Pilar Ferrer

Por la boca muere el pez

Perfil / Antonio Miguel Carmona

La Razón
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Estaba cantado. La deslealtad en política se paga y no es de recibo que ahora Antonio Miguel Carmona recuerde su amistad con Tomás Gómez. ¿Dónde estuvo cuando el anterior líder de PSM fue defenestrado de manera fulminante por Pedro Sánchez? Y sobre todo, ¿por qué no dio la batalla ante Rafael Simancas, auténtico dinamitador del «tomasismo». Muchos militantes del socialismo madrileño, alcaldes del llamado «cinturón rojo» le pidieron entonces que diera un paso al frente. El avezado tertutliano no lo hizo y, además, se entregó de pleno a las huestes de Podemos para facilitar la llegada de Manuela Carmena a la Alcaldía. Su aversión por Esperanza Aguirre le cegó hasta tal punto de que convirtió al grupo municipal socialista en un puro títere, un cero a la izquierda político en la capital del reino. Nunca mejor dicho.

Dejó en la cuneta a Tomás Gómez, a quien debía su lanzamiento. Incumplió todas las promesas altamente enfatizadas en variopintas tertulias. Y cayó en la trampa que bien dice el refrán: por la boca muere el pez. Sus llamadas a un Ayuntamiento limpio, jamás entregado al populismo no se cumplieron. Y su aversión al PP le ha dejado fuera de juego. ¿Alguien piensa que si hubiera aceptado la oferta de Aguirre hoy estaría en tal situación? Tuvo la Alcaldía en su mano y la desechó. Muchos compañeros no se lo perdonan, y tampoco su cobardía ante la dirección de Ferraz, que ahora le fulmina. Carmona, brillante orador y demagogo diligente, ha sido víctima de una inocencia política sin precedentes. Se le fue la fuerza por la boca y no calculó el poder del enemigo. No era Esperanza, sino su propio partido y un implacable Pedro Sánchez.

En la cúpula de Ferraz no le querían y criticaban con dureza su entreguismo al equipo de Manuela Carmena. No era difícil vaticinar que el PSOE y su secretario general está ahora en una posición socialdemócrata pura y que su mensaje centrista les conduce a otros aliados como Ciudadanos. A pesar de sus nefastos resultados electorales, Antonio Miguel pudo ser el regidor de Madrid y lo rechazó. La suya es una historia de sectarismo mal entendido, de no saber coger la presa cuando el cazador te la ofrece. Su imagen de tertuliano aguerrido se dio de bruces con la gestión política. Y en las poderosas federaciones del socialismo madrileño nunca le perdonarán su deslealtad a Tomás y no haber dado un paso al frente para liderar un PSM hoy en manos de Ferraz y Sara Hernández. Ésta, que también fue «tomasista», le ha tomado la delantera. La voz de Carmona, el maestro de tertulias, queda hoy apagada por sus propios errores.