Arqueología

Los europeos, hijos de tres familias

El 64 por ciento procede de sólo tres linajes de la Edad de Bronce

Dos esqueletos del Neolítico encontrados en Mantua (Italia)
Dos esqueletos del Neolítico encontrados en Mantua (Italia)larazon

Europa es un continente de gran diversidad cultural, política, étnica, social... pero a la hora de mirarnos los genes parece que todos los europeos somos mucho más similares de lo que creemos. De hecho, según un estudio conocido ayer, la mayoría de la población europea procede de sólo tres familias que habitaron el continente hace entre 3.500 y 7.300 años. Así que nuestra sopa genética es bastante homogénea. El trabajo, publicado en la revista «Nature Communications», ha estudiado la procedencia del cromosoma «y» de 334 europeos modernos con la intención de arrojar luz sobre un episodio de nuestra historia del que todavía no lo sabemos todo: cómo Europa fue definitivamente colonizada por la última especie de homínido que queda en la Tierra.

Los primeros colonos del viejo continente fueron los neandertales. De ellos guardamos aún hoy un cierto legado genético (muy escaso y controvertido). No porque nuestra especie descienda de aquella, sino porque los neandertales debieron cruzarse en algún momento con los que sí fueron nuestros abuelos sapiens. Estos abuelos debieron de ser los primeros humanos anatómicamente modernos que llegaron desde África y el Asia Menor para establecerse de manera definitiva en nuestras tierras. Dieron origen hace 40.000 años a una estirpe de cazadores recolectores del Paleolítico a la que hemos dado en llamar cromañones. Compartieron espacio con los neandertales (los pobladores autóctonos), lucharon con ellos por el territorio y terminaron expulsándolos del paraíso. Unos desaparecieron, nosotros seguimos viviendo aquí.

Durante miles de años, los nuevos europeos, ya evolucionados como humanos modernos, vivieron una vida similar a los neandertales, hasta que surgió la revolución de la agricultura. En Asia Menor surgieron las primeras prácticas agrícolas sendentarias y, al menos hace 8.000 años, la nueva forma de vida se extendió como la pólvora por el Oeste hacia Europa y por el Este hacia los confines asiáticos. Esa nueva forma de vida, asentada en el terreno y aprovechando los recursos de la ganadería y la agricultura, generó un «boom» de la supervivencia y la natalidad. Habían nacido ya para quedarse los primeros embriones de sociedades modernas.

Realmente no se sabe si la expansión de este estilo de vida novedoso se produjo porque los hijos de los primeros humanos agrícolas se desperdigaron por el mundo o porque la nueva cultura atrajo también a cazadores-recolectores que decidieron cambiar de costumbres. Para responder a esta duda es necesario conocer el linaje genético de las primeras poblaciones consideradas modernas. De hecho, el ADN del europeo actual está compuesto de una mezcla de ambos grupos, tanto de cazadores como de sedentarios, junto con trazas de una fascinante población: los yamna. Estos hombres y mujeres habitaron lo que hoy conocemos como Ucrania y Rusia y se extendieron por el oeste de Europa hace 4.500 años llevando consigo su capacidad de domar caballos, probablemente la rueda y una lengua común, el proto-indoeuropeo, del que surgen las lenguas modernas de esta parte del planeta. Sus habilidades culturales les dieron una clara ventaja para sobrevivir. Su estirpe superó en número al resto de familias, así que sembraron el continente con su lengua, sus costumbres y su color de piel blanca. Pero, ¿hasta qué punto descendemos todos de ellos?

El estudio ahora publicado analiza mutaciones de los cromosomas «y» de esos 334 individuos seleccionados. El cromosoma Y solo lo heredamos de nuestro padre. No se mezcla a partes iguales con el ADN de la madre, como sí ocurre con el cromosoma «x». Además, su variabilidad es menor, puesto que sólo cambia por sutiles mutaciones que se producen de cuando en cuando. Los genetistas pueden hoy en día estudiar qué parte de nuestro lenguaje genético es compartido por toda la población al proceder de un mismo tronco y así conocer cuántas mutaciones ha sufrido ese material hasta llegar a un individuo actual. De ese modo, se puede echar la vista hacia atrás y averiguar cómo debió de ser el ADN original del que partió el resto de la estirpe antes de que empezara a mutar.

Así es como se ha descubierto que dos terceras partes de la población europea actual procede de únicamente tres ramas familiares, es decir, que casi todos nosotros procedemos de sólo tres hombres, aquellos que aportaron el cromosoma «y» primigenio. Calculando el número de mutaciones hasta hoy se induce que esos tres hombres pudieron haber nacido en la Edad de Bronce, entre hace 3.500 y 7.300 años. La cultura a la que pertenecieron supuso una gran ventaja y, sin duda, les permitió tener mejor acceso a las fuentes de supervivencia, aparearse más y tener más descendencia. Hasta el punto de que terminaron por monopolizar prácticamente el continente. Muchos de nosotros les debemos nuestro aspecto.