Feria de San Isidro

Manzanares y la oreja de la polémica

Cortó un protestado trofeo al quinto toro en su única tarde en toda la feria de San Isidro

José María Manzanares remata con un pase de pecho al quinto de la tarde
José María Manzanares remata con un pase de pecho al quinto de la tardelarazon

- Las Ventas (Madrid). Decimoquinta de feria. Se lidiaron toros de El Pilar, bien presentados. El 1º, noble, con clase y punto soso; 2º, sobrero de Charro de Llen, de buena clase; 3º, noble por el izquierdo y de escaso poder; 4º, noble y flojo; 5º, de buen juego; 6º, manejable, repite con nobleza aunque sale desentendido. Lleno de «no hay billetes».

- Juan José Padilla, de verde botella y oro, dos pinchazos, estocada caída, cuatro descabellos, aviso (algún pito); y estocada (silencio).

- José María Manzanares, de catafalco y azabache, pinchazo, bajonazo, aviso (silencio); y estocada (oreja protestada).

- Miguel Ángel Perera, de azul pavo y oro, estocada caída (silencio); y estocada desprendida, dos descabellos, aviso (silencio).

Una sola tarde se anunciaba en Madrid José María Manzanares, a pesar de los 31 días consecutivos que se celebran toros en la Monumental. Dos oportunidades, dos toros para saldar las cuentas isidriles. El viento, y qué ganas de dejar de contar eso, arreció también, a rachas, intermitente, pero sembrando una duda muy complicada de superar. Dos toros decíamos que tenía apuntados Manzanares, casi tres fueron después si contamos que el segundo volvió a toriles y salió un sobrero de Charro de Llen, que pisó escena, el ruedo, y con las mismas se volvió a meter. Le venía grande el espectáculo, aunque sólo el tiempo desengrasó unas embestidas que acabaron por dar buen juego en la muleta. Suavidad y nobleza con la voluntad de repetir; no era perfecto pero sí tenía muchas cosas. La faena de Manzanares tuvo mucho de inconexo, de aquí y de allá y al final de ninguna parte.

Expuso mucho Curro Javier con los palos en el quinto, el encuentro era muy comprometido y a pesar de que no clavó los dos palos, se desmonteró junto a Luis Blázquez. Cuando Manzanares en el Tendido del Cinco comenzó la faena sufrió una colada de esas que si no estás raudo y veloz para quitarte, como estuvo, estaríamos hablando de otra historia. Eran los comienzos, el prólogo de lo que luego sería el único trofeo de la tarde. El de El Pilar desarrolló nobleza y repetición en las telas y con esos mimbres Manzanares fue construyendo una faena irregular, alternaba un muletazo bueno con dos sin hilo conductor. Siempre expectante el público que por momentos se dividió en contra y a favor, y esta discordancia se multiplicó por la velocidad del rayo cuando asomó de presidencia el pañuelo blanco, el de la oreja. Hasta el infinito y más allá viajaba el toro por el izquierdo, una delicia, y por ahí cinceló una serie que tuvo la ligazón y el temple. Quería, pero faltaban cosas, las series más largas, más profundas, una historia con nudo y desenlace... La intensidad. Se había llevado el lote de la tarde.

Padilla abrió plaza y lo hizo con brevedad ante un primero de El Pilar, que tuvo nobleza, cierta calidad y un buen puñado de sosería. El gaditano no se complicó hasta que cogió los aceros y lo revolvió todo. Se cruzaba en el capote el cuarto, mas empezó Padilla luego dando la confianza al toro, noble sin más por ambos lados. Intentos sin más del torero por uno y otro.

Perera se las vio con un tercero, que tuvo mucha clase por el izquierdo a pesar de que de poder anduvo contenido. No hubo comunión. El sexto iba y venía, repetía en el engaño, aunque según avanzaba todo se quería desentender cada vez más. No sumó en esa cuenta Perera. Una tarde le queda. Un mano a mano con Juli. Esperemos para esas alturas haber logrado la tregua ya con el viento y habernos llenado con una faena de las de verdad. Sin medias mentiras. Esas que devuelven la fe.