Mayores Clece

“La residencia es mi casa, la he elegido yo”

El descubrimiento de la vejez en la crudeza del aislamiento y la pobreza, despertó en Nancy la evidencia de su propia realidad. “Me ha costado mucho aceptarlo, pero hay que asumir que está ahí y forma parte de la vida”

“Mi proyecto es prepararme para el viaje final. Envejecer sin angustia ni amargura. Aceptar la edad y prepararme para la muerte, no de forma trágica, sino como algo natural. Mi itinerario incluye la necesidad de ser ayudada en algún momento. Por eso decidí mudarme aquí. De momento no necesito todo lo que la residencia puede ofrecerme”.

Nancy tiene 78 años. Vivió en Cuba hasta los 14 y en Nueva York hasta los 26. Tras un viaje a Mallorca, decidió afincarse en Palma. Fue profesora en el Instituto de Secundaria de Campos, localidad mallorquina donde vive ahora: en la Residencia Sor Rafaela, gestionada por enEquip y Clece.

Cuando cumplió 50 años, esta mujer polifacética, altruista y comprometida empezó a recorrer América Latina y junto con unas amigas fundó Mallorca Amiga, una humilde ONG que nació con el propósito de mejorar las condiciones de vida de niñas y niños de países desfavorecidos. Pero durante su periplo, Nancy se topó con una realidad que no estaba buscando: la situación de emergencia que rodeaba a los ancianos de muchos de esos países. “Así surgió en Mallorca Amiga el apadrinamiento de ancianos. Ahora estamos centradas en las ancianas de África, donde la mujer no tiene valor alguno, hasta el punto de ser ignorada cuando se hace mayor. También ayudamos a ancianos aislados y sin recursos para que puedan tener una vejez un poquito menos difícil”, aclara Nancy.

El descubrimiento de la vejez en la crudeza del aislamiento y la pobreza, despertó en Nancy la evidencia de su propia realidad. ¿Qué será de mí cuando...? Un cuándo que llegó el día que tuvo que renunciar a viajar por el mundo. “Me ha costado mucho aceptarlo, pero hay que asumir que la vejez está ahí y forma parte de la vida”.

La capacidad de Nancy para anticiparse a una posible dependencia, le hizo tomar una decisión difícil. Se preguntaba si existiría algún centro donde sentirse plenamente libre y bien cuidada, así que convocó un casting de residencias. Solo una superó la primera prueba. Una que fue a visitar tantas veces como necesitó para conocer el proyecto, a los profesionales y residentes, y comprobar cómo era el día a día.

“Venía con sus amigas y preguntaba todo lo que le preocupaba, quería estar segura del paso que iba a dar”, explica Bàrbara F. Mas Salom, directora de la Residencia y Centro de Día Sor Rafaela. “Desde que llegó ha enriquecido la convivencia enormemente: participa en la planificación de actividades y es muy generosa con todos los residentes. Ahora imparte dos talleres: uno de lectura y otro sobre valores. Y sin lugar a dudas ¡es nuestra fotógrafa oficial!”.

Bàrbara considera ideales los casos como el de Nancy, cuando las personas mayores pueden gestionar su envejecimiento y se incorporan voluntariamente a un espacio de convivencia en el que les permitan mostrarse tal y como son. Pero no siempre es así. Hay tres formas de llegar a una residencia: por urgencia social detectada por Servicios Sociales; por demanda familiar para ingresar a la persona a la que están cuidando en casa, bien por respiro familiar, claudicación del familiar en el cuidado de la persona mayor, o porque no pueden manejar la enfermedad; y por voluntad propia, cuando los mayores deciden en plenas facultades.

“En los tres casos nos ponemos a disposición de la persona o familiar para darle la máxima información posible. Todo el equipo se vuelca en hacer del ingreso un momento agradable. Las habitaciones son individuales con baño para que los mayores (o sus familiares) las decoren y personalicen con sus cosas y recuerdos. La entrega al residente de este espacio personal e íntimo es la primera pista de lo que ofrece nuestro Modelo de Atención Centrado en la Persona, inspirador de todo lo que aquí se realiza, como por ejemplo, nuestro trabajo: las limpiadoras, auxiliares, terapeutas, la dirección..., todos sin excepción personalizamos nuestro trabajo para que cada usuario se sienta como en casa”, asegura Bàrbara.

Cada proyecto terapéutico de este modelo de cuidados se sustenta en los deseos, gustos, necesidades y capacidades del mayor, de manera integral e individualizada. Asimismo, su aplicación parte de la disposición que cada persona va desarrollando en las terapias, teniendo en cuenta sus inquietudes y apetencias.

El día de su primer cumpleaños en la residencia, Nancy pidió celebrarlo con sus amistades, como siempre había hecho. “No me pusieron ni un pero. Ese día sentí que la residencia era mi casa”.