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Mikayla rompe los cánones de la belleza

Por primera vez en la historia una mujer con Síndrome de Down participará en el certamen Miss USA, que conduce a desfilar en Miss Universo

Mikayla Holmgren se alzó en el certamen Miss Minnesota USA con dos galardones: el del espíritu y el del director
Mikayla Holmgren se alzó en el certamen Miss Minnesota USA con dos galardones: el del espíritu y el del directorlarazon

Por primera vez en la historia una mujer con Síndrome de Down participará en el certamen Miss USA, que conduce a desfilar en Miss Universo.

Mikayla Holmgren ha roto los diques de los concursos de belleza. No por sus 22 años, su melena cobriza o sus ojos cobalto, sino porque esta concursante de Miss Minnesota, que abre las puertas a participar en Miss América, tiene Síndrome de Down. Hablamos de uno de las alteraciones genéticas más reconocibles. Con fenotipias específicas y una discapacidad cognitiva altamente variable. Se trata, en fin, de la primera vez en la historia que una persona con Síndrome de Down participa en uno de los certámenes homologados de belleza que conducen a desfilar en Miss Universo.

La cosa, explicada por su madre, Sandi Holmgren, es que la chica, que también es bailarina y estudia en la Universidad, había participado, y ganado, la edición juvenil de 2015 del concurso para personas con discapacidad «Miss Amazing». Según escribe Meghan Holohan, periodista del «US Today», después de la exitosa experiencia en «Miss Amazing», Mykaela «se acercó a su madre para participar en el concurso Miss Minnesota USA 2017, y ésta dijo que sí. En ese momento, Sandi no tenía idea de las implicaciones: «Realmente no me di cuenta de que era el concurso de Miss Estados Unidos, Miss Universo. Hay tantos...».

Normal que cuando en el concurso de Miss Minessota recibió dos galardones, el del Director y el del Espíritu de Minnesota, la emoción circulara a tope de revoluciones tanto en el escenario como en la platea. Tal y como le relataba Mikayla a Holohan, «fue increíble, mi madre lloraba y también mi padre», para añadir luego que ojalá su hazaña sirva como inspiración y acicate a otras personas en situaciones similares. «Este concurso», comentó su madre, «ha sido otro paso más para mostrar de qué se trata la integración».

Por supuesto que tanto los medios como la audiencia, conmovidos todos por el coraje de la joven, y quién sabe si temerosos de parecer insensibles, han evitado plantear cualquier duda. Pero, por mucho que en sus modernas ediciones los jurados de estos concursos también reconozcan la simpatía de las participantes, e incluso sus nociones de cultura general, se trata de certámenes organizados por y para celebrar la belleza. La más injusta de todas. La que tiene que ver con la herencia genética y la simetría física. Por tanto, pierden el poco sentido que pudieran tener cuando descartan la posibilidad de otorgar distinciones en base a un canon prefijado y reconocible. Abusivo, claro, porque la belleza está mal repartida, pero también (más o menos) evidente.

Parte de la insalvable contradicción puede rastrearse en esto de la cadena de televisión Fox, que cuenta cómo el pasado mes de mayo la codirectora ejecutiva de Miss Minessota, la señora Denise Wallace, le habría explicado a la revista «People» que «Mikayla es una pioneray el epítome de lo que la organización Miss Universo se esfuerza por buscar en los concursantes».

Mikayla es, en efecto, una adelantada, y no sólo para las personas con Síndrome de Down. Su éxito como reina de la belleza, y el de Miss USA 2017, Kara McCullough, de alguna forma, viene a decir que el talento y la audacia, la personalidad y, en general, otras virtudes poco frívolas representan la nueva hermosura. Lejos de buscar maniquíes y medidas áureas, más allá de aplaudir los cuerpos más biónicos y los rostros más agraciados, los concursos como Miss Universo estarían a punto de proclamar el triunfo de la belleza interior. La rotunda victoria del carisma. La siempre emocionante gloria de la meritocracia.