Comunidad de Madrid

Jaime de los Santos: «¿Sabes que me dicen que no tengo pinta de director general?»

Jaime de los Santos / Político. Pocos le conocían cuando Cristina Cifuentes le nombró responsable de Promoción Cultural de la Comunidad de Madrid, pero es un hombre culto y amante de la creatividad

Jaime de los Santos
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Pocos le conocían cuando Cristina Cifuentes le nombró responsable de Promoción Cultural de la Comunidad de Madrid, pero es un hombre culto y amante de la creatividad

Conozco a Jaime de los Santos desde hace un montón de años y desde el primer día que cruzamos la mirada supimos que seríamos amigos. Esas cosas no pasan por casualidad, siempre existe algún motivo. En nuestro caso era que, más allá de nuestras tareas de comunicación o de la curiosidad por vivir, nos unía el amor a la lectura. Jaime es un gran lector. Sobre todo de arte, que para eso lo eligió como carrera, y de historia; pero, en general, de cualquier cosa.

Cuando hace casi diez meses lo eligieron director general de Promoción Cultural de la Comunidad de Madrid hubo quien, cómo no, alzó la voz preguntándose por sus méritos: «¿Y éste quién es? ¿De dónde viene? ¿Qué sabe?». Contesto yo: es un hombre joven, culto y amante de la creatividad y la cultura y con aspecto y espíritu vanguardistas. Le viene el cargo como anillo al dedo y así está él de contento. Pero, claro, supongo que, pese a su entusiasmo, no debió de ser fácil para él enfrentarse a la pequeña revolución que originó su nombramiento. «Para mí fue una sorpresa que se dijeran tantas cosas cuando me eligió Cristina Cifuentes. Pero me apetecía tanto este reto que no me lo pensé dos veces. Y menos sabiendo que iba a formar parte de su equipo. Porque Cristina ama la cultura de manera real. Yo tengo la suerte de ir a óperas, conciertos, exposiciones y obras de teatro con ella y más allá de ser un público entregado es que es uno totalmente formado. Teniéndola de jefa, el trabajo es mucho más fácil porque hablar de arte y de cultura tiene una gran dosis de abstracción y, o tu interlocutor es un iniciado, o a veces no resulta sencillo explicar cuál es la idea del artista X, porque en definitiva son sus sueños, sus deseos, sus esperanzas... No son cosas concretas».

Está claro que se siente a gusto con Cifuentes, pero no se conocían antes de que Jaime entrase a formar parte de su equipo y quiero saber por qué lo eligió. «Creo que algo tuvo que ver mi imagen, un poco distinta, pero sobre todo que hubiera trabajado muchos años en el mundo de la comunicación, que le aseguraba algo tan importante como que la cultura –que sabía que me gustaba– iba a llegar a los ciudadanos, a ese público madrileño, que es enorme y muy variado».

Olvido hablando con Jaime, amigo como digo, que se ha convertido en político. Y sé que él ama la cultura y a los artistas, pero tengo mis dudas de si son muchos los políticos que comparten ese amor y se lo pregunto. «Yo a veces también olvido que soy político –independiente, sin carnet de ningún partido–, pero es cierto que desde que juré mi cargo pasé de ser un simple amante, disfrutón y conocedor, en la medida de mis capacidades, de la cultura a alguien que tenía al tiempo la gran fortuna y la gran responsabilidad de contribuir a apoyarla y difundirla». Jaime sonríe como siempre, con esa sonrisa franca y cautivadora suya, desde su luminoso despacho de la calle de Alcalá, donde el orden, imprescindible para él, es más que visible, en un espacio presidido por varias obras de arte contemporáneos. Mientras hablamos de esto y de aquello, Jaime lo trufa todo con su amor al arte, a la cultura. «No sé si sonará cursi, pero es que el arte es pura emoción».

Es digno de aplauso que a una persona en un cargo como el suyo le emocione el arte. Pero, insisto, se ha convertido en político y por más que quiero que me hable de por qué en política, en general, se quiere o quería tan poco a los artistas, no hay manera de que suelte prenda. «Me voy a mojar. –dice al fin–, creo que los políticos tienen que empezar a amar más la cultura y que desde los poderes económicos se debe empezar a entender que la cultura es mucho más que lo que cuelga en las paredes de los museos o lo que se esconde tras los telones. Es preciso que sepan que nos hace más libres y más independientes y que hay que apostar por ella».

Trabajo tiene porque su dirección general, por primera vez en la Comunidad de Madrid, tiene competencias respecto a todas las bellas artes: música, teatro, danza, cine, artes plásticas y museos. Menos los libros, le toca todo. «Bueno –dice– esto va en la línea de lo que ha sido la Historia del Arte Universal. Me refiero a la compatibilidad de las disciplinas artísticas. Lo decían Rubens, Wagner e infinidad de prohombres de la cultura de todos los tiempos. Porque al final el creador es creador y aunque pueda vincularse a una disciplina concreta, muchas veces hay otras tantas que también entran en juego. ¿Qué sería de toda la perspectiva musical de una ópera sin su escenografía? Ahora se nos llena la boca hablando de los ballets rusos de Diaghilev y de hasta qué punto personalidades como Picasso, o cualquiera de los grandes artistas protagonistas de las vanguardias del siglo XX, hicieron que eso fuese un todo. En esta realidad de la promoción cultural trabajamos para que eso vuelva a ocurrir. Por ejemplo, ¿qué mejor que elegir para la tercera edición del festival de teatro independiente una fotografía de Miguel Trillo, que es un fotógrafo reconocidísimo que forma parte de la movida madrileña o una de Paco Gómez, uno de los mejores fotógrafos de los 60 y 70, para el Summa Flamenca? Es una relectura, una comunicación natural, que no se puede entender de otra manera, y menos en un siglo en el que la performance es sólo otro paso más en el concepto de las artes escénicas».

Se acaba el tiempo y no me quiero ir sin decirle que me gusta que una persona de su cargo tenga su pinta. Se ríe. «¿Sabes que me han llegado a decir que no tengo pinta de director general?» ¿Y qué respondes tú?, le pregunto. «Qué cuál es la pinta de un director general». Pues ojalá todos tuvieran la suya. Supone un cambio sustancial. Y cambiar por fuera implica también cambiar por dentro. Ahí lo dejo.

Personal e intransferible

Jaime de los Santos nació en Madrid el 6 de agosto de 1978. Está soltero, no tiene hijos, se siente orgulloso de su familia y no se arrepiente de nada: «No sé si es muy pedante decirlo, pero...». Perdona «todo el rato» y también pide que le perdonen. Lo que le hace reír es: «Especialmente mi hermana pequeña, me parto con ella»; y llorar: «Soy muy poco llorón». «La última vez fue viendo “La piedra oscura”. Que una obra de teatro te haga llorar y encima cuando eres de poco llorar... me sorprendió». A una isla desierta se llevaría «a la persona que quiero». Le gusta beber «agua, zumo de naranja y, sobre todo, té negro con canela, a litros» y comer «lentejas y mucho dulce». Su manía es «el orden, especialmente en los libros» y no tiene vicios. No recuerda los sueños, de mayor le gustaría seguir siendo feliz y si volviera a nacer sería lo mismo.