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Bustamante y Echevarría, juntos en la comunión de su hija

La pequeña Daniella reunió ayer a sus padres en uno de los días más especiales de su vida

Bustamante y Paula Echevarría durante la comunión de su hija Daniela
Bustamante y Paula Echevarría durante la comunión de su hija Danielalarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@310c279e

La pequeña Daniella reunió ayer a sus padres en uno de los días más especiales de su vida.

Yel gran día llegó. Cumpliendo con lo previsto (en su momento se dijo que sería a mediados de junio cuando se celebraría), ayer el municipio cántabro de San Vicente de la Barquera se llenó de cámaras, periodistas y algún que otro curioso para asistir al que, sin duda, ha sido uno de los eventos más esperados del mes: el día de la Primera Comunión de Daniella Bustamante Echevarría. La expectación fue tal que el acto sacramental se desarrolló bajo importantes medidas de seguridad.

La pequeña de ocho años llegaba por la mañana a la Iglesia de Santa María de los Ángeles, la misma en la que fue bautizada, muy sonriente y de la mano de sus padres, David Bustamante y Paula Echevarría. Lejos de mostrarse celosos con la Prensa y huir de los «flashes» y preguntas de los medios, el cantante y la actriz optaron por bajarse del coche en el recinto de acceso al templo, y no en la misma puerta, acompañando a su hija en todo momento y compartiendo con ella risas y numerosas muestras de cariño y complicidad. Y lo demostraron no solo con gestos, sino también con palabras: «Estoy feliz. Estoy junto a las dos mujeres de mi vida», declaró el artista antes de entrar al templo. «Él es el hombre de mi vida. “Forever”», le respondió, con mucha más fuerza, la asturiana mientras los tres posaban juntos para las cámaras antes de la misa. Un ambiente de absoluta cordialidad, no sabemos si en un intento de zanjar las polémicas de su separación o bien por no aguar la fiesta a la niña.

Complicidad

Pero la estampa de familia unida de la que ayer hicieron gala no causó sorpresa. Era la esperada, ya que el viernes, cuando la pareja se había desplazado hasta San Vicente de la Barquera para ultimar los preparativos de la ceremonia, ambos habían publicado en sus respectivas redes sociales una entrañable imagen de los tres juntos que titularon: «Felices disfrutando de los preparativos de la primera comunión de #Daniella». Por lo que todo apuntaba a que la jornada se desarrollaría sin tensiones. De hecho, Paula y David, que desde abril llevarían vidas separadas, no tuvieron tapujos en dedicarse varios signos de afecto, como el beso en la mejilla que le plantó ella, e incluso hubo ocasiones en las que se pudo ver a Bustamante agarrarla por la cintura.

Para un día tan especial, eligieron para Daniella un vestido de Rosa Clará, de manga corta, que complementó con una medalla. El cabello lo llevó suelto y lo adornó con una diadema. Al igual que su madre, que optó por un primaveral traje rosa de estampados de la firma Dolores Promesas, con un escote corazón que le dejaba al descubierto un hombro, según muchos una opción no muy acertada para la ocasión.

Pero, sin duda, lo que más acaparó la atención de los presentes a las puertas del templo fue oír cómo Bustamante le cantaba, a modo de regalo, el «Ave María» a su hija, un emotivo momento que emocinó a los abuelos maternos y paternos, que también acompañaron a su nieta en el gran día.

Tras la misa, los cerca de cincuenta invitados –entre los que se echó en falta al coreógrafo y gran amigo del artista Poty– se trasladaron al sitio elegido para celebrar el convite, el restaurante Annua, ubicado en el mismo pueblo cántabro, que cuenta con dos estrellas Michelin y donde los comensales pudieron disfrutar de una comida a cargo del chef Óscar Calleja. Allí también decidieron posar, aunque en esta ocasión no se lo esperaban los medios. Tanto fue así que los reporteros no dudaron en tirar al suelo las copas de vino que les habían sido ofrecidas de parte de los camareros para tomar la cámara y captar el momento, protagonizando así una de las anécdotas más reseñadas de un día que muchos ya interpretan como el preludio de una próxima reconciliación.