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Menos parados que con el PSOE

La Razón
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En materia de empleo, el pasado abril ha significado un hito para la política económica del Gobierno de Mariano Rajoy, y no sólo porque el mes se ha cerrado con el mayor incremento de afiliación a la Seguridad Social y la mayor disminución de paro registrado de la serie histórica, sino porque significa que hay menos parados que los que dejó el último Ejecutivo socialista en diciembre de 2011. En cifras exactas, el número de personas sin trabajo se sitúa en 4.333.016 personas, es decir, 89.343 desempleados menos de los que existían cuando Rajoy presidió su primer Consejo de Ministros. Nunca el paro, con un descenso de 351.285 inscritos en los últimos 12 meses, se había reducido tanto en términos interanuales. Además, son ya 21 meses consecutivos de crecimiento de la afiliación a la Seguridad Social –que recupera el nivel de los 17 millones de ocupados–, se incrementa en un 20,69 por ciento la contratación indefinida a tiempo completo y el paro registrado disminuye en todos los sectores productivos –con significativa incidencia en la construcción y la industria– y en todas las comunidades autónomas, con mayores descensos en términos absolutos en Cataluña, Andalucía y Madrid. Se aducirá que la tasa de desempleo sigue en niveles inaceptables, y es verdad, pero sólo desde el partidismo más ciego se puede regatear al actual Gobierno el reconocimiento de la labor hecha. Por supuesto, no regatean el elogio desde la Comisión Europea, que, también ayer, hizo públicas sus previsiones sobre España. Ciertamente, hay algunas discrepancias de décimas entre Bruselas y Madrid sobre el ritmo de crecimiento del PIB para 2015 y 2016, y en torno a los tempos de reducción del déficit público español, pero las conclusiones de los técnicos comunitarios no dejan de incidir sobre los aspectos positivos, que consideran más determinantes: que tras la larga recesión, el crecimiento en España ha vuelto y que la recuperación se está llevando a cabo sobre bases sólidas. Son los frutos del esfuerzo de la sociedad española, sin duda, pero también de una política económica bien diseñada y ejecutada que, no lo olvidemos, tuvo que operar en condiciones terribles de recesión y destrucción de empleo, con la brutal caída de los ingresos de Hacienda y un gasto público disparado. Unas condiciones que abocaban a España al rescate financiero, con la inevitable consecuencia de un mayor sacrificio social que, indudablemente, hubiera tenido efectos demoledores sobre las pensiones y las prestaciones por desempleo. No en vano, la Comisión Europea insiste en el hecho de que España tiene todavía mucho margen para incrementar la presión fiscal. No es la visión del Gobierno, que, al contrario, confía en la reducción impositiva para acabar de relanzar el consumo interno. Todo, menos volver a las políticas que estuvieron a punto de hacernos descarrilar.