVA de Hortaleza y de Vicálvaro que están haciendo cosas pero más pequeñas. También hay un tal Cruz Damas que vivía por San Fermín que suena bastante en este mundillo.

Enterrado Sáez, muchos se preguntan quién ostentará ahora el primer puesto. «Ahora mismo nadie. Los únicos que siguen en activo que podrían hacerse con el título de «reyes» son «El Taca» y «Juanjito», explica un experto en estos menesteres. Este último es Juan José Caro Moraleda, de 35 años, pero aseguran que está en prisión, así como el famoso Juan María Gordillo Plaza, «El Niño Juan»; o Gregorio Rodríguez Plaza, «El Goyito», famosos por los palos que hace unos años hicieron temblar a las mejores boutiques.

El famoso «Isma», el más competente del clan de los Arriero, dicen que se «ha retirado» por un tiempo después de un golpe que le salió bien y lleva bastante viviendo de aquello. Muchos le confunden con otro «Isma», también conocido en el mundo del hampa, pero este otro Isma se dedica al tema de extorsiones y secuestros exprés y vive por la zona de Toledo, entre Yuncos, Illescas y todos esos pueblos a los que se mudaron muchos de estos delincuentes cuando la Policía empezó a pisarles los tobillos.

El mítico Raúl García, «El Taca», por su fama de tacaño, ya tiene 38 años pero sigue siendo el número uno en el uso de la lanza térmica. Raúl solía jactarse ante la Policía de ser el mejor. «Lo que otros tardan 45 minutos, yo te lo hago en cuarto de hora», decía. Y era verdad. Por eso trabajaban como «autónomo» para distintas bandas. Lo hizo mucho para Sáez, que también tiraba de «Juanjito» para que le hiciera de chofer. «Al volante éste era un crack. Ha llegado a correr en rallies y una vez lo hizo con Rossi. No creas que le sacó mucha diferencia», asegura un conocido. «El Taca» se dedica ahora a la compraventa de coches en Aluche. «Ese sí puede ser ahora mismo el mejor. Te hace un butrón a un banco y se lleva lo que quiera. Y no le coges. Pero lo del alunizaje ya sólo quedan coletazos», asegura un experto. También sonaron mucho José Antonio A. A., «El Plátano», Jesús José P. P., «El Chuky», Adán Silveira «El Fernando Alonso», Ricardo G. J., «Kadur», Daniel Gutiérrez, «El Rana» o «El Giorgio». Éste último, junto con Francisco Recio, «Lucio», «El Niño Moro» y «El Libanés», son los más activos y no faltaron al sepelio de Sáez.

Dinero fácil

Son jóvenes madrileños atraídos por el dinero fácil e impresionados por vestir de grandes marcas, tener lo último en electrónica y entrar en reservados de las discotecas caras de Madrid. Marcaron una época en la delincuencia y no sólo fueron creadores del «alunizaje», había ciertos protocolos que seguían todos. Las mazas o tapas de alcantarilla con las que terminaban de romper una luna, las papeleras del mobiliario urbano de Madrid que utilizaban de saco para llenarlas de móviles o lo que robaran y la conducción temeraria para luego quemar, literalmente, los coches. También más de uno se ha escapado de prisión en traslados penitenciarios al hospital o al entierro de familiares.

La mayoría han delinquido desde los 15 o 16 años por lo que acumulaban experiencia y detenciones. Sáez, que se convertirá en leyenda del alunizaje junto a otros que murieron con las botas puestas como el antiguo «rey» de los aluniceros, «Carlos Jarry», o «El Pimiento» (ambos tiroteados en 2008) empezó a «trabajar» a la edad que ahora tiene su hijo, y no paró hasta el día de su muerte. «El Niño» ha desaparecido joven, a los 36, pero ha trabajado 20 aunque cotizados no tendría ni un mes. Si bien es cierto que ahora se dedicaba a los vuelcos dicen que Sáez y su banda no habían dejado de dar «palos» (alunizajes, butrones, asaltos a trailers con mercancía atractiva...) pero que había depurado aún más su técnica y, precisamente porque le salían bien, no trascendían.

El Grupo VI de Homicidios investiga quién está detrás del encargo de su muerte. Una de las líneas de investigación más sólidas es que un conocido narcotraficante del que se hizo socio se la jugó y se quedó con una partida de cocaína aunque a «El Niño» le dijo que la devolvería, por lo que Sáez creía que aún no debía pagársela al colombiano suministrador. Y ya se sabe que un malentendido en el mundo de los colombianos, donde se metió sin tener ni idea (era el rey de los alunizajes pero un novato total en el de los narcos) se paga con balas.