Ayuntamiento de Madrid

Sentido único peatonal en Preciados y Carmen: «Señor, va en dirección contraria»

Agentes de la Policía Municipal vigilan el tráfico de viandantes en estas dos calles, de una sola dirección. Avisan y, de momento, no multan a aquellos ciudadanos que pretenden tener una conducta kamikaze

Imagen de ayer de la calle Preciados, que es de sentido bajada a la Puerta del Sol
Imagen de ayer de la calle Preciados, que es de sentido bajada a la Puerta del Sollarazon

Agentes de la Policía Municipal vigilan el tráfico de viandantes en las calles Preciados y Carmen, de una sola dirección. Avisan y, de momento, no multan a aquellos ciudadanos que pretenden tener una conducta kamikaze.

Recorro el Madrid del caos navideño en un sábado frenético, como el vivido ayer en todo el centro de la ciudad y aledaños. Foráneos y turistas, menesterosos pidiendo el aguinaldo, mimos desalojados por los policías municipales (porque en su quietud severa, entorpecen la circulación), manteros que intentan burlar la presencia de los agentes, loteros legales de calle y otros sin permiso que también quieren repartir suerte, conductores al borde de un ataque de nervios, desesperados, ante la imposibilidad de encontrar aparcamiento en superficie a pesar de que ayer se habían levantado las medidas anticontaminación en toda la ciudad.

Durante todo el día el centro urbano estuvo colapsado por la muchedumbre que caminaba y en los aledaños, por los vehículos que no podían circular por Gran Vía, Mayor y Atocha. Si en Preciados y Carmen se imponía la dirección única peatonal para impedir que unos viandantes tropezaran, por la misma razón se podría haber hecho en las calles de la Sal, Montera y Carretas, donde la oleada humana producía remolinos con riesgo de colisión corporal.

Para curiosear este abigarrado Madrid de las apreturas navideñas intento llegar en coche hasta el centro. Confieso que con escasas esperanzas de poder hacerlo por la calle de Atocha, donde la Policía Municipal me deriva hasta la ronda de Atocha y, de ahí, hasta la Puerta de Toledo. Pese a lo que creía, la calle de Toledo estaba abierta al tráfico privado y por ella enfilé con mi coche, con la intención de acceder al aparcamiento subterráneo de la Plaza Mayor. No se cumplió el temor que tenía de toparme con el cartel de «completo». Había muchas plazas libres, muchas más que cualquier otro fin de semana del año, me dice uno de los empleados, que añade: «La gente no se fía de que pueda acceder y encontrar plazas libres, y ante la duda, prefieren dejar el coche en casa».

Aparcamientos libres

Y también más plazas libres de las habituales por estas fechas en otros años en los parkings de Benavente, Santa Ana, Tudescos, plaza de España y la Cebada, y, por la misma razón que en el de Plaza Mayor, por lo que los explotadores de estos estacionamientos coinciden en que el plan de movilidad de Manuela Carmena, les ha hecho la «pascua» estas Navidades, mientras que en las calles cercanas, se forma la «marimorena».

En Gran Vía la circulación era fluida, como cabía esperar en una situación donde el vehículo privado tiene prohibido transitar en estos días. Los carriles reservados para peatones se muestran, a todas luces, innecesarios porque la capacidad de las aceras es más que suficiente para una circulación peatonal sin apreturas, lo que evidencia lo innecesario de esta «carmelada» navideña.

Los menos previsores, o quizá no suficientemente informados, se dan de bruces con una cruda realidad: si van cargados de paquetes y no han podido llevarse el coche, se encuentran con que no pueden acceder a los autobuses con toda la carga de compras voluminosas, y encontrar un taxi libre es cuestión de suerte, casi como si te tocara la lotería antes del sorteo del día 22, por lo que algunos deciden darse una vueltecita y volverse a casa sin las compras, que ya las harán en el centro comercial del barrio, donde también «hay de todo» y dejan llegar en coche.

Comercios de paso

Como conductor, ya he vivido la experiencia de este sábado negro para poder moverse en vehículo propio. Ahora me toca vivirla como peatón que quiere ir desde Sol a Callao.

Me meto por la calle de Preciados, y rápidamente, un agente de la autoridad municipal me sale al paso para advertirme que me he metido por dirección contraria. Me disculpo y le pregunto si me va a denunciar por cometer esta infracción peatonal. El guardia me responde muy amablemente que no, que simplemente está para informarme e impedir que me convierta en un peatón kamikaze que ponga en riesgo la seguridad de los que caminan en sentido correcto. Le pregunto si puedo recular marcha atrás, y viendo en su rostro una mueca de pensar que le estoy tomando el pelo, me retiro, no sin antes darle las gracias por su amabilidad, y cojo el sentido correcto.

Desde el primer día de la entrada en vigor de la dirección única peatonal, algunos viandantes encontraron la manera de cambiar de sentido de circulación, sin llegar hasta el final de ambas calles, y esa manera es, atravesar de una calle a otra por el interior de las tiendas que tienen accesos a las dos vías. Es el caso de un comercio de óptica. Uno de los dependientes me dice: «Esto es una verbena. Nunca ha pasado tanta gente por esta tienda, aunque no para comprar, sino para cruzar de una calle a otra», y algunos establecimientos de Preciados y Carmen son conocidos en estos días como «comercios de paso».

A la hora de la comida se abrieron ambas calles en doble sentido, pero a partir de las cinco de la tarde, volvieron a ser de dirección única peatonal y los agentes regresaron a su labor de impedir la circulación en sentido contrario.

A pesar de que los nuevos productos de la «Factoría de Ocurrencias Manuela Carmena», no los quiere comprar nadie, Madrid se concentra estos días en el cogollo del casco urbano, donde pese a las prohibiciones y restricciones, la gente sigue acudiendo en tromba.