Arquitectura

El futuro incierto del Mercado de la Cebada

El Ayuntamiento desestima convertirlo en un centro comercial y opta por dejarlo como está, con muchos de sus puestos vacíos. No hay proyecto para el que fuera el primer gran mercado de barrio de la capital.

Decenas de cierres echados son la estampa habitual de los pasillos del mercado de la Cebada
Decenas de cierres echados son la estampa habitual de los pasillos del mercado de la Cebadalarazon

El Ayuntamiento desestima convertirlo en un centro comercial y opta por dejarlo como está, con muchos de sus puestos vacíos. No hay proyecto para el que fuera el primer gran mercado de barrio de la capital.

El 11 de junio de 1875, el rey Alfonso XII inauguraba el Mercado de la Cebada. Ochenta y un años después, en 1956, se procedía a su derribo, y en la misma parcela se construía el actual, inaugurado dos años después. Una década después, en la parcela contigua se levantaba un polideportivo con una piscina y varias salas de gimnasio. En 2010, el Ayuntamiento ofrece a inversores privados convertir el mercado en un centro comercial a cambio de costear las obras de un nuevo polideportivo. No hubo respuesta inversora. Se amplió la oferta, para permitir que una empresa concesionaria construyera un centro de cinco plantas y 13.500 metros cuadrados de superficie, con un parque en el tejado del edificio. Trámites que son historia desde que, en diciembre de 2015, el Gobierno de Ahora Madrid, anulara el plan urbanístico para la Cebada, aprobado por el PP, y decidiera mantener su uso actual como mercado de barrio y no como centro comercial, a pesar de las dificultades que estaban pasando los comerciantes, compitiendo en plena crisis económica con una estructura comercial obsoleta, inadecuada, que ha provocado el cierre de muchos puestos. El Mercado de la Cebada, uno de los primeros y más populares de Madrid, tiene una interesante historia que forma parte del desarrollo de esa zona, entre la vieja morería y la judería; historia peculiar de verduleras que protagonizaron sonoros motines, de episodios cotidianos y reivindicaciones vecinales, un mercado que se ha quedado sin futuro, porque se mantiene la concesión municipal; es decir, que las cosas se queden como están, cuando lo que necesita es una renovación y un relanzamiento para ser competitivo.

Para conocer la historia de este mercado icónico en la estructura comercial de los mercados de barrio, hay que remontarse al año de 1868 cuando el Ayuntamiento acuerda la construcción de varios centros cerrados para la venta de productos, dado que el sistema de puestos callejeros presenta un evidente estado de insalubridad. Dos años después, comienzan las obras de construcción de los mercados municipales de los Mostenses y la Cebada. El más importante es éste último, cuyo proyecto se encarga al arquitecto Mariano Calvo, que diseña un edificio en hierro y cristal, al estilo del mercado parisino de Halles, de planta irregular, dos pisos y una superficie de 6.323 metros cuadrados. Cinco años después, Alfonso XII, acompañado por la Princesa de Asturias, el alcalde y miembros del gobierno, procede a la inauguración del que, por aquel entonces, se consideró el primer gran marcado de la capital.

Ochenta y un años después de su inauguración, el viejo mercado es víctima de la piqueta. Problemas higiénicos, de insalubridad, aconsejaron su demolición, y en el mismo espacio se levantaría el viejo mercado, el actual, con dos plantas efectivas de usos comercial y una superficie de 6.000 metros cuadrados. La planta inferior fue dedicada a un aparcamiento mixto, para los servicios del mercado y para el público en general, con 392 plazas. La decoración de la fachada y las seis cubiertas abovedadas fueron decoradas por Boa Mistura. Fue inaugurado en 1958. Cuatro años después, Carlos Rincón hizo un gran mural con los grandes monumentos de Madrid. Una curiosidad: durante la Guerra Civil, un consejo obrero se encargó de la administración del mercado. Escenario de motines, ejecuciones públicas y hasta ejecuciones públicas a lo largo de su historia, durante la década de los años noventa, y en especial, a principios de los 2000, el Mercado de la Cebada sufre los efectos de un sistema de funcionamiento no adecuado a los nuevos tiempos y una pérdida de competitividad por la modernización de la infraestructura comercial próxima, aunque sigue manteniendo el encanto del mercado de barrio, de las tiendas especializadas y de la alta calidad de los productos que se venden en la mayoría de sus puestos. Cada vez que hay que emprender obras de acondicionamiento y mejora, surgen problemas de coordinación y entendimiento entre los distintos integrantes de la gestora del mercado, problemas que continúan hoy en día con enfrentamientos que denuncian los propios tenderos. Los años de la crisis también se cobraron su efecto y algunas puestos fueron abocados al cierre. Con la desaparición del vecino polideportivo, también se resintió la afluencia de visitantes, y un problema añadido: los malos olores, productos de filtraciones, que invaden el aparcamiento subterráneo, retrayeron a la clientela.

Tras desestimarse el plan urbanístico que conllevaba la conversión del mercado en centro comercial, se barajó también el hacerlo mercado gourmet, al estilo del de San Miguel, pero este plan también se desestimó y se mantiene como una concesión municipal. Nunca ha perdido carácter de mercado de barrio, pero tampoco ha habido interés manifiesto de hacer un plan de futuro, que quizá exigiría obras de mejora en su estructura y campañas de promoción. Ahora, con prácticamente la mitad de los puestos con las persianas echadas, la idea del actual equipo de gobierno del Ayuntamiento, anulando el plan-Gallardón, era evitar la venta de patrimonio público a la iniciativa privada. La Cebada tiene historia, pero ¿tiene futuro?