Valladolid

Los taxis en primavera

Los taxis en primavera
Los taxis en primaveralarazon

El lunes en una terraza, en mangas de camisa, incluso hay quien avistaba el verano y se puso bermudas. A finales de semana las bufandas, los gorros y los guantes bajaban del armario donde ya se habían acomodado hasta el próximo invierno. Y yo que me niego a volver al frío, que si plantamos un pino y lo decoramos con adornos y luces parece que vuelve la navidad. La primavera ha venido entre interrogantes y eso que ya había llegado a mis oídos la palabra piscina. Ay, el verano, dónde quedará...

En Valladolid ayer se vieron los primeros copos de la temporada –o pretemporada–, aunque aquí, como siempre ocurre, lo que de verdad se ve y se nota es el frío vagando por las calles. Entre un aguanieve con algo de viento decidí cogerme un taxi de camino a casa, que aunque parezca que son cuatro gotas/copos, al final te acabas mojando y el frío penetra hasta los huesos. El conductor era un tipo joven, bastante simpático para mi costumbre, el cual, nada más entrar en el coche, encendió el aparato para que comenzase a correr el tiempo, aunque hasta que no terminó la partida al Candy Crush no me preguntó dónde me dirigía. Ya empecé a lamentarme en la maldita hora que decidí cogerme un taxi, encima parecía que llovía menos. Durante todo el trayecto cogió el teléfono –más bien no lo soltó– unas diez veces: primero una nota de audio por WhatsApp, luego la correspondiente contestación del receptor que puso a todo volumen: ‹‹cabrón, si llego a estar yo me la follo››, y después otro mensaje, una llamada y una entrada a la web del tiempo. Supongo que sería para ver cómo se avecina el fin de semana, y si el tiempo empeora mejora el negocio. Por cierto, en ningún momento se abrochó el cinturón y la velocidad fue un tanto excesiva para circular por ciudad.

Bajé del taxi y pisé un adoquín mal colocado que me empapó pies y parte de las piernas, más que si hubiera ido andando. Subí a casa, y sin decir nada a los allí presentes, abrí el armario y volví a sacar las prendas de invierno mientras me repetía ‹‹una y no más, una y no más...››. El tiempo