Alcalá de Henares

La vecina «majísima» a la que todo el mundo cree inocente

La gran mayoría de los vecinos, incrédulos o «convencidos» de la inocencia de su vecina, optan por el silencio

La Razón
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La gran mayoría de los vecinos, incrédulos o «convencidos» de la inocencia de su vecina, optan por el silencio.

A medio camino entre el centro de Alcalá y la estación de Cercanías de la localidad se encuentra la calle Ferrocarril. Allí, en el número 4 se levanta en un edificio humilde, de cinco alturas, sin ascensor y con las escaleras gastadas, en el que todos los vecinos se conocen. En la última planta vivía hasta el pasado lunes Beatriz, la auxiliar de enfermería acusada de asesinato, junto a su hija de 9 años, fruto de una relación con un hombre de rasgos árabes. La gran mayoría de los vecinos, incrédulos o «convencidos» de la inocencia de su vecina, optan por el silencio pero el buzón de Beatriz habla muy claro: con caligrafía infantil y decorado con flores, aparece el nombre de la detenida y el de su hija, muy queridas entre los vecinos del bloque. Nadie da una opinión «templada» de Bea. Los que se pronuncian, hablan maravillas de ella. «Era muy trabajadora. Además del hospital, limpiaba las escaleras de su edificio para sacar adelante a su hija. Para hacer eso hay que ser muy valiente», comentaba un vecino. «No creo que una persona que lo da todo por su hija vaya por ahí matando pacientes», remachó. Un discurso que se repite de casi idéntica manera entre todos los residentes. Otro asegura que «trabajaba muchas horas y a veces se iba a dormir a la casa de sus padres –más cerca del hospital– para ganar y tiempo y poder descansar». Y es que la acusada de asesinato de una anciana de 86 años, ha dejado a todos sus vecinos «helados». Para Charo y Segundo, una pareja de vecinos de Beatriz «nunca dio indicios». Es más, defienden su inocencia a pesar del demoledor auto del juez., donde la acusa de asesinato. «Hasta que no se demuestre que fue ella la causante de todas las muertes que dicen, para nosotros seguirá siendo inocente».

Mercedes, que vive en el primero, es de la misma opinión pero lo que más le preocupa es el destino de la hija de Beatriz. «Yo tengo un hijo de la misma edad que va al mismo colegio. No se cómo lo harán ahora o sí se habrá quedado con los abuelos», sospecha.

No solo los vecinos más cercanos se sorprenden ante las nuevas noticias del caso, los comercios que más frecuentaba Beatriz sufren el mismo proceso. La encargada de una tienda de alimentación situada a una veintena de metros del portal de la presunta asesina, explica a LA RAZÓN que cuando se enteró de la noticia «no podía creérmelo porque cada vez que venía era agradable y simpática». La hija de un paciente del hospital explica lo mismo. «Era llamativamente maja. Destacaba por eso. Alegre, cercana, hacía que sintieras que no estabas en un hospital», asegura la joven.

Quienes peor lo están pasando, lógicamente, son los padres de Bea, como la llamaba su entorno más cercano, que en ningún momento han dudado de su inocencia. También tiene un hermano, con quien posaba en las fotos que compartía en las redes sociales, donde era muy activa. Su perfil de Facebook está plagado de selfies con su hija, amigas y su familia. Era asidua a cambiarse el corte de pelo y en los últimos años había perdido bastante pero. Sus últimas publicaciones son del día 1 de agosto (dos días antes de cometer el asesinato) pero el día 9 de agosto, dos días después de su ingreso en prisión, su madre, Elisa Doncel, compartió con ella unas canciones con el texto «Te quiero mucho hija».

Mientras la Policía sigue con sus investigaciones –que ya apuntan a cinco homicidios–, Beatriz sigue encarcelada en la cercana prisión de Meco. El Hospital Príncipe de Asturias trata de recobrar poco a poco la normalidad y las macetas situadas en la puerta del domicilio de Bea languidecen.