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Luto en Embassy

Aristas, políticos, abogados... La «socialité» madrileña abarrota el salón de Castellana 12 en protesta por el cierre anunciado

Una clienta entra en el conocido salón de té del número 12 de Castellana
Una clienta entra en el conocido salón de té del número 12 de Castellanalarazon

Aristas, políticos, abogados... La «socialité» madrileña abarrota el salón de Castellana 12 en protesta por el cierre anunciado

Se acabaron las existencias del famoso cóctel de champán, el guardarropa no daba abasto y se vendieron todos los décimos de lotería. Ayer era imposible coger mesa y los empleados recibían besos, abrazos, ánimos y hasta el «pésame» de los clientes. El ambiente en Embassy era especial. Divididos entre el luto y la reivindicación, el anuncio del cierre inminente se colaba por igual en las conversaciones de los clientes asiduos. Las señoras del barrio de Salamanca, diplomáticos, políticos, empresarios y miembros de la aristocracia madrileña compartían indignación y pena. Embassy cierra y deja huérfanas a la «crème de la crème» que ayer quiso demostrar que son multitud.

Quizás porque sabían que quedan pocos aperitivos con champán y sandwich de berros o meriendas de café y tarta de limón, la «familia» de clientes habituales al salón hizo ayer piña con los empleados a los que todos acudieron a trasladar su pesar por el final de un local que ha sido el escaparate socio político de Madrid desde la postguerra, pasando por la transición, y hasta la actualidad. Allí coincidieron ayer la infanta Margarita, el abogado José María Mohedano, la actriz Julia Gutiérrez Caba y la periodista Ana García Siñeriz entre muchos otros rostros conocidos.

Y en este «meeting» improvisado de asiduos, los empleados eran los protagonistas. Ellos intentaban mantenerse en el segundo plano discreto en el que siempre han estado –y que los propietarios del salón de té les ha pedido que se queden–, pero era imposible. Se dice que los dueños les han ofrecido 20 días por una media de 40 años trabajados; una cifra con la que no están de acuerdo por lo que ya se están uniendo para reclamar de forma conjunta. También se hablaba ayer del poco tiempo con el que se les ha comunicado el cierre, que conocieron el lunes y que se llevará a cabo a final de mes. Se les ha ofrecido continuar en los locales de Potosí, Aravaca y La Moraleja, que la empresa va a mantener abiertos, pero eso conllevaría una reducción en su salario, lo que ha llevado a muchos a rechazar el ofrecimiento.

Junto al futuro de los empleados, el cierre y los motivos eran el otro tema de conversación. «No puede ser una cuestión económica, en Embassy nunca cabe un alfiler», se escuchaba. La cafetería está siempre llena y el restaurante de arriba es un clásico en las celebraciones de bautizos y comuniones de la Iglesia del Cristo de la Salud de Ayala. «Hay operadoras turísticas de Madrid que cierran la parte de arriba los fines de semana para dar de comer a autobuses enteros de extranjeros», señala otra mujer. El buen funcionamiento del local pone en duda el argumento de la crisis que los propietarios han esgrimido para argumentar el cierre. Ayer había casi tantas teorías sobre las «verdaderas razones del cierre» como mesas en el salón. Los propietarios han señalado en un comunicado que «la empresa está buscando cambios en el modelo de negocio que actualmente desarrolla». Sin embargo, ayer, en Castellana 12, muchos especulaban con que el «auténtico» motivo de la clausura es un «talonazo» puesto sobre la mesa.

La historia que se contaba de mesa en mesa hablaba de la avanzada edad Teresa Sarmiento, la propietaria de la firma –que ya habría superado los 74 años– y de la cercanía del momento de su retirada. Se comentaba también que para sus cuatro hijos, la gestión de Embassy podría no ser tan fácil o cómoda como se podría ver desde fuera y de una oferta «muy generosa» por el local que no habrían podido rechazar... Sobre la autoría de ese «talonazo» también había varios rumores que se alimentaban al saltar de un grupo a otro. Unos se lo atribuían a un fondo de inversión turco, otros hablaban del interés del local vecino –el famoso Ten con Ten– en sumar metros cuadrados. Lo cierto es que no parece que nadie, ni siquiera toda la «socialité» junta, vaya poder evitar que Embassy deje de servir sus pastas caseras y los sandwiches con su famoso pan de 4 milímetros de grosor.

Lejos quedarán las historias que lo han hecho grande: su posición provilegiada –a medio camino de las embajadas francesa y británica– que le convirtió en sede de espías, centro de conspiraciones e incluso refugio de judíos perseguidos durante la Segunda Guerra Mundial. Su leyenda ya ha sido recogida en libros y sus paredes en escenarios de cine. Ahora, a punto de cumplir 86 años cierra sus puertas, como ya lo hicieran otros muchos cafés ilustres de Madrid.

El Gijón, el último café para nostálgicos

Embassy no es el único café que ha echado el cierre en los últimos años. El local de Castellana 12, ocupará a finales de este mes el último sitio de una lista que engrosan míticos salones que elevaron a las cafeterías a otra categoría. No hace ni dos años que el Comercial cerro sus puertas casi sin previo aviso y después de más de cien años de tertulias en torno a una taza. El local reabrirá sus puertas ahora, pero lo hará convertido en un bar-restaurante. En enero dijo adiós Nebraska, sorprendiendo casi a la vez a sus empleados y a los «adictos» a la receta secreta de la mostaza, que hizo grandes a las cafeterías fundadas hace 60 años.

A Madrid aún le queda el Café Gijón, el último gran salón para nostálgicos.