Ayuntamiento de Madrid

El «nuevo» centro, territorio vedado para invidentes

La ONCE advierte de los peligros del diseño de las calles realizado por el Ayuntamiento como la eliminación de bordillos y bolardos de separación entre calzada y aceras.

Los pasos de cebra sin desnivel entre la acera y la calzada, ni señalización con baldosas diferentes, ni ayuda acústica son uno de los peligros
Los pasos de cebra sin desnivel entre la acera y la calzada, ni señalización con baldosas diferentes, ni ayuda acústica son uno de los peligroslarazon

La ONCE advierte de los peligros del diseño de las calles realizado por el Ayuntamiento como la eliminación de bordillos y bolardos de separación entre calzada y aceras.

A partir de hoy los vehículos privados ya pueden circular sin problemas por la Gran Vía. Tras 28 días, los conductores recuperarán una libertad que no se prolongará durante mucho tiempo: en febrero comenzarán las obras de ampliación de las aceras y reducción de carriles. El objetivo es extender el espacio peatonal para convertir el Área de Prioridad Residencial (APR) del citado distrito en un paraíso para los viandantes, colocando en las calles plataforma única –una modalidad de pavimento en la que acera y calzada están a la misma altura– y restringiendo el paso sólo a los vehículos de los residentes.

Estas «mejoras» para los viandantes, no lo son, ni mucho menos para aquellos que no pueden ver. Para las personas con ceguera, pasear por el «nuevo» centro, diseñado por Carmena su equipo, «es una yincana que durante veinte minutos es entretenida, pero que cuando se repite todos los días es algo muy peligroso», explica Luis Miguel López, el presidente del consejo territorial de la ONCE en Madrid. López disecciona cuáles son los puntos negros de la capital: la Gran Vía y el barrio de Chueca, cuyas calles se han remodelado introduciendo la plataforma única y eliminando los bolardos que separaban las antiguas aceras de la calzada.

Basta un paseo con López por el centro para encontrar decenas de peligros. El primero es la presencia de muchos pasos de peatones en los que ni un ligero desnivel en la acera ni unas baldosas con relieve circular indican la presencia de un cruce. El segundo, «el ruido que impide a los invidentes hacerse una composición mental del punto en el que se encuentran», señala el presidente de la ONCE en Madrid, y que tampoco les permite «identificar cuándo viene un coche». Además, hay semáforos que no acompañan la luz verde con una señal sonora que indique el momento para pasar: «No sabemos si estamos en la acera o en la calzada, si el semáforo está en rojo...», se lamenta López.

Por estos motivos, los planes del consistorio para la Gran Vía son una de las principales preocupaciones de los invidentes. A finales de año, Luis Natalio Royo, el delegado territorial de la ONCE en Madrid advirtió que «hacer vía única es muy complicado para las personas con discapacidad visual», ya que los invidentes precisan «un mínimo de espacio para detectarlo». Una preocupación que López comparte porque además añade que «la relación con los concejales de Ahora Madrid es mejorable, porque muchas veces toman decisiones solamente en base a su interés político, sin tener en cuenta los problemas a largo plazo y sin una visión inclusiva».

Entre las calles de plataforma única, Luis Miguel López señala como la más peligrosa la calle Hernan Cortés, una vía de 150 metros que sirve como proyecto piloto para la pavimentación de la futura APR y que representa un gran problema para los afiliados de la ONCE. «No podemos distinguir dónde empieza la acera y dónde la calzada», apunta López. Un problema muy difícil de solucionar ya que «los perros-guías están entrenados para identificar los bordillos y evitarlos, pero en estos caminos está todo al mismo nivel, no hay un rebaje que identifique las partes de la calle y por tanto los perros tampoco advierten del peligro», se lamenta. «Cuando tuvimos conocimiento de que el Ayuntamiento iba a apostar por este tipo de pavimentación, les pedimos que hicieran algunas modificaciones», subraya López, una petición que sólo ha sido atendida para la Gran Vía. En el resto de calles «ni siquiera hay bolardos puestos, pero si los pusieran tampoco cambiaría mucho la situación: la solución ideal es que se ponga una franja de 40 centímetros con baldosas con relieve circular que nosotros nos podemos detectar con el bastón y nos indica que se va a pasar de la acera a la calzada».

Otro de los puntos negros para el tránsito de personas con discapacidad visual en el centro se produce en las calles con aceras estrechas: «A las ocho se llenan de cubos de basura de los bares, además hay carteles ocupando el espacio peatonal y para sortearlo tenemos que meternos en la carretera, con todos los peligros que eso conlleva», explica López.