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Bruno escondía bajo llave la trituradora, hachas y cuchillos

El sótano de los horrores. Impedía a sus inquilinos entrar en una de las habitaciones de la segunda planta y en el sótano, donde guardaba un arsenal. Criminalística intenta determinar ahora de qué órgano es la sangre de Adriana encontrada en la picadora

Efectivos de la Guardia Civil junto al detenido tras el registro efectuado en la casa de Majadahonda
Efectivos de la Guardia Civil junto al detenido tras el registro efectuado en la casa de Majadahondalarazon

El presunto descuartizador de Majadahonda tenía, cual Barbazul, habitaciones cerradas en el chalé de La Sacedilla en las que no podían entrar los inquilinos a los que alquilaba cuartos. En concreto, el detenido por la desaparición de Adriana Giogiosa, tenía cerrados con llave el dormitorio que utilizaba ocasionalmente y el sótano, donde se halló la trituradora en la que la Guardia Civil descubrió sangre de la mujer desaparecida, junto con una colección de armas blancas entre las que habían hachas y cuchillos. Además, en una rueda de prensa en la que participó la delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, y los comandantes de la Guardia Civil que investigan el caso, se detalló que todavía no se ha desmontado completamente la picadora para extraer todos los restos biológicos y que se está tratando de determinar a qué órgano pertenecen los restos analizados que coiciden con el ADN de la mujer argentina, lo que daría pistas sobre lo ocurrido.

De hecho, el comandante jefe de la Guardia Civil de Majadahonda, Julian Martínez, matizó que Bruno Hernández, el casero de Adriana, está imputado únicamente por la supuesta detención ilegal de su inquilina, ya que, a raíz de la denuncia del hermano de la mujer y la investigación de su desaparición, calificada de «alto riesgo», se hallaron indicios –también en el piso del padre del detenido, donde residía– de que ésta podría haber sido retenida en contra de su voluntad por parte del arrestado, ya que todavía no hay pruebas concluyentes que induzcan a pensar en un delito más grave. También se está analizando el número de serie de la trituradora para saber si se compró antes o después de que Adriana desapareciese.

Igualmente, el jefe de la investigación ha corroborado que el detenido acudió al menos en dos ocasiones a un centro comercial cercano para hacer acopio de grandes cantidades de productos de limpieza como guantes, detergentes, bolsas de basura, etc. «Estuvo dos días limpiando la vivienda pero no había terminado cuando procedimos a registrarla, por lo que quedaron bastantes restos», especificó el guardia civil, que desmintió que se hubiesen hallado dientes humanos en la casa o en la trituradora.

Según explicó ayer Martínez, Bruno fue descrito por sus anteriores inquilinos –que han sido localizados todos salvo Adriana– como una persona «rara, que llegaba a deshoras y no les permitía acceder a algunas partes de la vivienda». De hecho y ante los antecedentes de enfermedad psiquiátrica del detenido, el Instituto Armado ha encargado a sus psicólogos que elaboren un perfil psicológico. Martínez ha detallado también que Bruno trabajó en una central de alarmas, reparando ordenadores y repartiéndo publicidad.

Igualmente explicó que la finca en la que se buscaron restos de la mujer de origen argentino y de Lidia, la tía del arrestado, propietaria del chalé, no es propiedad de su familiar como se dijo en un primer momento sino que fue adquirida por él, según indicaron vecinos de Santa Cruz de la Zarza, como una «inversión. Sobre los restos hallados en este terreno, el jefe de la investigación explicó que se han recabado 22 muestras biológicas de las cuales dos son de sangre. Todas ellas se están analizando en el laboratorio de Criminalística del Instituto Armado para averiguar si son humanas y, en tal caso, compararlas con el ADN de Adriana y de la tía del detenido.

Tras la pista de su tía

Respecto al paradero de Lidia Hernández, el comandante de Majadahonda explicó que en línea con la investigación del entorno del sospechoso no se logró dar con el paradero de su tía, de la que no hay constancia desde hace unos cinco años, cuando puso a la venta el chalé. Es más, la Guardia Civil investiga un documento hallado en uno de los registros y fechado en fechas cercanas a la última vez que se vio a Lidia, ésta cedía el usufructo de la vivienda a su sobrino. Así, los agentes estudian si el documento podría estar falsificado. El comandante jefe de Majadahona indicó que no se ha encontrado a la mujer en ninguna residencia de la tercera edad ni tampoco en hospitales o centros sanitarios, no constando un certificado de defunción. Asimismo, en sus cuentas bancarias no se refleja ningún movimiento de salida de efectivo y solo hay cobros regulares de facturas de servicios. Por todo ello, la Guardia Civil sospecha que su desaparición no ha sido voluntaria aunque de momento no la vinculan con el detenido. Cuestionado sobre por qué ningún familiar se había interesado por Lidia Hernández, incluído su hermano, padre del detenido, Martínez explicó que las relaciones con su familia eran muy distantes.

Por último el jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Majadahonda aclaró algunas líneas de la investigación que de momento no han llevado a pistas interesantes. Es el caso del teléfono móvil de la desaparecida, que fue localizado en Barcelona, se tiene constancia de que el detenido viajó hasta la ciudad Condal pero no han podido relacionar ambas circunstancias, pese a que Bruno tenía en su poder, en la casa de su padre en Móstoles, documentación de Adriana, su ordenador y su coche. Sobre este vehículo, Martínez señaló que los perros de búsqueda habían marcado en su interior restos pertenecientes a la argentina pero que al ser su automóvil, que usaba a diario, esto no es determinante.