Violencia callejera

Detenidos ocho jóvenes tras dar una paliza a un hombre que les pidió que no orinaran en la calle

Llamó la atención a una joven que estaba agachada en mitad de la acera y se le abalanzaron los amigos. Él acabó en el hospital con fractura en nariz, pómulo y contusiones por todo el cuerpo.

Los hechos sucedieron a las 19:00 horas del domingo en la esquina de la calle Cobre con Granito, a escasos metros de la estación de Arganzuela-Planetario
Los hechos sucedieron a las 19:00 horas del domingo en la esquina de la calle Cobre con Granito, a escasos metros de la estación de Arganzuela-Planetariolarazon

Llamó la atención a una joven que estaba agachada en mitad de la acera y se le abalanzaron los amigos. Él acabó en el hospital con fractura en nariz, pómulo y contusiones por todo el cuerpo.

Un día cualquiera y de la forma más tonta se puede torcer la vida. En realidad, dentro de lo malo, Rafa es consciente de que podía haber sido mucho peor. Aunque aún no pueden descartar lesiones internas, de momento, «sólo» tendrá que estar de baja una buena temporada. Todo ocurrió el domingo pasado. Eran sobre las 19:00 horas cuando se disponía a ir a su puesto de trabajo. Iban con él su mujer y sus dos hijos; los tres le acompañaron hasta un parque cercano y se quedaron tranquilamente comiendo un helado. Esas casualidades que permitieron que su familia se librara de ver una escena horrible. Rafa, de 35 años, continuó su camino hasta la estación de Metro Arganzuela-Planetario. Pero pocos metros antes de llegar, al cruzar la esquina de la calle Granito con calle Cobre, se topó con una joven que estaba orinando en mitad de la acera, de casi dos metros de ancho. Rafa pensó que, ya de hacerlo en la calle, podía apartarse un poco más, hacerlo entre dos coches o en alguna zona ajardinada no ahí en mitad de la acerca, y así se lo hizo saber de muy buenas maneras. «Yo se lo hubiera dicho de otra manera pero él no pierde nunca las formas, es “demasiado” tranquilo, por eso te garantizo que no lo dijo de malas maneras», matiza su mujer. En cualquier caso, el «¿no podrías hacerlo en otro lado?» de Rafa no cayó muy bien en la joven que se encontraba agachada, que, según la víctima, le contestó algo así como: «Lo hago donde me da la gana, donde me salga...». Rafa le contestó que sus hijos solían pasar por allí a esas horas (además de todo el vecindario porque eran las 19:00 horas de la tarde) y que no tenían por qué ver eso. «Qué orgullosa estará tu madre de ti», le dijo mientras volvía a emprender su camino, dando por perdida la batalla con la joven. Pero nada más lejos de la realidad. Dos amigas de la joven saltaron enseguida y le espetaron «¿qué has dicho de su madre?». Ya era tarde. Se abalanzaron sobre él y comenzaron a pegarle puñetazos y patadas. También le tiraron un vaso a la cara. Los jóvenes, al parecer, estaban haciendo botellón en una zona ajardinada con un pequeño parque que hay justo en la intersección de esas dos calles. Las chicas no estaban solas. Enseguida comenzaron a llegar más amigos que, lejos de apaciguar los ánimos, se sumaron al linchamiento. En total, fueron ocho chavales. Tiraron a Rafa al suelo y comenzaron a propinarle patadas por todo el cuerpo: cabeza, espalda, cara, piernas... donde pillaban y sin miramiento. La víctima no sabe si fueron dos minutos o diez y no recuerda de forma nítida cómo trascurrieron los acontecimientos desde el primer golpe fuerte en la cabeza. Al parecer, hubo un vecino que intentó mediar pero también recibió algún golpe. Eso sí, hay muchos testigos porque hubo gente que lo vio todo desde sus ventanas. Enseguida llamaron al 112 y se presentaron en el lugar patrullas policiales y los sanitarios del Samur. Eran las 19:20 horas y hasta el lugar llegaron varios indicativos de Seguridad Ciudadana del distrito y el Grupo de Operativo de Respuesta (GOR), que detuvieron a seis personas en el lugar y a otros dos más tarde, que salieron corriendo después de ver lo que acababan de hacer.

Como habían indicado los vecinos en su llamada, Rafa sangraba muy abundantemente por la cabeza y tenía la cara hinchada y deformada, según el atestado policial. Le habían roto las gafas, el reloj, una pulsera, la ropa... Cuando los sanitarios de Emergencias del Ayuntamiento de Madrid llegaron al lugar se encontraron a un varón de 35 años tendido en el suelo y sangrando de forma abundante. Presentaba posible fractura de nariz, pómulo y policontusiones por todo el cuerpo. Fue trasladado a la Fundación Jiménez Díaz, según un portavoz del Samur. Allí le confirmaron la fractura de nariz y le hicieron una valoración más profunda. Tenía arañazos por la espalda y alguna lesión que no está clara que no se haya producido con un arma blanca, según explicó la familia a este diario. «Todavía no podemos descartar que tenga lesiones internas más graves. Es pronto», asegura su mujer. Ella vio cómo, mientras estaba en el parque con sus hijos, pasaban coches de Policía pero no le dio importancia y regresó a casa con los niños. Ni se le pasó por la cabeza que el jaleo fuera porque a su marido le habían linchado. Ya por la noche recibió una llamada de él mismo, desde el hospital, y le contó lo sucedido. «Esperó bastante para poder hablarme él; sino me hubiera puesto muy nerviosa. Pero no podía hacer nada, los niños ya estaban acostados, no pude ir...», recuerda, conteniendo las lágrimas. El peor trago, asegura, es explicarle a los niños por qué su padre tiene la cara destrozada. Apenas puede hablar por la sujección que le han colocado en la nariz y tiene una parte de la cara, hasta el ojo izquierdo, totalmente negro.

La pareja sabe que los chavales son del barrio y esperan no encontrárselos hasta que salga el juicio, una fecha que se puede demorar bastante. Los jóvenes fueron detenidos por un delito de lesiones y quedaron el libertad con cargos tras pasar a disposición judicial. Se trata de tres chicas y cinco chicos de entre 19 y 21 años. Todos de nacionalidad española a excepción de un colombiano, que cuenta con antecedentes, según fuentes policiales.

OPINIÓN

Volvamos al oeste

En ocasiones veo películas del oeste, esas de vaqueros en las que todo el mundo llevaba un revólver y disparaba ante cualquier afrenta. No dejaba de ser una forma de resolver conflictos basada en la habilidad de los contendientes aunque carente de ponderación. El Estado nos convenció para dejar de hacerlo y «firmamos un contrato» en el que cedíamos nuestro legítimo derecho a defensa (salvo una excepción) en favor de una justicia y una respuesta más equilibrada basada, supuestamente, en la legalidad y en la ponderación de intereses. Es sencillo: nosotros dejábamos la cartuchera y el poder nos garantizaba una justicia equilibrada. Leyendo este periódico, observo que algo en ese contrato ficticio esta fallando: terroristas, violadores, asesinos... apenas pisan la cárcel o, sin ir más lejos, la historia que aparece en esta página; un hombre es brutalmente agredido por un grupo de salvajes cuando reprendía en la calle a una chica su falta de civismo. Para cumplir ese contrato, el Estado debe garantizar a esa víctima que, según la ley penal, los salvajes estarán tres años en prisión por un delito de lesiones, que el juicio se celebrará en breves fechas y pagarán cumplidamente los daños causados. Les voy a decir lo que va a pasar; el juicio tardará años en celebrarse, no pisaran la cárcel y presentarán declaración de insolvencia a la hora del pago. Es evidente la incompetencia del Estado a la hora de administrar justicia. Debemos exigir responsabilidades, es su deber legislar medidas que sancionen la ineficacia y lentitud de algunos jueces. No se trata de «ahorcar al delincuente », pero tampoco perdernos en «burocracia garantista».

Serafín Giraldo es Inspector de Policía y portavoz de la Unión Federal de Policía (UFP)