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Isabel Preysler afirma que no se casará

La pareja de Vargas Llosa confirma las palabras de su hija Tamara, que ya aseguró que no tiene ninguna intención de pasar por el altar

Isabel Preysler afirma que no se casará
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La pareja de Vargas Llosa confirma las palabras de su hija Tamara, que ya aseguró que no tiene ninguna intención de pasar por el altar.

Isabel vuelve con fuerza, o quizá por necesidad, aunque no lo creo: el miércoles inauguró un tiendón Porcelanosa y el jueves, en Ibiza, otra de Rolex. Está imparable, menuda marcha y recaudaciones. Además, asegura que no va a casarse. Una inquietud prevacacional menos, como la que mostró Cary Lapique en pos de una crema «vientre plano» marca Avène. Muy marinera, azul y blanca, contaba sus excelencias a Sandra Berneda, siempre solidaria, Mar Saura, Mabel Lozano, Teresa Zabel, María Adánez y Amparo y Laura Pamplona, al tiempo que Manuel López les explicaba el nuevo tratamiento de la crema solar anti envejecimiento que acaban de lanzar. Desazonadas, una a otra se preguntan qué ocurre con Miguel Bosé. Les creó desconcierto interesadas igualmente por cómo acabaría ayer la Primera Comunión montada en beneficio propio por Paula Echevarría. Aparentando, supieron comportarse, estar a la altura de la inocente primo comulgante. Los papás hasta posaron en trío, algo nada sorprendente tras oírle repetir al engordado David que «ella y yo estamos todo el día juntos». Desconcertó ante lo que se sabe, se ve y se esconde. Un parche circunstancial a profundas heridas que los íntimos ven incurables. Hicieron el paripé por Daniella, vestida como una novia por Rosa Clará, ya inalcanzable en exclusivas indumentaria de bodas, bautizos y primeras comuniones. Qué pena no tener edad.

Relajados en ese flanco, vamos con los nervios generados por Bosé tras verlo descolocado en sus últimas apariciones televisivas con María Casado –más estupenda con pelo corto casi platino– y rematando jornada o miedos en «El hormiguero». No era el cálido y desinhibido Miguel de siempre. Sus ojos agrandados y oscurecidos alimentaban la zozobra ante ese aspecto casi fantasmal prodigador de brazos cruzados como manteniendo distancias. Habló desconcertando, intercalando una destemplada voz chillona que ni venía a cuento dada la afabilidad de las entrevistas con tonos de bajo en el mejor estilo Boris Cristoff, ya historia operística por la hondura de sus notas graves. Muy chocante.

Suerte, aleluya, que reapareció Isabel Preysler, que siempre orquesta maquiavélicamente sus «rentrés». «Pasé un mes en América con mis nietos, que me llaman “lala”». Lo dijo en el nuevo e imponente Porcelanosa de San Sebastián de los Reyes. Llegó hora y media más tarde de lo citado, otra constante en ella heredada por Tamarita Falcó, que propició la primera de mis preguntas tras decirme hace días que «a mami no la veo casada». «¿Eso te ha dicho? Bueno, son cosas de Tamara, pero en este caso es cierto. Si Mario y yo estamos bien así, ¿para qué cambiar? ¿no te parece?».

Lentejuelas

Tras su tardanza, 40 grados al sol y el «photocall» mal improvisado y sin techar, creíamos que no hablaría. Pero sí. Lo hizo bajo un ajustado y chinesco traje sirena de paillettes multicolores aproximado al Dolce& Gabbana de Nieves Álvarez. Rebrilló como ninguna, con lentejuelas grandes que oscilaban. Begoña Trapote iba con pijama blanco y Pedro participaba la muerte de un hermano de Lucio. Discreta fue Carmen Martínez-Bordiú, en falda combinando brillo azul cielo y crema. No compitió en deslumbres excesivos bajo jersey blanco de manga larga que de mirarlo producía sudores, como el remarcador plateado pijama de espalda desnuda de Amaia Salamanca. Está delgadísima «por el trabajo. La serie me impide vacaciones, pero no hay que desaprovechar nada», dijo convencida al matador López-Simón, felicitado por sus tres tardes de capotazo en la feria de San Isidro. Le esperan hasta el 12 de octubre todas las ferias españolas. Está en su momento y «en otoño iré a América para algunas tardes en México». Su galanura encandiló mientras causó risas una pregunta a la señorial nieta de Franco, aún eterna belleza por baqueteada que esté. Todavía se ve con «el Chatarrero». «¿Cuántos años hace que os conocéis Isabel y tú?», indagaron provocando sonrisas comprensivas.

No todos vivieron su vecindad en San Francisco de Sales 17, piso luego heredado por Papuchi, como «sufridora en casa» de Julio Iglesias. Como buena amiga que es, Carmen le abrió los ojos poniendo énfasis en los romances nada inventados que atribuían a su marido aún solo famosito. La hizo figura internacional en generosidad infrecuente. Luego se enfadaron y dejaron de hablarse tras aquel primer «Tómbola», donde le dimos fuerte a Chábeli y la Preysler se molestó con su íntima «porque tenías que haberla defendido, es una niña». Pero aquel 13 de marzo del 97, vísperas falleras, Canal Nou, vía Ángel Moreno, le pagó la friolera de siete millones de las antiguas pesetas solo por enfadarse y, cheque en mano, salir pitando y decir: «¡No sois gente, sois gentuza!» No pudo amadrinarnos mejor, nos regaló ese escándalo.