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La milicia kurda mata a once policías turcos en la frontera

Un comando del PKK destruye un puesto fronterizo con un coche bomba mientras prosigue la ofensiva de Ankara en la localidad siria de Yarablus

El puesto fronterizo y el edificio de la Policía en Cizre quedaron prácticamente destruidos tras la explosión
El puesto fronterizo y el edificio de la Policía en Cizre quedaron prácticamente destruidos tras la explosiónlarazon

Un comando del PKK destruye un puesto fronterizo con un coche bomba mientras prosigue la ofensiva de Ankara en la localidad siria de Yarablus

Turquía ha vuelto a ser azotada por el terrorismo apenas seis días después del atentado suicida en Gaziantep, que se saldó con más de 50 muertos, y en plena ofensiva contra el Estado Islámico en la frontera de Siria. Al menos once policías murieron ayer y 78 personas resultaron heridas en la explosión de un coche bomba en la sede de la Dirección Provincial de Seguridad de la localidad de Cizre (al sur del país). El atentado, el quinto de este mes, fue reivindicado por el grupo separatista kurdo Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en un comunicado.

La potente explosión se produjo hacia las 7.00 hora local, cuando un grupo de milicianos del PKK abrió fuego contra un puesto de control policial aledaño a las dependencias de la Seguridad y al cuartel de las Fuerzas de Intervención de la Policía. La refriega frustró el avance de los atacantes, pero no impidió la detonación del coche-bomba, que causó además de grandes destrozos en los edificios de la Seguridad un incendio que fue inmediatamente controlado por coches de bomberos. Los canales turcos mostraron imágenes de una gran columna de humo y polvo por encima de Cizre.

La agencia turca DHA aseguró que la explosión «fue ensordecedora y tuvo la potencia de un terremoto». Por su parte, el Ministerio de Sanidad informó de que cuatro de los ingresados por el atentado se encontraban en estado crítico. Las Fuerzas de Seguridad lanzaron poco después del ataque una operación para dar con los responsables del atentado.

Cizre ha sido uno de los lugares más afectados por la violencia del conflicto kurdo durante el último año, después de que el PKK rompiera unilateralmente la tregua de paz con el Gobierno en julio de 2015. Más de 600 policías y soldados han muerto en atentados desde entonces. Al PKK se le atribuyó el jueves también un atentado contra un convoy de vehículos en el que viajaba el líder del mayor partido opositor, el CHP, Kemal Kilicdaroglu, que salió ileso, aunque un soldado murió.

El primer ministro turco, Binali Yildirim, prometió castigar a los responsables del ataque y dijo que su país, pese al dolor, continuará su lucha contra el terrorismo hasta derrotarlo. «Nuestra nación debe saber que estamos librando una guerra total contra todas las organizaciones terroristas», declaró el jefe de Gobierno en una rueda de prensa. «Ningún grupo terrorista podrá tomar como rehén a Turquía», sostuvo Yildirim, que prometió que estos ataques no afectarán a la convivencia en el país.

Yildirim reafirmó ayer la intención de su Gobierno de seguir con la campaña militar en el norte de Siria hasta que no haya ninguna amenaza «terrorista» hacia Turquía desde el país vecino: «La operación continuará hasta que nos aseguremos al cien por cien de la seguridad de nuestra frontera, la vida y la propiedad de nuestra gente».

Desde hace tres días, los rebeldes del Ejército Libre Sirio, a los que apoya Turquía, están combatiendo junto con unos 500 soldados y una treintena de tarques turcos –y con la cobertura de bombardeos aéreos de aviones turcos y de la Coalición internacional– para expulsar a los yihadistas de la ciudad fronteriza de Yarablus. Pero también las fuerzas turcas están atacando con fuego de artillería a unidades de las milicias kurdo-sirias en Yarablus y Manbij (liberada recientemente por los kurdos), con el argumento de que en vez de retirarse al lado occidental del Éufrates, como le exigen Turquía y EE UU, avanzaban hacia Yarablus.

Daraya se rinde al ejército sirio

El Ejército Libre Sirio de la ciudad de Daraya, al suroeste de Damasco, comenzó ayer a abandonar la localidad junto a miles de civiles tras alcanzar un acuerdo con las fuerzas del presidente Asad. Un primer convoy con 300 milicianos partió con sus armas ligeras hacia la provincia de Idlib, controlada por fuerzas rebeldes. Según la ONU, en Daraya había en torno a 4.000 personas atrapadas.