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Renoir, el pincel más voluptuoso

La sede barcelonesa de la Fundación Mapfre acoge una gran retrospectiva del artista francés con 70 piezas cedidas por los museos Orsay y Orangerie de París y en las que las mujeres, que amó, rerató o conoció, ocupan un lugar principal.

Renoir, el pincel más voluptuoso
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La sede barcelonesa de la Fundación Mapfre acoge una gran retrospectiva del artista francés con 70 piezas cedidas por los museos Orsay y Orangerie de París y en las que las mujeres, que amó, rerató o conoció, ocupan un lugar principal.

Considerado como uno de los pilares del impresionismo francés, la figura de Pierre-Auguste Renoir se ha agrandado con el paso del tiempo. Y esto pese a que en los últimos años han existido incluso manifestaciones, como la que tuvo lugar ante el Museo de Bellas Artes de Boston, en contra de la presencia de su obra en algún museo. Pero esos ataques quedan en anécdota cuando el espectador tiene la posibilidad de contemplar las obras originales. Nadie queda indiferente ante la fuerza cromática de sus composiciones o la convicción con la que capta a sus retratados. Todo esto se puede comprobar en la exposición que acaba de inaugurar la Fundación Mapfre en su sede de Barcelona y que permanecerá abierta hasta el próximo 8 de enero, aunque concretándose en su relación con las mujeres porque Renoir captó con su paleta a aquellas con las que vivió, a las que amó o, a quienes simplemente, le encargaron retratar. Son modelos, chicas de la calle, actrices, grandes damas de la burguesía o amigas hoy inmortales gracias al pincel del pintor. Todo ello se proyecta a partir de trabajos procedentes de los museos de Orsay y de la Orangerie de París. Es una colección de 70 piezas, a las que también hay que añadir las de otros compañeros de viaje de la talla de Picasso, Corot, Van Gogh o Degas, además de aquellos artistas catalanes que se acercaron hasta uno de los espacios más conocidos de cuantos pintó Renoir: el Moulin de la Galette.

Regreso a Barcelona

Es precisamente este local de Montmartre el que llevó el pintor a la fama gracias a la tela «Bal du Moulin de la Galette», de 1876, una de las auténticas estrellas de la exposición en la Fundación Mapfre. A este respecto, la presencia de la tela en Barcelona tiene también un valor especial porque hace casi cien años estuvo en esta ciudad. Fue en abril de 1917, como apuntó ayer Pablo Jiménez Burillo, comisario general de la retrospectiva. En esa fecha abrió sus puertas en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona, bajo los auspicios, entre otros, de los modernistas Ramon Casas y Santiago Rusiñol, «Exposición de arte francés», en la que se presentaron unas 1.500 obras de los grandes maestros del país vecino. Renoir y su escena de baile y de amores modernos estuvieron presentes en aquella muestra, pero para tardar mucho en volver.

No deja de ser curioso, al ver esta pieza, recordar las palabras del crítico Gustave Geffroy, quien en 1893 decía que «“El Moulin de la Galette” es uno de estos compendios de observación vital y de ambiente luminoso; embriaguez de la danza, del ruido, del sol, del polvo de una fiesta al aire libre, excitación de los rostros, dejadez de las posturas [...] El placer y la fatiga; todas aquellas pobres heroínas de novela de rostros finos y manos expresivas».

La tesis del recorrido propuesto es la de visualizar cómo evoluciona en Renoir la representación de la mujer, a la par que lo hace su buen hacer como pintor. Hay también una aproximación hacia el galanteo, hacia una seducción que se mantiene cuando el espectador de hoy contempla piezas como «Alphonsine Fournaise» (1879), «Retrato de la mujer de Paul Bérard» (1879), «Mujer desnuda en un paisaje» (1883) o «Gabrielle y Jean» (1895-1896), todas ellas presentes estos días en la Fundación Mapfre de Barcelona.

El comisario científico de la exposición, Paul Perrin, subrayaba ayer que «Renoir se rodeó de mujeres en vida y reflejó su delicadeza, su sensibilidad y su voluptuosidad a través de su pincel». Eso hace que lo defina como «el pintor de la mujer», algo que se contempla en el único autorretrato que ha llegado a Barcelona y donde podemos ver a Renoir con una mujer como compañera.

Las mujeres del pintor son parisinas en los años setenta, algo que lo convirtió en un nombre de éxito entre coleccionistas y amantes del arte. Es el Renoir retratista de prestigio, que también se rodea de artistas como Mallarmé o Wagner, que mira a las muchachas que bailan alegres y despreocupadas en el Moulin de la Galette, mientras el artista lleva su caballete y su paleta a Montmartre. Es el París moderno que Renoir hace suyo sin importarle cánones o academicismos.

En la siguiente década, la de los 80, los desnudos femeninos surgen en estos cuadros donde resulta evidente su deuda con maestros como Ingres, Rafael, Tiziano o Veronés. Es una fusión de clasicismo y sensualidad que tiene su punto álgido en el citado cuadro «Mujer desnuda en un paisaje», realizado tras su regreso de Italia.

Pero Renoir también fue padre. En 1885 nació su hijo Pierre, por lo que la maternidad también es uno de los temas que trata junto al de las escenas de maternidad. En la Fundación Mapfre se presenta, por ejemplo, «Maternidad. El niño al pecho o La señora Renoir y su hijo Pierre» (1885), con el protagonismo de Aline, su esposa, amamantando a Pierre en una cariñosa escena. Es el abrirse a una intimidad, a una familia de la que el impresionista se siente muy orgulloso en esos momentos.

Esa intimidad y pintura de corte más doméstica se prolonga en los años noventa, con unos temas muy seguidos en la pintura de ese tiempo. Buenos ejemplos de ello son «Mujer desnuda acostada (Gabrielle)», y que convierten al espectador en un mirón, un voyeur de la intimidad femenina.

La parte final del legado de Renoir es la de las bañistas y ninfas, la idealización de la mujer, con el desnudo como hilo conductor imprescindible del ya anciano pintor. La obra maestra de esta sección es la tela de 1918 «Las bañistas», de un Renoir de setenta y ocho años. Con este cuadro ha demostrado que sigue diciendo todo lo que puede, que hace balance de su carrera, que, en definitiva, es un maestro de la pintura.