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Naty, la amante más fiel de Castro

La madre de Alina Fernández, la hija rebelde del dictador, falleció el sábado en La Habana a los 89 años de edad

Naty, en una fotografía de juventud en la que se puede comprobar su gran belleza, en los años en los que conoció a Fidel Castro, en 1952. Era una mujer de la alta sociedad de La Habana
Naty, en una fotografía de juventud en la que se puede comprobar su gran belleza, en los años en los que conoció a Fidel Castro, en 1952. Era una mujer de la alta sociedad de La Habanalarazon

La madre de Alina Fernández, la hija rebelde del dictador, falleció el sábado en La Habana a los 89 años de edad

Allá por 1952, cuando la Cuba de Batista era una fiesta sólo para algunos, un joven abogado, todavía sin su característica barba, y una dama de la alta sociedad habanera cruzaron sus miradas durante una protesta por la muerte de unos estudiantes independentistas en 1871. Fidel Castro tenía 25 años y Naty Revuelta –«rubia, ojos verdes, voluptuosa y siempre de un humor exuberante, una de las mujeres más exquisitamente bellas de Cuba», decían las crónicas de la época–, 26. Los dos estaban casados. En ambos ya se fraguaba el espíritu revolucionario, al que dieron forma en una casa «noble» del barrio de El Vedado. Una noche sí y otra también acudían a la casa de Naty y de su esposo, el cirujano Orlando Fernández, 20 años mayor que ella. Ése fue el principio de una historia de amor legendaria, preñada de romanticismo e intrigas golpistas, que se ha emponzoñado por el legado del dictador en la isla. La amante más célebre de Castro murió el sábado en La Habana, a los 89 años de edad, sin renegar de sus ideales revolucionarios.

Financió la revolución

«Era el tipo de persona que no podía ser ignorada. Si estaba en una habitación la gente sólo podía fijarse en él», contaba Naty, que se enamoró primero de los ideales que del hombre. Ella era una presencia habitual del Club Náutico de Biltmore y los torneos de tenis de El Vedado Tennis Club, pero cundía un desasosiego en su interior ante la corrupción del país, la pobreza y la represión. El 26 de julio de 1953, Castro y los suyos iniciaron su ofensiva fallida contra las tropas de Batista. La joven fue vital para la infraestructura de la operación. No dudó en ofrecerle sus ahorros, 6.000 pesos cubanos, y empeñó sus joyas. Fue Revuelta la que dio la noticia a los periodistas y también una de las que más sufrió cuando Castro fue encarcelado en Isla de Pinos. Prueba de ello fueron las decenas de cartas que le envió a la prisión. En ellas ya se intuía que había surgido el amor, o lo que ella llamó «una amistad cariñosa». Las misivas que intercambiaron eran un compendio de literatura, filosofía y amor. También le envió algunas obras de Dostoievski, Freud... «A pesar de la distancia, usted es muy buena compañía», le decía en una de ellas. En otras fue mucho más explícito: «Me encanta tu escritura a mano, tan delicada, femenina, inconfundible...» o «yo no puedo estar sin tus cartas. Te amo muy mucho».

En 1955, Fidel Castro fue amnistiado y acudió a La Habana para ver a Naty Revuelta antes de viajar a México. En aquel encuentro ella se quedó embarazada, pero no se lo dijo. «Quería tener una parte de él siempre conmigo y además pensé que no volvería a verlo, que sería asesinado». No fue así. Cuatro años después, recién proclamado el triunfo de la revolución con el dictador jaleado por las calles de La Habana, se acercó a su casa, para verla y conocer a su hija, Alina Fernández, que llevaba los apellidos de su esposo Orlando. Sin embargo, se convirtió en la única hija fruto de una relación extramatrimonial que reconoció. Ahí acabó su historia de amor, el sátrapa se fue distanciando a medida que acumulaba poder. Su vida privada estaba tan blindada como su persona, aunque, con el tiempo llegó un amor «oficial», Dalia Soto, madre de los cinco de sus ocho hijos.

La figura de Naty, se diluyó, aunque ayer los diarios digitales cubanos anunciaron su muerte con respeto por su fidelidad a unas ideas que nunca abandonó. Su hija Alina le acompañaba en el momento del deceso.

Una relación llena de reproches

Alina Fernández fue la víctima colateral del amor (en la imagen, el día de su boda) de sus padres. Siempre sufrió la ausencia de su progenitor, hasta el punto de que sufrió de anorexia y depresión. En 1993 se exilió de Cuba por la política represiva de Castro, al que calificó de «mala persona y peor padre». En 1998 publicó «Alina. Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro».