Estreno

El «Graduado» ya es octogenario

Con motivo del 80 cumpleaños de Dustin Hoffman, el canal TCM dedica su «prime time» a la trayectoria artística del ganador de dos Oscar

El actor durante el rodaje de «Cowboy de medianoche»
El actor durante el rodaje de «Cowboy de medianoche»larazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@546dec3d

Con motivo del 80 cumpleaños de Dustin Hoffman, el canal TCM dedica su «prime time» a la trayectoria artística del ganador de dos Oscar

Le conocimos como un joven atontolinado ante la pierna de una mujer que se ponía una media –lo único que acertó a balbucear su personaje fue: «Sra. Robinson está intentando seducirme, ¿no es así?»– y hoy Dustin Hoffman es un hombre provecto que cumple 80 años. El «graduado» le convirtió hace décadas en un catedrático de la interpretación. Para comprobarlo, y con motivo de su cumpleaños, el canal dedicado al cine TCM dedica hoy su «prime time» al intérprete con la programación de tres películas: «Descubriendo nunca jamás» (2004), «Cowboy de medianoche» (1969), «Rain Man» (1988), y un documental de producción propia, «Dustin Hoffman» (2017).

Apareció en un momento en el que tanto Hollywood como él se necesitaban mutuamente porque la sociedad pedía a gritos un cambio generacional. Hijo de un decorador de los estudios Columbia, decidió que la Meca del Cine, o mejor dicho sus estrellas, estaban anquilosadas. Por lo que decidió probar emociones fuertes: las que procuraba estudiar con Lee Strasberg y Stella Adler, que aplicaban desde el punto de vista interpretativo las cinco preguntas del periodismo solo que se centraban en los personajes y sus circunstancias: ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué? Así, se convirtió en un actor intenso y reconcentrado. Dejó a los espectadores de su generación embobados con «El graduado» (1967), de Mike Nichols, por la que logró su primera candidatura al Oscar. Califica su intervención en el filme como «un pequeño accidente... que me convirtió en una estrella».

los 70 fueron suyos

Dos años después repitió la jugada con «Cowboy de medianoche» (1969), en la que demostró que podría ser un gran «robaescenas». Estaba subido en una ola y no pensaba bajarse de ella: trabajó con Arthur Penn en «Pequeño gran hombre» (1970); se midió a la visión de la violencia descarnada de Sam Peckinpah en «Perros de paja» (1971); Franklin J. Schaffner le reunió con Steve McQueen en «Papillon» (1973), Bob Fosse le dio uno de los papeles más golosos de su carrera en «Lenny» (1974). Siguió enganchando filmes que contaban con el beneplácito de la crítica y el público como «Todos los hombres del presidente» (1976). En esa epoca no había quien le tosiese... hasta que llegó Laurence Olivier con quien trabajó en «Marathon Man» (1976). El rodaje fue interrumpido por las exigencias de Hoffman, que llegó casi al colapso físico y psicológico. Con su sarcasmo británico, Oliver le comentó: «Mi querido joven, te veo horrible. ¿Por qué no pruebas a actuar? Es más sencillo».

Los ochenta le trajeron dos Oscar, uno por «Kramer contra Kramer» (1979) –en cuyo rodaje abofeteó y humilló a Meryl Streep burlándose del fallecimiento de su pareja, John Cazale–, y «Rain Man» (1988) le dio el segundo. Podría haber logrado una tercera estatuilla por «Tootsie» (1982), pero consiguió otro premio: intepretar a un actor que se viste de fémina para lograr trabajo le ayudó a conocer al sexo femenino. «He dejado de conocer a muchas mujeres interesantes porque me han lavado el cerebro al decirme que deberían cumplir determinadas exigencias físicas», explicó. En esos años afirmó: «Una buena crítica no es más que un retraso en tu ejecución».

Si los 70 y los 80 fueron suyos, los 90 y el siglo XXI le pillaron con el pie cambiado. En algún momento su aura se difuminó aunque rodó más de treinta películas, la más significativa fue «La cortina de humo» (1997), que le unió a «uno de los suyos», Robert De Niro.