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¿Cómo son las empresas y el empleo de la Economía Digital?

¿Cómo son las empresas y el empleo de la Economía Digital?
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Los avances tecnológicos han supuesto la llamada tercera revolución industrial, con dos efectos contrapuestos: por un lado la mejora de la productividad y la competitividad empresarial; y por otro, y de forma simultánea la alteración sustancial del mundo laboral.

Las innovaciones tecnológicas y la generalización de la robotización están alterando el mercado de trabajo, tanto en términos de cualificación de los empleos, como también en la cuantificación de los mismos. La era de las tecnologías de la información y la comunicación está causando una verdadera revolución sobre el trabajo, desplazando a millones de trabajadores de los mercados laborales y condenándolos bien al desempleo, bien a formas de empleo precario. Las nuevas tecnologías están modificando el empleo y suponen el nacimiento de una nueva era de trabajo escaso y precarizado.

La robotización masiva de empleos es imparable y está afectando gradualmente a todos los sectores, por el drástico impulso de máquinas inteligentes, capaces de aprender de su propia actividad y que trabajan en ocasiones más eficientemente que las personas.

El entorno de trabajo es cada vez más interactivo, colaborativo y simplificado, como resultado de nuevas tecnologías y procesos que permiten formas de trabajo más innovadoras. Unido a la aplicación de las nuevas tecnologías se está produciendo una reingeniería empresarial, definida como aquellos procesos organizativos y de gestión que adaptan las nuevas tecnologías de la información a las empresas. Supone un cambio en la cultura organizativa en las empresas.

No sólo se trata del desarrollo de multitud de procedimientos administrativos por vía electrónica. Asistimos también a la presente y futura incorporación de innovaciones como dispositivos táctiles interactivos, tecnologías de reconocimiento de voz, gafas de realidad aumentada, reuniones con asistentes virtuales u hologramas, drones para proyectar presentaciones o visualizaciones, y hasta tecnología Bluetooth para transmitir datos de cerebro a cerebro.

Todas estas innovaciones tecnológicas tienen su cara amarga, multitud de empleos han desaparecido al ser sustituidos por máquinas, y ya no será necesaria esa mano de obra. En el futuro, ¿habrá trabajos para todos? ¿Cómo afrontar la imparable tecnificación y la globalización en el mercado de trabajo? Estamos ante una reconsideración del concepto de trabajo tal como se ha entendido hasta ahora, en un nuevo pacto global que altera los cimientos sobre los que se ha asentado y expandido el sistema capitalista desde su creación hace más de dos siglos.

No obstante, la relación entre la tecnología y el empleo ha de verse también como una oportunidad. La visión neoschumpeteriana (optimista) de la tecnología como generadora de nuevos puestos de trabajo. Cuando una revolución tecnológica afecta al conjunto de los puestos de trabajo en un determinado sector económico, aparece de forma casi inmediata, un nuevo sector que absorbe el excedente de trabajadores del otro. Los avances tecnológicos están propiciando la aparición de empleo altamente cualificado en sectores de alto valor añadido.

Pero se ha de producir un cambio de modelo económico, porque el modelo de crecimiento condiciona el tipo de empleo. Para que se genere empleo de calidad y que sea sostenible en el tiempo es necesaria la transformación de nuestro modelo de crecimiento. Es precisa una estrategia integral para implementar ese nuevo modelo que genera empleos de calidad, basado en la innovación, la tecnología, la internacionalización de las empresas, la competencia en el mercado de productos y una mayor eficacia de las administraciones públicas para hacer posible la sostenibilidad económica, social y medioambiental.

El aumento del empleo en sectores en los que el crecimiento puede apoyarse sobre bases firmes podrá compensar la pérdida constante en otros sectores y actividades. Siendo necesaria una trayectoria diferente de la del crecimiento anterior a la crisis, cuyo impulso procedía de un sector productivo intensivo en mano de obra escasamente cualificada.

A la vez, se precisa un cambio completo en la regulación laboral que permita promover la creación de empleo de calidad facilitando la transición a ese nuevo modelo de crecimiento, para centrarse en aumentar la flexibilidad interna (ajustes salariales y de horas de trabajo); en impedir los contratos temporales injustificados; en hacer que el despido solo sea la última opción de ajuste; en centrar la flexibilidad y la productividad en la elevada formación y el incremento del capital humano; y en permitir que los salarios crezcan de acuerdo con ello, mediante la estabilidad de los convenios colectivos.

Al mismo tiempo se tiende a un nuevo modelo de empresa. El progreso tecnológico, que seguirá produciéndose, y probablemente acelerándose, en la próxima década, tiene impacto directo en la forma en que operan y se organizan las empresas. Surgirán nuevos modelos empresariales de la mano de los avances tecnológicos, y las estructuras organizativas y la naturaleza de muchos puestos se modificarán.

Pocos sectores se mantendrán sin cambios como consecuencia de la disrupción tecnológica. Los medios de comunicación, el entretenimiento, la banca y las telecomunicaciones son los sectores que más probabilidades tienen de converger con otros en la próxima década.

Las medianas empresas serán menos comunes en 2020, y más aun teniendo en cuenta la proliferación de los micro-emprendedores. Los avances tecnológicos impulsarán un aumento de los micro-emprendedores en la próxima década, y esto permitirá que esas empresas pequeñas operen como si fueran mucho más grandes.

En 2020, las nuevas tecnologías en el lugar de trabajo obligarán a las empresas a entrar en una nueva era de descentralización, donde los empleados a nivel individual tendrán un papel cada vez más importante en la toma de decisiones en comparación con la cúpula directiva. Las mayores capacidades analíticas y otras tecnologías permitirán a las organizaciones delegar mucha más capacidad de toma de decisiones en los directores y empleados periféricos. Tenderán a desaparecer los directivos de nivel medio del pasado. Esto formará parte de un cambio generalizado hacia unas estructuras corporativas más planas y meritocráticas de la mano de la incorporación de generaciones más jóvenes a los centros de trabajo.

La creación de empleo se desligará cada vez más del crecimiento económico gracias a la automatización. Cada vez está más claro que los incrementos de productividad que trae consigo la tecnología están permitiendo a las empresas producir más a partir de menos. Esto supone un triunfo para las empresas, pero supondrá un gran desafío en términos de creación de empleo. Porque aunque los avances tecnológicos pondrán muchos puestos de trabajo en riesgo de ser eliminados, también crearán numerosas ocupaciones nuevas que no existen en nuestros días.

En el caso de los trabajadores del conocimiento, se profundizará en un patrón de trabajo híbrido, y muchos más de ellos trabajarán desde casa, mientras que las oficinas se convertirán en lugares para la reunión y el networking. Todo ello también nos llevará a la “mercantilización del trabajo”, esto es la transformación del trabajo asalariado en relación mercantil.

Las empresas incapaces de mantener el ritmo de los cambios tecnológicos podrían desaparecer en el año 2020. La tecnología permite progresar de manera significativa en términos de innovación, eficiencia, relación con el cliente y muchas otras áreas de competitividad. Pero requiere una permanente adaptación de las organizaciones al ritmo de los cambios tecnológicos, para mantener su ventaja competitiva. Muchas de las industrias cambiarán significativamente entre la actualidad y el año 2020, y terminarán pareciéndose muy poco a las actuales.